Capitulo I

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California, estado federado de los Estados Unidos.

Corríamos ligeramente hacia la entrada del sitio, nos dirigíamos hacia la multitud cuando un estruendo imponente se pudo escuchar a nuestro alrededor y el sitio se llenó de lo que parecían hombres vestidos de extravagantes colores que se movían con gracia sobre zancos gigantescos, sin duda alguna, la feria había inaugurado. Estaba impactada, pero aun así, eché un vistazo por encima del hombro mientras mis amigos se encontraban inquietos y vi que un chico cargaba unos pesados bultos mientras los amontonaba en una pequeña caseta, se detuvo por un momento para limpiar apresuradamente el sudor de su frente y su mirada de repente se cruzó con la mía. Los chicos apretaron el paso. No había ninguna duda de que ese chico poso su atención en mí y yo hacía lo mismo.

Infinidad de máquinas de emociones mecanizadas se encontraban allí, así que mis amigos y yo decidimos subir a cada atracción que se nos cruzara en el camino. La oportunidad seria primero para la gran rueda de la fortuna. Junto a mí en la góndola azul, se sentó Alex, mi mejor amiga, una chica muy extrovertida la cual me hacía reír con cada palabra que salía de su boca, no era fácil resistirse al menos a sonreír con cada cosa que decía esa chica. Desde arriba se podía ver todo el paisaje de alrededor, pero mientras observaba lo que mis ojos podían apreciar, yo me sumergía profundamente en la imagen del chico que cargaba esos bultos, seguía en mi mente, era imposible olvidar sus brillantes ojos marrones, que combinaban perfectamente con su cabello castaño y un poco desarreglado. Nos cansamos de ir en el mismo sentido, así que pronto fuimos a experimentar la sensación de adrenalina que nos produce el sistema ferroviario especializado con fuertes caídas y curvas angulosas, la montaña rusa. Tal vez estar de cabeza por un momento haría que ese chico se esfumara de mi mente, pero no sería tan fácil deshacerme de esa fascinante mirada tan penetrante.

Un fuerte olor a caramelo y azúcar cocinado se podía percibir en el aire, así que era el momento de ir por algo de comer y que mejor que un suave algodón de azúcar, cada uno de nosotros compro aquella golosina formada por hilos azucarados de color rosa enredados alrededor de un simple cono, y mientras disfrutaba de cómo se disolvía fácilmente en la boca y dejaba pegajosos los dedos de mi mano, escuchaba carcajadas entre mis amigos, pues mi rostro estaba lleno de algodón azucarado, no me moleste en lo absoluto, todo formaba parte de la genuina experiencia de visitar una feria, al final termine riendo con ellos para luego ir en busca de un baño. Lave mi rostro con delicadeza y salí rápidamente del tocador para damas, extrañamente me volví a encontrar con el mismo chico, pero esta vez no cargaba enormes bultos, era imposible que no lo hallara en todas partes, cuando no estaba rondando por ahí, lo podía ver en mi cabeza una y otra vez, pero de alguna forma su imagen se hacía presente.

Animé a todos para que subiéramos al tradicional carrusel, la típica plataforma rotatoria con asientos para los pasajeros tradicionalmente en forma de caballos. Se desplazaban mecánicamente hacia arriba y hacia abajo para simular el galope de un caballo real. Normalmente, suena muy interminable a menos que seas un pequeño de unos 5 o 6 años de edad, pero era muy absurdo evitar la sensación de lo ridículamente inapropiado, que al final resulto ser muy gracioso. Al dar la primera vuelta pude ver como aquel chico se encontraba sentado junto al carrusel, por momentos fijaba la mirada en mí y en otros la apartaba, cada vez que pasaba y lograba escuchar mis carcajadas, una sonrisa sutil enmarcada por una tenue barba, brotaba de él. Simplemente no podía ser indiferente a aquella mirada encantadora que me traía pensativa toda la noche, olvide por completo que me encontraba allí y ya no era precisamente lo ridículo que nos veíamos mis amigos y yo girando una y otra vez quien sacaba la sonrisa de mi rostro.

Luego de un par de vueltas mas ya no lo podía ver, el chico había desaparecido al igual que la gran sonrisa que atravesaba mi rostro, tenía que verlo nuevamente, ese chico tan cautivador guardaba algo de misterio que me atraía.

Una algarabía casi vehemente se lograba escuchar desde donde me encontraba, las voces y los gritos parecían uno solo, se agitaban de tal forma que parecía una gran manifestación de esas que paran tráfico. Junto a mis amigos quisimos saber de qué se trataba, así que nos apresuramos y a medida que nos acercábamos al lugar, podíamos percibir un cálido ambiente alrededor. Al adentrarnos en la multitud nos enteramos de que el gran bullicio era producido por un show de pirómanos, aquellos hombres manipulaban el fuego como si este no provocara ningún tipo de sensación de quemazón, un espectáculo realmente inverosímil, por un momento agache mi cabeza para situarme y sentirme un poco más cómoda pues, el lugar estaba lleno de personas apreciando el show, al levantar la cabeza y fijar la mirada hacia el frente logre distinguir como de entre la aglomeración aparecía ese chico que me había cautivado desde la primera vez que nuestras miradas se entrelazaron como un par de bejucos, apenas nuestros ojos volvieron a acoplarse en los míos, una sonrisa emergió de su rostro y pronto casi sin darme cuenta el hacía lo mismo, el entretenimiento con fuego pronto pasaría a un segundo plano pues durante todo el espectáculo lo único que podía apreciar era su radiante mirada, incluso más de lo que resplandecía las llamas de aquel show. Algo pasaba entre ese chico y yo, podía sentirlo, al punto que mis amigos comenzaban a notarlo también, me sentían un poco inquieta y casquivana, pronto comenzaron a preguntarse qué sucedía conmigo y porque me estaba comportando de esa manera tan singular, no paraba de sonreír y por momentos liberaba pequeñas carcajadas, sin duda pensaban que estaba chiflada, "¿Qué le pasa a esta chica?" era lo que se podía leer en sus rostros desconcertados y por más que trataba de no dar señal alguna de que la razón por la cual mi comportamiento tan inquieto lo producía aquel chico tan fascinante, comenzaron a darse cuenta de lo que pasaba allí, pero, ¿Qué podría suceder? Era un chico con el cual solo había cruzado un par de miradas y unas cuantas sonrisas, suena muy irrelevante, pero era suficiente para mí como para intentar al menos saber cuál era su nombre.

No sé cómo, pero de alguna forma, un indicio casi susurrado a mi oído me indico que el también, al igual que yo, deseaba que nos conociéramos, así que halle la manera de escabullirme entre las personas que me rodeaban incluyendo a mis amigos, me abría paso entre la multitud como si hubiese cometido un atraco hace unos minutos, aun así, intente no ser muy evidente en mi fuga, pues, no quería que se notara demasiado mi ausencia, de solo pensarlo podía creer que me exponía a una gran aventura de la cual no habría ninguna forma de retornar.

Por fin me encontraba afuera, sacudí un poco los pantalones cortos de mezclilla que llevaba puestos, que por cierto eran mis favoritos y esperaba que me trajeran un poco de suerte para lo que vendría, agite un poco mi cabeza y ordene un poco mi cabello, mire a ambos lados para ver si hallaba al chico en algún lugar, vi que al igual que yo salió de donde nos encontrábamos pero no lograba verlo por ninguna parte, por un momento pensé que solo quería jugar conmigo y jugarme algún tipo de broma ridícula, de la nada mis oídos alcanzaron a escuchar una especie de pitido o más bien como un silbido leve, casi susurrado, me asegure de mirar a todos lados, hasta que de una pequeña caseta de madera que se encontraba semipintada de color azul, pude verlo, atrajo mi atención agitando suavemente su mano, podría reconocerlo donde fuera pues su imagen se encontraba marcada en mi cabeza como un tatuaje permanente en la piel. No dude ni un solo segundo y pronto me acerque hasta donde él se encontraba.

Amor AmericanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora