Capítulo 17

635 92 3
                                    

Aitana se sentía tan sobrepasada que, a pesar de haber tomado la decisión de prepararse para ser guardiana, no sabía si levantarse, gritar o salir corriendo de regreso a su ciudad natal, así, tal vez allá pudiera despertar de toda la locura que la acechaba, iría a la cafetería, hablaría por teléfono con Omar y aún tendría a su abu... Tal vez todo fuese un terrible y amargo sueño.

Los trabajadores volvieron a la hacienda, después del duelo, lamentando mucho la ausencia de la antigua dueña, pero respetaban a la nieta y confiaban que sería tan buena como su abuela.

Por la noche, mientas Aitana quedó a punto de llamar a su enamorado, escuchó un fuerte galope a lo lejos. Acercándose al ventanal vio llegar a Aila dejando atrás un rayo. Su jinete se bajó habilidoso de su lomo.

«Al fin», pensó la mujer emocionada.

Omar llegó abrigado, con una mochila grande en la espalda, apurado por encontrarse con una Aitana metida en piyama.

Se fusionaron en un beso. Aquel sabor les recordaba a la primera vez, ansioso, suave, etéreo.

La yegua resopló, llamando la atención de la pareja.

Su guardián le dio las gracias y esta se retiró a los establos, y Aitana aprovechó para encaminar al recién llegado hacia su habitación, por el ventanal que daba a los campos.

Después de cerrar la entrada, Ita usó su energía para correr las cortinas.

― Has practicado —dijo en español, mientras se despojaba de la mochila y el abrigo.

― Sí, pero continúo con cosas pequeñas y medianas. Apenas he podido practicar en campo abierto. Los «oscuros» regresaron.

― ¿Te lastimaron, te desmayaste?

― Quedé un poco mareada, aunque pude resistir mejor. Blair los atacó también, aún débil.

― Seguirán volviendo, Ita.

― Lo sé. Es extraño, ¿sabes? Pasé de estar medianamente conforme con lo que podía hacer a ser el legado de mi abu.

― Es abrumador —la abrazó—, puedo entenderlo.

Ita suspiró y se entregó al calor masculino.

Él estaba ahí, guiándola a través de aquella fantasía donde había caballos y personas con particulares habilidades, y en medio de todo, solo el amor que sentía era lo menos loco que le parecía.

― ¿Ya comiste, Omar?

― Algo.

― Traeré chocolate caliente, ¿sí?

― Te acompaño.

Omar se sentía tranquilo, eso le producía la cercanía de Aitana.

Mientras se ocupaba en la cocina, la joven lo puso al día, comentándole la mejoría de Blair, el pesado y avanzado embarazo de Doreen que la mantenía menos activa que antes, y lo duro que trabajó August para nivelar la tierra en el jardín, donde Blair había dejado el barrido, así los trabajadores no preguntarían.

El ingeniero, por su parte, comentó sobre los asuntos laborales que debió atender. El mismo Tiago aún estaba muy afectado, por lo que Omar tenía casi la potestad absoluta de los negocios, por el momento.

Ita sintió un apretujón en el corazón. Podía entender el dolor de Tiago, habiendo sido ella misma el consuelo de su abu cuando Lelo partió.

No pudo evitar preguntar.

― Está sufriendo mucho, ¿cierto?

― Terriblemente. Se siente burlado en esta etapa madura de su vida, donde la muerte espera en cada esquina, sin llevárselo aún, sino a sus compañeras del corazón. Primero fue mi abuela, ahora Lina.

El legado de LinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora