Capítulo 15

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Aitana escuchaba voces a lo lejos, pero pronto retomó la conciencia y supo que aquello provenía de la misma casa.

Reconoció su habitación y dormitada, buscó su celular. En Edimburgo serían las ocho de la mañana.

Bastó un altercado con unos locos para poder dormir mejor.

Decidió asearse rápidamente y salir al encuentro de la discusión que se generaba en el comedor, contiguo a la cocina.

― Es lo que más queremos, August, sí —decía Omar en inglés, mientras alejaba de sus labios una taza de café—, pero no se conocen bien, apenas confían el uno en el otro, están destrozados ahora.

― Tenemos indicios, Omar, vimos a Blair en sueños —respondió el hombre—, está confundido y muy dolido, pero nos pide ayuda, quiere que lo guiemos; por eso hay que contarle todo ya.

― Lina quería ir poco a poco.

― Lina ya no está —y dolió profundamente decirlo.

― Caballeros —Doreen los calló, mirando entre los dos a la joven que se encontraba inmóvil en la entrada del lugar.

El silencio los rodeó. Ita sentía que los desconocía.

― Aitana... —intentó Omar.

― Obviamente algo pasa aquí —dijo despacio, con firmeza— y estoy harta de no saber, de no entender, así que por favor, me dirán de una vez qué carajos está ocurriendo.

De nuevo el silencio jugaba en el lugar, mientras los involucrados intercambiaban miradas.

― De acuerdo —suspiró el español, levantándose—. Ven, por favor.

Despacio, dudosa, tomó asiento en la silla que le ofreció el hombre y cruzó los brazos.

Doreen quedó a un lado después de servirle amablemente una taza de té, mientras August y Omar quedaron frente a la joven, nerviosos y preocupados.

― Nuestra naturaleza se rige a través de cinco elementos —habló Omar—, agua, fuego, tierra, tormenta y aire. Cada uno de estos es representado en la majestuosidad de un caballo. Aila es tormenta, Blair es viento. Ellos tienen habilidades y propósitos especiales, como mantener el equilibrio de la propia naturaleza. Pueden cruzar la frontera entre la realidad y la fantasía, del día a la noche, de la vida a la muerte. Ellos llevan las oraciones a los cielos.

» Se los conoce así desde el principio de los tiempos, hasta que en la travesía uno de los caballos, el de agua, decidió elegir un guardián, un amigo que lo acompañe hasta el final de sus días. Todos los elementos, desde entonces, viajan por la vida con un compañero humano. Pero en la historia se conoce de algunos que, llevados por la ambición del poder, maltrataban a los caballos, abusaban de su energía. Los elementos, es decir, los caballos, decidieron condenarlos a ser almas que vagan en el limbo entre la vida y la muerte. Estos son «los jinetes oscuros». Cada vez que un guardián muere, intentan domar al elemento, por eso atacan a aquellos cercanos o al posible sucesor, con lo que les queda de su propia energía contaminada. Con el tiempo, se han derrotado a tres de los cinco «oscuros».

Omar hizo una pausa. Ita lo escuchaba con atención, pero aquello le sirvió para respirar y asimilar lo que le decía.

― En el mundo, no cualquiera puede ser guardián de un elemento —continuó el hombre—. Se nace con cierta habilidad que se desarrolla al crecer. Energía que ayuda a los caballos a ser más fuertes y así puedan cumplir con sus funciones naturales. Yo soy el guardián de tormenta, antes lo había sido Lucho, tu abuelo. Cuando él falleció, Aila debió escoger un nuevo compañero. Peleó batalla tras batalla contra los jinetes, sin dejarse domar porque todavía no encontraba al indicado.

El legado de LinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora