Solo luz

Slow dancing

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" Enséñame a rozarte lento,

Quiero aprender a quererte de nuevo,

susurrarte al oído que puedo"

-¿Podrías subirle un poco más de volumen? No escucho muy claro.

Le pedí a Adrián, quien manejaba el sistema de audio de mis conciertos.  Una nueva prueba de sonido, un nuevo concierto dentro de un par de horas en Rosario, añoraba los días libres que se venían hasta el próximo concierto en Buenos Aires. Lo necesitaba y también mi cuerpo.

Nadie sabía del dolor punzante que tenía hacía algunos días en el hombro. Un dolor lastimosamente reconocido por mi cuerpo, acostumbrado a él. Nadie lo sabía, solo yo. Me automedicaba para evitar que se hiciera más potente y a veces daba resultados, solo a veces. No quería decirlo porque me darían algunos días de reposo y quizás se atrasaría el tour,nadie podría soportarlo y menos yo.

Miré a mis músicos, cada uno dedicado cien por ciento a su instrumento, cada uno conectado a la música en su manera única. Miré hacia el frente, a esas butacas vacías, a este enorme espacio que me hacía sentir tan pequeño, minúsculo y frágil. Desde aquí podía contemplar a mi público, ¿ellos sabrían del dolor penetrante que me aquejaba en el hombro?, ¿sabrían que son lo único que ha valido la pena de todo este tour, que gracias a ellos me lleno de energías?, ¿sabrían que a veces Pablo Alborán tiene ganas de mandar todo al demonio y llegar a casa a recostarse en los brazos de Abril Villanueva? No lo sabían, no tenían por qué saberlo.

Pablo Alborán sobre el escenario, su música, su canto debía ser suficiente.

-Probemos nuevamente con la guitarra.

Me aconsejó Lolo quien no parecía enteramente convencido por el sonido emanado por el instrumento. Si había alguien más perfeccionista que yo ése era él, mi amigo.

Retrocedí un par de pasos para agacharme a buscar mi guitarra. La tomé con mis dos manos y cuando hice el movimiento para cruzarla sobre mi pecho un dolor punzante e intermitente me obligó a soltarla. Mi guitarra cayó al piso emitiendo un sonido estrepitoso que se volvió aún más dramático por la acústica del lugar.

-¡Mierda!

Grité cuando el dolor me impidió seguir de pie. Con mi mano derecha abracé mi hombro izquierdo, tratándolo de proteger del dolor, como si así evitara que se me rompiera el brazo. No de nuevo, por favor. No cuando faltaban solo cinco horas para un nuevo concierto.

Cerré mis ojos con tanta fuerza, exigiéndome ponerme de pie, a fingir que nada de esto era tan grave, que podía seguir hasta acabar con todo porque mi público lo merecía.

-¡Pero Pablete, tu hombro!

Escuchaba la voz de Porty llamarme, alguien trataba de ponerme de pie, quizás era Rafa, no sabía, mis ojos no podían abrirse, el dolor era insoportable.

-¡No, no...al hotel! ¡Llamaré a algún doctor de inmediato!

Esa era Isabel, Isabel con su voz disminuida por los nervios. Ya lo habíamos vivido y había sido terrible. De un doctor para otro. Y yo sabía por qué me pasaba esto, yo lo sabía, todo el equipo lo sabía.

Estrés.

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-Por el historial médico esto es puramente estrés tanto físico como mental. ¿Estabas sintiendo dolores últimamente, verdad?