13. Buscando el perdón

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"Y tú quieres mi perdón (me temo que ya no me queda nada) pero yo no puedo darte mi perdón todavía".

Forgiveness, Paramore

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[Eren. J]

Pasé la última semana de mi vida en cama, con un resfriado espantoso y una fiebre de treinta y ocho grados que no parecía querer mejorar. El sesenta por ciento del día me la pasaba dormido y el otro cuarenta comiendo caldos, tomando medicinas, sufriendo bajo el filo de la puntiaguda jeringa o queriendo vomitar las vitaminas que Erwin insistía que necesitaba para mejorar. Pero era como si mi cuerpo simplemente rechazara los cuidados y atenciones por parte de mis padres, combinados con los constantes medicamentos que me tenían como anestesiado por todo el día.

El doctor dijo que tenía un fuerte resfriado que me había atacado de repente por todo ese tiempo que llevaba sin enfermarme de nada; dijo que era natural, sin embargo, el resfriado empeoró y mutó en una fuerte infección en las vías respiratorias. A veces hay que ser muy cuidadosos con lo que deseamos, yo por ejemplo, deseé enfermarme a tal punto que me tuviera retenido en mi casa por lo menos un par de semanas y parecía que por primera vez, Dios escuchaba una de mis peticiones, lo único que podía pensar era en que tenía un retorcido sentido del humor.

Pero al menos estando casi todo el día durmiendo o demasiado ocupado quejándome de los caldos de pollo o de las medicinas con sabores artificiales a naranja, mi cabeza se mantenía relativamente ocupada, sin pensamientos que involucraran a chicos vestidos de chicas para jugarme bromas de mal gusto. No sólo había perdido la confianza en las mujeres, ahora también en los hombres, creo que toda mi vida tendría miedo de que un chico vestido de chica se me acercara para nuevamente jugarme una broma.

Traumas de la adolescencia que nunca iba a superar. Prefería miles de veces sólo tener los recuerdos de Annie y Armin haciendo eso y aquello, a andar desconfiando de volver a ser engañado.

Por las tardes el par de rubios venían a visitarme y a pasarme los apuntes y las tareas, así mismo se llevaban las que ya tenía hechas del día anterior para entregárselas a los profesores y no quedar tan rezagado. Nunca me cansaría de decir que les estaba eternamente agradecido, eran el tipo de amigos que cualquier persona desearía tener y yo había corrido con muchísima suerte. Me aconsejaban, me ayudaban con mis materias, me daban apoyo moral y toda clase de apoyo que alguien pudiera imaginar; aunque la mayor parte del tiempo me sentía como un mal tercio, ellos nunca, en ningún momento me dejaron de lado y si había salido adelante cuando pasó lo de Mikasa había sido por su apoyo y comprensión.

Sin embargo, siempre he sido por naturaleza un ser inquieto y en cuanto la primer semana paso, ya estaba pensando seriamente en que debía regresar a la escuela. Aún tenía el molesto malestar de la gripe, pero ya tenía muchísima energía para ir a la escuela y no quedarme dormido en el intento; ciertamente había una parte de mí que se negaba a dar la cara, pero no podía pasarme la vida oculto, avergonzado por algo que yo ni siquiera había hecho, yo era el mayor afectado en todo esto. Si alguien debía de sentir vergüenza, ese era Jean Kirstein, autor intelectual de todo esto.

Fue por eso mismo que el lunes por la mañana me levanté como usualmente lo hubiera hecho cualquier otro día, sin pensar mucho lo que pasaría al poner el primer pie en la escuela, era momento de fajarme bien los pantalones y tratar de hacer un lado el incidente con "Rivaille", tenía que empezar por demostrar —aunque no fuera cierto— que lo que había pasado no me había afectado ni un poco y que la verdadera razón por la que me había ausentado toda una semana, había sido meramente por mi terrible gripe y no porque el idiota de Jean y sus amiguitos me habían jugado una broma de muy, muy pésimo gusto.

Like a girl; EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora