Deseo

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(Aprire, dimensión de ángeles)

La conquista había terminado, los ángeles se rindieron con facilidad. Aprire se había dirigido directamente hasta el castillo que una vez había sido su hogar, el templo de los ángeles legendarios.

Entró, se veía abandonado, pero su belleza aún se podía apreciar.

Aprire caminó hasta lo que era su habitación, mientras contemplaba con nostalgia los diferentes pasillos y habitaciones. Finalmente llegó.

El lugar estaba destrozado, justo como ella lo había dejado aquel último día.

Suspiró con pesadez y entró. Recogió un gran espejo del suelo y lo colocó en la pared, justo al lado del balcón. Sonrió al ver su reflejo y quiso poder contemplar su belleza un rato más, como lo hacía cuando los ángeles legendarios aún existían.

Aprire voló un poco y dio un beso a su reflejo, y el cristal del espejo comenzó a romperse.

La ángel extendió su mano y poco a poco fue atravesando hacia el otro lado del espejo. En poco tiempo se vio a sí misma en la otra versión de su habitación, más limpia y ordenada. Miró un poco a su alrededor y se dirigió al tocador, donde tomó una pequeña caja de música color rosa.

Aun volando, regresó hacia el espejo y lo atravesó.

Puso los pies en el suelo y al voltear el espejo seguía intacto.

Caminó hasta la cama y se sentó en ella. Luego hizo aparecer los demás cofres, dejándolos sobre la superficie blanda.

Mientras esperaba el último cofre, recordó aquel último día, en el que no soportó más y decidió renunciar a todo.

Aquel día había cumplido los quince deseos diarios y había vuelto al palacio, pero en vez de entrar por la puerta principal entró por la puerta de su balcón, que todo el tiempo permanecía abierta.

Se permitió unos momentos de relajación antes de ir con sus compañeros angelicales a divertirse un rato, sin embargo, algo no estaba bien.

Algunos de ellos ya habían llegado y comenzaban a conversar, sus risas se escuchaban, el silencio del lugar hacía que Aprire fuera capaz de escuchar las anécdotas de sus compañeros y lo felices que estaban.

Fue entonces que Aprire se miró al espejo y se dio cuenta de que ella no estaba satisfecha con su trabajo. Era como si en realidad no estuviera haciendo nada. No era que no le gustara ayudar a las demás criaturas, de hecho, eso le traía mucha felicidad, sin embargo, algo le faltaba.

Conforme pasaban las horas, más ángeles legendarios llegaban. Aprire no soportó más el ruido y decidió marcharse solo un rato. Salió por el balcón, seguramente nadie habría notado su presencia.

Aprire se refugió en una cueva de la dimensión de hechiceros.

Estaba muy oscura, pero eso no preocupó a Aprire, y continuó caminando, y después de un tiempo llegó a un pequeño lago, cuya agua brillaba a tal intensidad que iluminaba hasta la cima, había un agujero en el techo que permitía ver la preciosa luna, la cual tenía unas sutiles sombras en forma de estrellas.

Aprire se sentó al borde y remojó sus pies en el agua, mientras veía el agua moviéndose.

-¿Por qué?- se preguntó ella misma -¿Por qué me siento así?

Y ella comenzó a llorar, con la mirada en la luna, sabiendo que seguía viva solo por el agua helada que tocaba su piel.

-Es tan amargo vivir en soledad- dijo ella para sí misma –Deseo saber qué me pasa. No quiero ser adorada ni alabada, no pido templos ni quiero ser reconocida como mis compañeros lo son, yo solo... quiero que este sentimiento desaparezca

El génesis de Aprire [Las crónicas de Abril #5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora