2. ¡Soy un chico!

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¡Soy un chico!


Imperdonable, simplemente imperdonable.

Tres días atrás había rechazado la oferta que Jean me había hecho y ahora estaba caminando directamente a él; en definitiva jamás me lo perdonaría. Nunca. Pero a medidas desesperadas, acciones desesperadas.

Un día después de que ese idiota de Kirstein me ofreciera los tentadores doscientos cincuenta marcos, fui directo con mi jefe, a pedirle que me dejara trabajar todo el día durante los fines de semana, pero el muy idiota había dicho "no". Él cerdo ese había dicho que no, porque no trabaja de tiempo completo durante la semana y no tenía derecho a pedir nada.

Aquella escoria se aprovechaba porque era enano, menor de edad y sobre todo, porque realmente necesitaba el trabajo como para renunciar. Mi padre había fallecido cuando yo tenía diez más o menos, con su muerte no sólo había dejado un vacío en mi vida y en la de mi mamá, sino que también una enorme deuda que hasta la fecha mi mamá no ha podido pagar. Pero como si mi suerte no fuera lo suficientemente mala, también estaba la enfermedad de mi mamá y los precios de sus medicamentos estaban demasiado altos.

Era por eso que me había conseguido un empleo, porque mi mamá no podía con los gastos de la casa, ni con sus dos empleos. A eso debía sumarle la deuda, sus medicamentos y la renta del pequeño apartamento que alquilábamos.

Necesitaba el dinero, realmente lo necesitaba.

Quería ayudar con los gastos de la casa, ver a mi madre cargar con todo era simplemente difícil de soportar. Mi limite había sido ayer, cuando nos dijeron que si no pagamos el alquiler en tres días, nos echarían. Sabía que estaba mal de quinientas formas distintas aceptar el supuesto trato que Jean me había ofrecido, me estaba metiendo a la boca del lobo, pero fue la única solución que encontré. Ya buscaría que mentira inventarle a mi madre sobre como conseguí el dinero.

Tomé un suspiro muy largo en cuanto localicé al grupito de idiotas de la escuela sentados en una de las mesas de la cafetería, sabía que me arrepentiría eventualmente, pero por ahora esto era lo único que podía hacer. Caminé a paso firme, con la cabeza muy alto aunque en el fondo sabía que esto me denigraría de alguna forma. Ya estaba mentalmente preparado para cualquier cosa que me pidiera, ser su esclavo haciendo sus tareas, o cualquier estupidez que quisiera. Incluso iba mentalizado con la idea de que me pidiera sexo, pero no me importaba. Quería ayudar a mi mamá de la manera que fuera, o por los medios que fueran necesarios.

Me planté ante ellos, Farlan y Jean se arrojaban papas fritas en la cara "que infantiles", Franz manoseaba descaradamente a la chica que llevaba por nombre Hannah y esta se dejaba gustosa "repugnante". Y por último estaba Marco, quien ya me había notado y me miraba con curiosidad, él era el único que me parecía decente de todos ellos, al menos nunca se metía conmigo.

—Pero miren a quien tenemos aquí —Farlan dejó de arrojarle comida a Jean en la cara y se enfocó por completo en mí. —¿Qué te trae por acá, princesa Elsa?

Dejó salir una risita burlona y enseguida todos detuvieron lo que hacían, Hannah y Franz dejaron de hacer su show lascivo. Marco sólo negó pareciendo en desacuerdo con el trato que recibía. Y Jean se llevó una papa a la boca, mirándome con especial atención.

—Vengo a hablar con Jean... — Crucé los brazos y me pare lo más derechito que podía.— ... a solas, de preferencia.

Todos soltaron una aclamación de burla, mientras el nombrado seguía comiendo papas con desinterés. Estaba perdiendo todo el orgullo y ni siquiera sabía por qué no mejor me daba la vuelta y me largaba de ahí.

Like a girl; EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora