CAPITULO 24

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Sebastian ni siquiera se dio cuenta que me fui, una vez que le di todas las indicaciones de donde llevar los muebles al vendedor, me fui dejándolo lidiar con el inglesito que se había aparecido. ¡hasta logre que se lo envíen todo hoy mismo! ¡que idiota que soy!

Camino por las calles de Cabildo, me siento descolocada. Miro las vidrieras sin prestarle demasiada atención, quisiera ser de las que se desquitan con su tarjeta de crédito cuando están enojadas pero detesto comprar por comprar y sobre todo darle demasiada importancia a este asunto.

Mi enojo no es por la forma en que ese idiota me hablo, es porque Sebastian no hizo nada. Podría llegar a entenderlo si nos encontramos en la oficina pero hoy yo era una... ¿amiga?, y él se quedó parado sin decir nada.

-¡Ámbar! –Gritan mi nombre pero no logro ver quien -¡arriba boba! –levanto la cabeza y desde la terraza de un bar Paula me saluda y me dice que suba. Ingreso y pido que me indiquen las escaleras para ir a la terraza, una camarera me guía el camino. El lugar está lleno de mesas y de gente en su mayoría bebiendo cerveza y comiendo alguna picada. Paula está sentada en el fondo junto a Tincho el amigo de Sebastian. Justo lo que me faltaba.

Me acerco a ellos, los saludo y me siento en la silla libre –buenos aires es un pañuelo, ¿pidieron algo?

-llegamos hace cinco minutos, y el debilucho no me quiere acompañar con una cerveza, dice que es hora de la merienda y se va pedir un tostado con un licuado.

-yo te acompaño con una, pero solo una y un tostado –Tincho le hace señas a una camarera y le pasa los pedidos.

-¿y vos morocha que hacías por estos lados?

-intentaba ser una buena samaritana pero el asshole logra matar la paciencia hasta de un santo.

-¿estabas con Sebastian? –Pregunta Tincho -podemos decirle que venga a comer...

-¡ni se te ocurra! Ya pase demasiadas horas con tu amigo. Decime una cosa ¿siempre fue tan idiota o es solo una cosa personal que tiene conmigo?

-tene cuidado Pau, seguro este también es igual a Sebastián, como dice mi abuela: dime con quien andas...

-Ámbar... -Paula me lanza una miradita, sabe que cuando me pongo así tengo una terrible necesidad de sacarme todo de adentro sin importar quién me oiga.

-no, Ámbar nada –miró de nuevo a Tincho –siempre está pensando mal, que todo lo que hago va con alguna segunda intención, y recién tuve que soportar que un amigo de el que se cree de la realeza británica me hable como si valiera dos pesos y el muy idiota dejo que lo hiciera.

-¿realeza británica? ¿Cómo era él?

-no sé, no me acuerdo, eso no importa

-importa, trata de acordarte

-rubio, alto. Definitivamente británico, dijo algo de una hermana.

-será mejor que llame a Sebastian –Tincho se puso de pie y se alejó de nosotras mientras se llevaba el celular a la oreja.

-¿justo con el tenías que hablar mal de Sebastian? ¡Con su mejor amigo! -la mire dolida, de todas las personas en el mundo no puedo creer que sea ella la que ponga a una futura conquista por delante de su mejor amiga –no me mires así que no te clave ningún puñal. Pero hay momentos y personas para quejarte y Tincho no te hizo nada para que le hables como le hablaste. Él no tiene la culpa de lo haga Sebastian.

Respiro, exhalo, respiro, exhalo. Paula tiene razón –perdón.

-a mí no me tenes que pedir perdón, ahí viene, discúlpate y pasemos una buena tarde. Te va caer bien.

conflictos de interesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora