Peligro

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Una reunión tras otra y, para ser sincero, resultaban hasta divertidas.

Punto 1:

Debía empezar nuevamente a trabajar con la fundación, lo que definitivamente era lo más emocionante y motivador de todos mis proyectos.  No era solo por el hecho que podría estar más cerca de Abril y pasar algunos días en Madrid con mi hermano y su familia, sino que abarcaba todo el positivismo que los niños me regalaban. Estábamos comenzando septiembre, faltaban tres meses para Navidad y el trabajo que se venía sería intenso. A ellos les fascinaba trabajar conmigo por lo que significaba mi imagen y cómo había ayudado a que los ingresos monetarios y una mayor cantidad de socios ingresaran, y a mí me fascinaba trabajar con ellos por lo que me entregaban, por aquello que no se podía tocar ni palpar, por aquello abstracto que se siente con los latidos del corazón, con la piel... el amor.

Punto 2: Una nueva colaboración... Había recibido un llamado de un muy buen amigo para que participara en su disco, yo era su más grande fan y nada me emocionaba más. Tan solo un llamado, un llamado para que la magia apareciera. Le daríamos tiempo... a él para organizarse y a mí para conversarlo con mi equipo. Nada nos apuraba, teníamos hasta diciembre.

Punto 3:   Empezábamos ya a armar los primeros cimientos de lo que sería el nuevo disco. Tenía un par de canciones en mente, muchos escritos en millones de cuadernos, melodías intensas grabadas con mi celular y otras cuantas en el estudio.  Tenía unas cuantas ideas acerca del concepto, quedaba mucho por hacer y mi equipo lo entendía. Me darían espacio para que todo se fuera dando de forma paulatina, sin exigencias y era liberador. Este disco saldría desde la calma, del lugar donde me encontraba en ese momento.  Desde la felicidad más pura, un estado de paz y tranquilidad en el que pocas veces me había hallado. Disfrutaba más que nunca  mi vida; por mi familia, mis amigos, y ella, claro que por ella.

Se aproximaban viajes a Londres para continuar aprendiendo acerca de la música, me gustaba seguir siendo un aprendiz. Ser un maestro en algo como el arte me parecía absurdo.

Yo era aprendiz del amor, de la música, de la escritura y siempre quería seguir aprendiendo. A finales de octubre- principios de noviembre- viajaría por un par de semanas a esa ciudad que tanto me inspiraba con tan solo poner un pie en ella. Eran sus calles, su historia, el clima, la arquitectura, el movimiento... todo.

Isabel estaba a mi lado a cada momento, como siempre. Anotando todo en su portátil y en su celular, profundamente ordenada, casi maniática, pero así era ella. Cuando alguna idea nos gustaba a ambos me sonreía y escribía con una sonrisa impresa, cómplice de mis gustos, sabía lo que me gustaba y lo que no, trataba siempre de darme en el gusto, mi mano derecha y mi amiga.

-Todo está yendo excelente, es un poco... extraño, después de lo caóticas que resultan algunas reuniones.

Yo sabía por qué lo decía. Después de la última reunión que habíamos sostenido en las mismas oficinas de la discográfica donde se intrometían demasiado en cómo manejaba mi relación Isabel temía, temía que se volviera a repetir una bochornosa escena como esa. Yo también tenía algo de miedo, miedo a cómo podría llegar a reaccionar yo si seguían jodiéndome con aquello de lo que tanto me había costado conservar fuera de toda la vorágine que es mi vida, de todo el movimiento constante y el estrés.

Volví mi mirada hacia ella mientras bebíamos un refresco en la cafetería de la oficina. El calor, tanto adentro como afuera, era insoportable a pesar de estar continuamente con el aire acondicionado encendido. El sol quemaba, traspasaba la piel y todo el hielo del mundo no harían que mi coca cola lograra regular mi temperatura. Isabel bebía una limonada con coco, se me apetecía muchísimo más que mi refresco.  Mientras revisaba su móvil bebí un poco de su vaso y claro, estaba irremediablemente más refrescante que el mío.

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