Epílogo

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«¿Estás seguro de que es aquí?» preguntó el hombre con fuerte acento escoces ante el timbre con el nombre «Swan Mills»

«¡Sí, mira!» le respondió su hijo extendiéndoles a sus padres la invitación que había recibido unos días antes

Como ocasión de la celebración de sus 12 años

Henry y Matthew Swan-Mills te invitan a su merienda de cumpleaños que tendrá lugar

en el 108 de Mifflin Street, Maine, USA

el sábado 11 de octubre a partir de las 14:00.

¡Esperamos volver a verte!

En la parte baja de la elegante tarjeta, encima de los habituales números de teléfono, los dos muchachos habían puesto sus firmas, la de Matthew decorada con un pequeño emoticono sonriente. Leo volvió a coger la tarjeta de las manos de su padre y tocó, impaciente de volver a ver a sus amigos de las vacaciones. La puerta se abrió rápidamente y aparecieron los gemelos enarbolando una gran sonrisa.

«¡Leoooo, qué contento estoy de que hayas venido!» gritó Matthew, pronto seguido por Henry que le estrechó entre sus brazos.

«Buenos días, señor, buenos días señora» dijo Henry a los padres de su compañero, cuyos cabellos de un rojo deslumbrante recordaban claramente a los del hijo «¡Entren, voy a presentarles a nuestras madres! ¡Mamá, ma, Leo ha llegado!»

Regina y Emma, que estaban ocupadas en la decoración del pastel, salieron rápidamente de la cocina, y extendieron la mano a los padres.

«Señora, Señor» dijo Regina «Encantada de conocerlos. Yo soy Regina Mills, y esta es mi compañera, Emma Swan, la madre de nuestros hijos»

Diciendo esas palabras, ella rodeó la cintura de Emma con un brazo posesivo. Los padres de Leo respondieron tan cálidamente, intentando disimular cierta incomodidad ante esa pareja inhabitual. Tras haberlos invitados a pasar al salón junto con los otros invitados que ya habían llegado, volvieron a la cocina donde tenían que terminar el glaseado. En cuanto entraron, Emma le dijo, con una sonrisa pícara

«¿No puedes evitarlo, verdad?»

«¿De qué hablas?» respondió Regina, que apenas había levantado la vista de su glaseado que no quería estropear por nada del mundo

«De poner incómoda a la gente...¿Te gusta, eh?»

Emma se acercó a Regina y la estrechó por la espalda, dejando la cabeza reposar en uno de sus hombros.

«No los pongo incómodos» respondió ella, algo molesta, pero apreciando el contacto con Emma «Solo que no quiero esconderles nada. Estamos juntas, nos amamos, ¡les guste o no!»

Emma rio ante la posesividad y combatividad de su compañera, y depositó un tierno beso en su cuello. Ella, que había luchado durante tanto tiempo contra sí misma para aceptar su pareja, ahora parecía querer gritar al mundo entero que vivían finalmente felices.

«¿Te hace reír cuando digo que te amo?» respondió ella, ligeramente molesta

Emma le dio la vuelta para mirarla a la cara y le cogió las manos

«No» respondió ella seriamente «¡Me río porque estoy feliz!»

Depositó afectuosamente rápidos besos en los labios y salió de la cocina diciendo

«¡Venga, ven, no podemos hacer esperar a nuestros invitados!»

Después, añadió, asomando la cabeza por el marco de la puerta

Siempre te encontraréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora