Verdades

318 18 7
                                    







❇ ❈ ❅ ❄ ❆

Cerca de las seis de la tarde, hora chilena y recién bajábamos del avión, aproximadamente tres horas de retraso. Miré a mi alrededor y todos parecían agotados y algo mal genios por el bebé que no había dejado de llorar en todo el viaje permitiendo que aquellos que deseaban dormir no pudieran lograrlo.

Y ese maldito retraso me dio la posibilidad de vivir ese adiós, de besarla una última vez, de redescubrir el hecho de que por más que estuvieran mal las cosas nosotros seguíamos buscándonos, como si estuviera escrito que al final de nuestras vidas permaneceríamos unidos cuando ya nuestras peleas no significaran lágrimas, ni heridas difíciles de cicatrizar. Las parejas pelean, tienen discusiones y lo sabía. Era algo que todo el mundo comprendía pero nuestras discusiones siempre terminaban en algo más... siempre terminaban rompiendo nuestra relación, desencajándola y eso implicaba un trabajo mayor para volver a recomponerla. Estábamos en el limbo, con Abril nunca sabía dónde estábamos exactamente. ¿Enojados? Sí, ella conmigo y yo con ella, ¿seguíamos juntos? Sí... no... no lo sabía. Era desesperante la situación, desesperante y tormentosa, ambos sabíamos que no estaba bien lo que hacíamos, ni siquiera sabía si continuábamos juntos. Todo el paisaje parecía desvanecerse, más lo único que tenía claro era que a pesar de todo nos seguíamos eligiendo, seguíamos buscando el cuerpo del otro para poder descansar. Ambos éramos dos volcanes en erupción, ninguno podía mantener la calma y era culpa de ambos. Llevábamos nuestra relación al límite, lejos de la calma.

-Hay cerca de treinta personas esperándote, Pablo. Muchas más de lo que pensamos. ¿Quieres...?

-Sí, voy a salir Isabel. Serán unos minutos.

Pasar tiempo con mis fans me ayudaba, mi equipo se ponía histérico cuando notaban que la cantidad de personas sobrepasaban los veinte. Una parte de mí solo quería llegar directo al hotel a dormir, mañana sería el concierto más importante de esta segunda etapa de la gira, más de 12.000 personas repletarían el Movistar Arena y de tan solo pensarlo los nervios se hacían presente. Y aquellas treinta personas que me esperaban ansiosas me acompañarían en el concierto. Solo un par de minutos.

Le sonreí a Isabel mientras seguíamos caminando por el Aeropuerto y ella me miraba extrañada, como si algo dentro de su cabeza no terminara por hacer "clic".

-No me estás gritando ni ignorándome después de lo que hice, eres tan raro.

Esperaba que estuviera mal genio, que llorara por los rincones como lo había hecho en mi antigua relación, que mandara al demonio a todo el equipo y solo me dedicara a dormir hasta que empezaran los ensayos para el concierto.

No lo iba a hacer, ese Pablo que estresaba a todo el equipo con sus pataletas estúpidas por no manejar sus emociones ya no existía.

-Ya me pediste disculpas, ¿qué más te puedo pedir?

-¿Qué lo hablemos?

Me respondió con obviedad.

-No es necesario, Isa.

-No puedes hacerte el Maestro Zen conmigo y obviar lo que está sucediendo, tampoco es la solución.

Inconscientemente arrancaba de mí mismo, estaba huyendo de mi propia verdad e Isabel hacía que me diera cuenta que por más que luchara con estas ganas de hacer como que nada había sucedido de alguna u otra forma debía ser canalizado porque cuando Pablo calla los males se asientan en su cuerpo.

¿Cuándo podré entenderlo? Y es que prefería eso antes de aceptar que mi relación aunque parecía estable no lo era, aunque parecía sana no lo era.

-¿Estás listo, Pablete?

Se acercó Rafa hacia nosotros y me tomó del brazo.

-¿Dije treinta personas? Al parecer son cincuenta.

Solo luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora