Desenmascarados

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El sol ya se había levantado desde hacía rato cuando Henry abrió los ojos. Por un breve momento se preguntó dónde se encontraba, antes de que todo le viniera a la memoria: el intercambio con su hermano, el mágico encuentro con su madre biológica y la promesa de un día que se anunciaba increíble. Pero solo cuando escuchó un ruido en la cocina se decidió a salir de la cama. Emma lo acogió con una gran sonrisa.

«Hola, hombrecito, ¿al fin de pie? Toma, tu chocolate. ¿Has dormido bien?»

«Muy bien, mamá, ¿y tú?»

«¡Genial! De hecho, es la primera noche que duermo tan bien desde hace diez días...No estaba tranquila sabiéndote lejos de mí. Pero ahora que estás aquí, voy a poder recuperar mi cuota de sueño»

El desayuno transcurrió entre alegría y despreocupación, pero Emma dijo

«Por cierto, le he propuesto a Ingrid que pase a vernos mañana, ¿qué te parece?»

A pesar de su prodigiosa memoria, Henry no conseguía ponerle una etiqueta al nombre de "Ingrid". ¿Qué le había dicho Matthew? ¿Quién era ella? Era imposible que se acordara si su hermano no le había contado nada. Ante la ausencia de respuesta de su hijo y su rostro que seguramente debía enarbolar una expresión de desconcierto como nunca, Emma continuó

«A ver, si no quieres, no pasa nada, eh...Pero como ella te cae muy bien, pensaba que te gustaría volver a verla...»

Su expresión inquisitiva inquietó por un momento a Henry que se dio prisa en añadir

«Ok, no, mamá, ningún problema, no te preocupes, es solo que pensaba pasar el fin de semana contigo, por cierto....»

Y Henry cambió de tema enseguida, no quería que la conversación derivara hacia esa Ingrid de la que ignoraba todo. Habló de lo que iban a hacer durante ese bello día. Pero Emma parecía ida y se quedó pensativa. Al final, se prepararon rápidamente y su bello día comenzó por un paseo por el parque y el pic-nic al mediodía. Hacía un tiempo radiante y Henry admiraba la cabellera dorada de su madre que resplandecía bajo el deslumbrante sol del verano. Tenía la impresión de formar parte de la foto que le había enseñado Matthew en el campamento, la primera vez que había visto el rostro de su madre, y sintió que las lágrimas estaban a punto de hacer su aparición. Emma lo observó en silencio un momento antes de preguntarle, con tono inquieto

«Escucha Matt, veo que no te encuentras bien desde tu regreso. Lloras mucho más que de costumbre, estás distante, recoges la mesa y te salen palabras raras. ¿De verdad no quieres contármelo? ¿Ha pasado algo en el campamento?»

«No, de verdad, estoy bien, te lo juro, ¡no te preocupes! Es verdad, el campamento me ha cambiado, pero es normal, me estoy convirtiendo en un adolescente y diez días en convivencia, ¡eso te hace un hombre!»

«¡Jajajajaj, ahí estás mi hijo! ¡Venga, comete el sándwich, y nos vamos a la piscina!»

Henry había sabido salir del paso a tiempo. Pero ¿había Emma dejado sus sospechas de lado?


En Storybrooke, Matthew desayunó solo en la gran cocina y como lo había planeado, fue a dar un paseo por el pueblo. El aire marino era agradable y era un cambio con respecto a la polución de Boston. Caminaba a grandes pasos cuando llegó delante del Granny's Dinner. Por naturaleza curioso, entró en el café. Tras la barra se encontraba una joven morena, muy alta, delgada y vestida de manera como poco extravagante para tal pueblo. A su lado, una señora mayor que parecía ser la dueña le daba las comandas que la joven se apresuraba en servir a los clientes sentados en las mesas.

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