Lejos de casa

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Mi cumpleaños, mi cumpleaños... aquella fecha que habíamos planeado con tanta emoción olvidándonos de la crueldad del calendario. Lo íbamos a celebrar con una gran cena en mi casa en Málaga con mi familia, mis amigos y también con la familia de Abril, con quienes más querían verme feliz. Con quienes eran capaces de ver más allá de mi imagen, de quienes eran capaces de irse a la raíz de mis canciones, a la raíz de mi alma. Todo tan planeado, todo tan armado por Abril, por mi madre y Casilda, pero no. Una vez más la realidad nos empujaba a un abismo del cual era imposible salir. Una nueva gira de Terral después del éxito arrollador en Viña del Mar, de lo que sería mi última presentación para retirarme por dos años del ojo público para lograr descansar, dormir en mi propia cama con mi mujer y comer de los platos preparados con cariño, con sabor a hogar y no con sabor a hotel, a distancia ni a restaurante. Y esa felicidad había durado tan poco, porque ya pasados un par de días tenía agendada 13 fechas más, un mes más lejos de casa, un mes más lejos de mi familia, un mes más lejos Abril.

Mis gritos desesperados parecían no ser escuchados, estas contracciones musculares eran parte dolorosa de mi rutina y parecía que nadie más que yo podía darme cuenta. Pablo Alborán finalmente era una empresa, una firma que movía millones de euros, miles de dólares. ¿A costa de qué? De la soledad, de despertar solo el día de mi cumpleaños en un país que no era el mío, lleno de tantas cosas materiales, pero con un vacío doloroso en el pecho.

Amaba el escenario, amaba la música, amaba la conexión con mi gente, amaba ver el brillo especial de mis fans cuando coreaban mis canciones, pero no amaba el cansancio extremo ni las largas horas de vuelo de una ciudad a otra, no amaba los tumultos en los aeropuertos ni los gritos cuando solo deseaba dormir, dejar de ser Pablo Alborán... desaparecer.

Abril no había logrado venir para hacer de este día un poco más llevadero, por más que trató su trabajo tampoco lo permitía. Tenía una reunión muy importante con unos proveedores de Estados Unidos que estaban apostando por el hogar, según me había comentado. No la iba a juzgar ni a enojarme con ella por haberme dicho la noche anterior que todo se había complicado y que por más que trató de convencer a su equipo no lo logró, era parte fundamental del directorio, tenía nuevas responsabilidades.

Su voz, su voz sollozando detrás del teléfono, pidiéndome perdón por no poder estar conmigo, por no poder darme el regalo de su presencia el día de mi cumpleaños 27. ¿Cómo podría yo molestarme? No era culpa nuestra, éramos dos seres inocentes que solo deseaban quererse sin medida, pero las reglas estaban impuestas y contra eso no podíamos revelarnos porque podía perder todo por lo que tanto tiempo había luchado.

Ya había perdido a la mujer que amaba por obsesionarme con el trabajo y no quería hacerlo de nuevo, no quería volver a pasar por lo mismo porque no podría soportarlo. No podría porque Abril simbolizaba un nuevo amanecer, simbolizaba una nueva vida, era pura luz y seres así se cuelan en tu piel, se marcan como tatuajes de sangre y no se van, no se alejan, se transforman en tu aire y eso era ella para mí.

Ella se disculpaba conmigo y era yo quien debía pedirle perdón por no darle la estabilidad que merecía, por no poder estar siempre con ella como lo habíamos soñado. Tenía tanto por lo que disculparme con ella... y ahora estaba allí, tirado en la cama, mirando hacia el techo de este lujoso hotel. Lujos, ¿de qué me servían si no tenía los detalles más simples y que tanta felicidad me daban?

Al día siguiente debía subirme a un nuevo avión con rumbo a Montevideo, la emoción me superaba al saber que iba a dejar mi alma al cantar, lo único que valía la pena de este viaje. Mi música era la música de mis fans y por ellos, por ellos me llenaba de energías y volvía a ser el Pablo feliz, el Pablo alegre que se devoraba el escenario, que se alimentaba del público y del compás de las canciones. La magia de la música.

Solo luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora