Capítulo 7

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Al día siguiente, decidieron intentarlo de nuevo. Mientras caminaban, Lina iba comentando:

― Encontré en internet algo interesante sobre el tipo de energía que usas, en complemento con el viento —esperaba que la joven creyera otra de sus mentirillas.

― ¿En serio? Yo estuve buscando, mientras desayunábamos, pero no me apareció nada importante.

― Bueno, tal vez nuestras búsquedas son un poco diferentes.

― Mmm... ¿Y qué encontraste?

― Se llaman iluminantes.

― Bien, ¿y qué es eso?

― Son funciones naturales de los elementos, combinados con la energía.

― Sigo sin entender.

― Exploremos una fácil —llegaron al punto de práctica de antes, quedaban dos botellas en pie—. La brisa es una función del viento. Es sutil, fresca e inofensiva. Combinada con tu energía —tomó la mano de su nieta, direccionándola hacia las ramas de un árbol— se convierte en... y dilo, por favor, brisal.

Aitana miró a la abu, indecisa, y esta le sonrió.

Brisal.

De su mano salió aquel humo blanco, esta vez, mucho más iluminado, pero se desvaneció antes de tocar las ramas, sin embargo, se creó una brisa que las movió.

Se quedaron en silencio.

Brisal —repitió y apuntó con su mano a otra rama y a otra.

Cerró su mano y la observó un momento.

― Abu, ¿qué es esto? No tiene sentido. Energía, iluminantes, luces que salen de mis manos... Yo...

― No estás loca.

― ¿No?

― Por supuesto que no —sonrió—. Ahora conoces la verdadera naturaleza de tu energía.

― ¿Pero de dónde..., por qué yo...?

― Esas preguntas son muy profundas como para formularlas ahora. Sigamos con la práctica, ¿te parece?

La joven suspiró y asintió, a pesar de sentirse indecisa en el interior.

― Ayer, antes de desmayarte —continuó la mujer mayor— usaste tu energía para tumbar la botella. Brisal suele ser muy suave, pero con la debida práctica puede usarse con mucha fuerza. Sin embargo, hay otro iluminante que te la puede proporcionar directamente.

― Okay... —colocó la palma de la mano hacia el frente.

Rafaganta es corta, pero fuerte. Inténtalo.

Rafaganta —y de su mano salió disparada una luz blanca hacia la botella, que se envolvía con el viento. Así, dio en el objetivo.

― Muy bien, Ita —sonrió.

― Son ataques.

― Bueno —la mujer se vio cortada ante la crudeza descriptiva de la nieta—, existen seres un poco amargos ante los que hay que defenderse.

La nieta la miró expectante, porque no cabía decir ya que no entendía a qué se refería.

― Nada, Ita querida. Inténtalo de nuevo.

Aitana intercaló entre una mano y otra, tumbando la botella y achacándola en el piso.

Iluminante tras iluminante.

El legado de LinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora