Capítulo XXIV

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Annie

La azafata nos preguntó si queríamos sentarnos en la Salida de Emergencia. Claramente aceptamos, pues en este lugar había más espacio y podíamos estirar un poco más las piernas. Era un largo vuelo y esto parecía indicar que todo andaría bien.Si antes me sentía mal, creo que ahora me sentía peor. Estaba siendo la peor persona que podía existir en el momento, tal vez una traidora, pues, le había prometido que cuando regresara de la guerra, ahí estaría yo, esperándolo con los brazos abiertos, pero me encontraba en un avión que en pocos minutos despegaría hacia otra ciudad y volvería estar lejos de él, sin antes haber ocurrido al menos un breve reencuentro, para decirle si quiera que me perdonara por lo que estaba a punto de hacer. Si yo me encontraba allí, no era porque mi voluntad así lo quisiera, en realidad lo hacía por mis padres, que tendrían una mejor vida en New York, en la que estaríamos cerca de mi hermano y yo podría hacer uso de aquella beca que se me seria otorgada y únicamente valida en la gran ciudad, ¿Cómo decirles no a todo eso?

-Querida ¿Sucede algo? ¿Estás bien? -Pregunto mi madre.

-Eh... sí, claro...

-No sé, te noto un poco afligida.

-No sucede nada madre, todo está bien.

-Es por Austin ¿Verdad? -Dijo tomándome de la mano.

La mire directo a los ojos y aunque en mi interior quería decirle casi gritando que sí, que algo si pasaba, ese algo era Austin, que por dentro moría al sentir que le estaba defraudando, pero no pude, no sentía el valor para decírselo, así que simplemente deje escapar una pequeña sonrisa y reitere que todo estaba bien y que estaba feliz de realizar ese viaje -Voy al baño, no tardo- dije mientras me paraba de mi asiento, mi madre solo asintió con la cabeza.

Camine por el pasillo, entre los demás pasajeros con mi cabeza gacha hasta llegar al baño, allí lo único que hice fue apoyar mis manos sobre el lavamanos, así dure un par de segundos y una pequeña lagrima broto de mis ojos, cayendo sobre el granito de la loza, levante mi cabeza, mire al techo, abrí el grifo y juntando mis manos tome un poco de agua y lave mi rostro, pasando mi brazo por el rostro lo limpie, para luego mirar el dije en mi cadena el cual compartía con él y me hacía recordar tantos momentos que viví junto a él antes de que se fuera a la guerra, tal vez intentaría borrarlo de mi mente, pero estaba totalmente segura que a la mitad del proceso, todos aquellos recuerdos que atesoraba, invadirían mi mente y harían que le volviera a querer aún más.

Recuerdo esas noches en las que hablábamos horas de las cosas más impensables que pudiese haber en una conversación, las veces que me hablo de extraterrestres y yo de galaxias enteras, él de zombies y yo de moléculas, de sus temores y yo de mis defectos, de la vida y yo del amor. Recuerdo la primera vez que me abrazo, en ese momento yo inhale y exhale profundamente, mientras sentía como la vida volvía a ser especial, cuando miraba sus ojos y podía sentir como su encanto me atrapaba y no me soltaba ni por un solo segundo, era algo tan misterioso y complejo que no me importaba perderme en ellos, pues, a cada instante me decían que él me amaba, siempre quise ser sus lágrimas y tal vez suene bizarro, pero es que cada una de ellas nacía de su corazón, brotan de sus ojos recorriendo sus mejillas, hasta morir en sus labios, aquellos labios que gritaban un beso, esos besos en los que mis labios se fusionaban con los suyos y me hipnotizaban. Me dejaba llevar por la profundidad de su mirada, la suavidad de sus manos, la calidez de sus brazos, recuerdo cuando el solía decirme a cada minuto que yo sería el amor de su vida, recuerdo cuando era el mi primer pensamiento antes de dormir, recuerdo esa indescriptible manera en la que estremecía mi alma, los sobrenombres cursis que me ponía, todas sus locuras, recuerdo todo, absolutamente todo, tengo muchos recuerdos, pero el siempre será mi recuerdo más preciado, eso que tuve solo un ratico de mi vida y ame a cada minuto, eso que me quitaba el sueño a cada madrugada y me dejaba con una sonrisa inigualable aquello que sería lo más probable, no volvería a tener y es que cuando lo vi la primera vez, no vi sus defectos, ni siquiera su aspecto, vi sus grandes ojos que me flecaron, me enamoraron y lo siguieron haciendo cada día del calendario, vi el reflejo de un hombre perfecto, vi que eran de esos que jamás se olvidan y que por más que lo intentes siempre te aferras, de esos por los que darías tu vida si fuese necesario, sonreí y lo ame como nunca, aun lo seguía amando, si hubiera sabido que aquel día, en el que partió, iba a ser el último en el que lo viera, le habría abrazado tan fuerte que no hubiese sido necesario decirle que lo amara pues sentiría el latir de mi corazón en su pecho. Después de una larga espera todas las personas se pusieron en sus lugares. Todos con los cinturones de seguridad ajustados, el asiento recto y la mesa reclinable cerrada. Nos preparábamos para el despegue, anunció el piloto. Pero el avión no se movía.

Amor AmericanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora