Capítulo 11

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Pudo dormir poco y mal. Sobresaltada, inquieta, las manos le quemaban, las cortinas no dejaron de danzar toda la noche, y es que no podía sacarse de la mente cada instante con Omar.

¿Qué tenía ese hombre para desequilibrarla tanto?

Y si necesita una respuesta, para ella, Omar lo tenía todo. Aún después de tantos años sin verlo más que como un lejano y hermoso recuerdo, aun habiendo pasado su corazón por el amor de otros jóvenes, aun creyendo que no se volverían a ver, ahí lo tuvo esa noche en la puerta, al día siguiente en un paseo divino y en su mente como una película infinita, su cuerpo no dejaba de estremecerse.

Por el siguiente par de días pudo dedicar las mañanas al mini market, donde se fijó del movimiento comercial referente a proveedores y administración, mientras Lina le comentaba lo increíble que era Tiago y cómo se le alborotaban las mariposas en el estómago por él.

Por las tardes, Omar recogía a Aitana en su auto, llevándola de paseo por lugares emblemáticos de la ciudad, compartiendo mimos y besos, callándose los sentimientos que ya se demostraban y si salían en palabras, pudieran cambiarlo tanto.

Su piel era de papel, bastaba un mínimo roce para que el viento tomara fuerza. Escuchaba embelesada lo que Omar le contaba sobre la ciudad, sobre política, sobre lo maravillosas que eran las calles en otoño.

Sentía ganas de gritar, de llorar, de estallar en felicidad. Todo al mismo tiempo, porque aún parecía mágico e irreal coincidir después de tantos años. Su corazón le dictaba que definitivamente no podría interesarse por nadie más que él.

Sí, se iría en dos días más, ¿pero qué importaba? Omar estaba ahí, dedicándole su tiempo, sus caricias, su ser entero, haciéndola reír, volviendo a correr el tiempo justo donde habían detenido sus momentos juntos, y ella le preguntaba, le contaba también, sus anécdotas como mesera, su amistad entrañable con Cony, y algo se le atoraba en la garganta cada vez que lo veía sonreír. Casi era imposible contener su emoción.

Una llamada rompió la tarde, Omar debía regresar al viñedo por un inconveniente con un distribuidor.

Y la llevó consigo, por supuesto, que ya era bastante difícil devolverla por las noches a Catalina, como para perder un solo minuto.

El problema se alargó por casi dos horas, pero Ita se involucró y así pudieron resolverlo pronto.

La dulzura que emanaba se transformó en seriedad y determinación, que terminó por enloquecer a Omar. Tan bella e inteligente, no atinó más que quedarse guindado en su mirada y dar por terminado el problema.

― No solo volviste increíble mis vacaciones de aquel año cuando te conocí —habló Omar, un poco ronco, mientras el distribuidor, la gerente, el jefe de sistemas y el de distribución se marchaban—, ahora también resuelves mis negocios.

― Es normal que después de tanto tiempo conversando sobre estos productos dañados y tratando de contactar a toda la cadena de distribución, pues queden un poco embotellados ante el problema. Solo me pareció más acertado bloquear los inventarios, dándoles tiempo para llegar hasta los productos y retirarlos. Lo resolverán rápido.

― Gracias a ti, antes de la medianoche, así será. Lástima que no te pueda invitar una copa de este vino. En su mejor estado es delicioso —tomó la botella y la recorrió con la mirada—. Creo que enviaron uno a mi apartamento.

― Entonces deberíamos ir por ese vino... —se encontró con una mirada sorprendida del hombre— y beberlo todo.

Omar respiró profundo y dejó la botella sobre el mostrador. Tragó grueso, le dio una rápida media sonrisa a la joven y extendió su mano, pidiendo la de ella, a lo cual, Aitana aceptó con elegancia.

El legado de LinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora