Capítulo 2

1.4K 124 5
                                    

Constanza y Aitana se encontraron en la cafetería, se acomodaron en una mesita al aire libre y enseguida una mesera se acercó con dos menús, en forma de cuaderno con espiral.

― Hola, Karla, buenos días.

― Hola, Ita —y amable, entregó los cuadernillos a cada una.

― Muchas gracias —y se retiró.

― Tal vez sea raro para los meseros que a partir del martes seas su jefa —comentó Cony.

― Es verdad que desde el colegio he trabajado aquí como mesera a medio tiempo, así como ellos, pero les dije que no tienen que cambiar su trato conmigo ahora que seré administradora. Seguiremos siendo todos buenos compañeros.

― Eres un amor, Ita, cuántos te quisieran de jefa.

― Aprendí mucho con mamá en esta cafetería, primero son los trabajadores, segundo los proveedores y tercero, pero no menos importantes, los clientes. Si las personas que trabajan para ti reciben su remuneración a tiempo, si respetas sus horarios, espacios y derechos, estarán muy a gusto. Si evitas los problemas con los proveedores, pensarán en ti antes que la competencia para ofrecerte lo mejor. Y si los clientes están bien atendidos, volverán y recomendarán el lugar. Un trato cordial, buena comunicación, administración y tendrás un negocio próspero.

― No esperaba menos. Tu mamá, mercadóloga y tú, administradora. Ya lo dijiste todo —abrió el menú.

Cony acomodó un mechón de cabello castaño detrás de la oreja izquierda y buscó algo de su apetencia.

Llevaba una blusa morada y jeans negros. Tenía ojos café claros que Ita admiraba. Su piel era canela y sus curvas pronunciadas. ¡Era un mujerón!

Pero la amiga no se acomplejaba ante sus propias curvas más pequeñas, y no por eso, menos atractivas. La naturaleza las había dotado de belleza a ambas en distintas formas.

Se conocían desde el colegio, con la diferencia que Ita recién se graduaría, en cambio su amiga lo hizo dos años atrás, bajo el título de arquitecta.

Tenían la costumbre de encontrarse una o dos veces al mes en la cafetería familiar, a tomar el desayuno o la merienda, y así se ponían al tanto de la vida de la otra.

Aitana se retrasó en los estudios porque se cambió de carrera. Había optado por jurisprudencia, dándose cuenta que los textos muy largos no iban acorde a sus gustos, tenía una mejor relación con los números. Así se encaminó a ser ingeniera comercial.

― Pintamos las paredes, ¿lo notaste, Cony?

― Sí, naranja y beige. Se ve más amplio.

― Era momento de refrescar el ambiente, el morado que teníamos no me agradaba, eso fue elección de mi mamá y mi tía.

― Al menos en la decoración moderna y minimalista sí coinciden.

― Sí —y sonrieron.

Y es que preferían toques sobrios como los asientos y mesas de puntas redondeadas, luces empotradas en la pared, así como toques delicados, vistos en los detalles de las servilletas o en el vinil naranja de las paredes con diseños de tazas humeantes.

La compañía de música jazz o instrumentales de saxofón, complementan la creación de un ambiente acogedor.

― Te digo en serio que me agrada este lugar. Ya ves que lo he elegido para mis citas.

― Lo sé, te he atendido —rió Ita, peinando sus cabellos negros con la mano.

― Pero por curiosa.

El legado de LinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora