Capítulo XI

26 2 2
                                    


Amar a alguien es algo que nos define: define quién somos. Quienes nunca nos dejan son las personas a quienes amamos. Pero también puede existir la posibilidad de que se vayan, o que salgan debido a otras razones de nuestra vida, pero nunca se van de nuestra mente. Su recuerdo nos provoca emociones fuertes. Su presencia en nuestras vidas tiene una influencia tan importante en nosotros que, debido a ellos, somos personas diferentes.

Había podido comprender que amar, hacía que las emociones siempre estén a tope, los sentimientos van y vienen. Te sientes como si pudieses flotar sobre una nube, te sientes así sólo con poder amar, una sensación que no quieres dejar de sentir. A nadie le gustaría dejar de sentir algo como eso, y ese es el problema: llega un momento en que te toca bajar de la nube.

Amar no es tanto sobre las emociones, tiene más que ver con los pensamientos. Pensar en esa persona, querer lo mejor para ellos, hacer lo que tengas a tu alcance para poder hacerla feliz y preocuparte de ellos tanto, o más, de lo que te preocupas de ti mismo: eso es amor. Las emociones que vienen con el proceso son beneficios adicionales.

Una vez que pasas la etapa de simplemente estar enamorado de alguien a comenzar a amarlos, tienes que aprender a dejar ir esta sensación de estar en una nube y aprender a vivir con emociones menos estridentes. Necesitas que esta persona sea parte de tu vida de cualquier forma posible, no porque quieras ser dueño parcial o completo de esa persona, sino porque quieres darle una parte de ti mismo, amar a alguien es sentir que valen tanto como para entregarles parte de ti. Cuando amas a alguien, no puedes dejar de amar a esa persona, ya que requeriría dejar de amar esa parte de ti. Pero no se trata de apropiación, se trata de querer lo mejor para esa persona: algo que, a veces, involucra dejarlos ir.

Cuando vi que Austin sostenía un sobre blanco en su mano y oía como de su boca decía que había sido uno de los hombres seleccionados, todo dejo de funcionar correctamente. Luego de eso, sentí como si mi corazón se hubiese detenido, mi espalda se heló completamente, mis manos estaban frías y los nervios que recorrían mi cuerpo, parecían entumecerme. Austin solo empuñaba fuerte sus manos, al punto de arrugar aquel sobre, mientras inclinaba su cabeza. Me retiraba muy, muy lento, hasta que acelere el paso y corrí hacia mi habitación.

— ¡Annie espera! —Grito Austin.

—Aguarda muchacho. —Dijo mi padre.

— Pero...

—No es un buen momento y lo sé... Pero, esto la ha afectado mucho.

—El señor Milligan tiene razón Austin, ambos están muy afligidos por esta noticia. —Expreso la señora Elizabeth, mientras reposaba su mano sobre el hombro de Austin.

—Madre... solo quiero hacerle saber que si me llego a ir, yo...

—Ya habrá tiempo para que lo hagas.

— ¿Cuándo?

—Luego...

— ¿Luego? ¿Luego cuándo?

—Austin...

— ¿Cuando sea demasiado tarde? — Renegó Austin.

— ¡Espera Austin!

Me había encerrado en mi habitación, me recosté sobre la puerta mientras no dejaba de sollozar, en ese momento escuche como el motor de un auto retumbaba, así que corrí rápidamente hacia la ventana y apenas abrí las cortinas veía como Austin intentaba poner en marcha su auto, pero podía ver en su actuar, la vehemencia que llevaba, hasta que lo consiguió y comenzó a alejarse rápidamente y poco a poco desaparecía en el horizonte. Solté las cortinas y me retire de la ventana, me deje caer sobre mi cama, como si me pudiese hundir en ella, quería desaparecer, quería poder morir y nacer nuevamente y creer que nada de esto estaba sucediendo, que era una especie de pesadilla de la cual, en cualquier momento despertaría y que al hacerlo, vería que todo se encontraba como lo era siempre, aparecieron esas ansias de llorar, de querer estar sola, pero al mismo tiempo querer un abrazo y aunque intentaba ser fuerte, apretaba fuertemente la mandíbula, en mi garganta se hacía un nudo gigantesco y un par de lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas hasta caer sobre la almohada, tome una de ellas entre mis brazos y la sostuve con fuerza, sentía como si me faltara el aire y no pudiera respirar, sentía como si mi alma muerta saliera por cada una de esas lágrimas, dejando a un cuerpo aun vivo y poco a poco el dolor se precipitaba más y más, y aumentaba.

Amor AmericanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora