Mi presente y mi futuro

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-No puedo creer que sean recién las nueve de la mañana y ya nos hayamos comido una bolsa llena de patatas fritas para desayunar.

Reí cuando la observaba acomodarse en el asiento al lado de la ventana diez minutos después que yo por temas de seguridad. Me seguía jodiendo que tuviéramos que fingir que éramos dos desconocidos subiéndonos a un avión cuando sencillamente éramos una pareja común y corriente. Me jodía pero ya estábamos tan acostumbrados que era parte de la rutina.

Habíamos dejado el tema de las maletas para última hora, ayer el almuerzo familiar en su casa se había convertido en cena y las horas pasaron demasiado rápido. Como era de esperarse, el despertador no cumplió su función por la mañana. Si no hubiese sido por mi reloj mental habríamos perdido el vuelo, desayunar en casa no era opción.

-Era eso o morirnos de hambre.

-Preferiría morirme de hambre. Siento que me va a estallar la panza.

Exageraba, lucía muy bien. Aprovechábamos las altas temperaturas en España para vestirnos de manera más holgada y a ella ese short con camiseta gris básica le quedaban muy bien. A ella todo le quedaba bien.

-Ahora podemos pedir algo para comer.

-Yo no entiendo qué clase de pacto realizas tú que comes como si no hubiera mañana y no presentas ninguna molestia estomacal.

-Los gajes del oficio.

-Lo creo, Pablito. Lo creo.

Una hora y diez minutos nos esperaban de viaje. Con alguna película llegaríamos en menos de lo esperado, parecía nada comparado a los viajes agobiantes que debía realizar la mayor parte del tiempo de un país a otro, con un horario complejo que me hacía parecer un zombie al despertar. En ese momento viajaba a mi tierra nuevamente para disfrutar con mi familia, y cuando hablaba de familia la incluía a ella. A ella que aprovechaba de los últimos minutos donde podía estar conectada desde su celular respondiendo correos, a ella que había decidido sacrificar gran parte de la noche para avanzar con su trabajo en la fundación y dedicar un par de días para estar conmigo. A ella que lucía tan absorta de todo este mundo. Después del momento tan íntimo compartido con su padre sentía que la quería aún más, que necesitaba besarla cada vez que pudiera para que entendiera que todos mis caminos me llevaban a ella y así, como ella sentía que el amor para siempre existía de mi mano yo también lo hacía. 

Me consideraba el amor de su vida, y eso había calado tan hondo que de tan solo recordarlo me producía la sensación de estar vivo, de sentir la sangre recorrerme por las venas.

Y ella no lo sabía y nunca se enteraría de que el día de ayer la quise muchísimo más que antes y menos que ahora. Así sería siempre.

-¡Pablo! Te estoy llamando hace dos minutos. Desde ayer que estás así tan... ¿intenso? Vale, siempre has sido muy intenso pero quiero que dejes de mirarme, es un poco incómodo porque me dan ganas de besarte y no puedo.

Tomé su mano y la acaricié sobre mi rodilla. ¿Era justo que no pudiera besarla cuando sentía que me ardían los labios? , ¿era justo tener que viajar como verdaderos fugitivos?

Era tan difícil.

-Lo siento.

Una punzada repentinamente me hizo sentir enfermo al notar su mirada cuando trataba de buscar la mía. Entendía que me dolía todo esto muchísimo más que a ella.

-Está bien, todo está bien.

Acarició sutilmente mi mejilla y se acercó hacia mí. Me di el tiempo de besar su frente y dejar que nuestras respiraciones se acompasaran. Me entendía y jamás podría agradecerle tanto.

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