El secreto del anticuario

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Estaba devastada por las horribles palabras que acababa de decirle a la última persona a la que hubiera querido decírselas, pero Regina sabía que había tomado la decisión correcta. Aunque su corazón nunca se recuperara, lo había hecho por Emma. Ella no tenía el derecho de amar libremente, y lo sabía.

Tras un largo rato llorando en el mismo suelo, logró calmarse y obligarse a levantarse. Tenía que acabar con todo. Tras haberle dicho a los chicos que saldría y haberles pedido que se portaran bien, tomó la dirección de Main Street, con el alma en los pies.

Se encontraba delante de la vitrina del polvoriento establecimiento lleno de objetos diversos y variados, no se decidía a entrar. Sabía que entrar ahí sería un acto sin vuelta atrás. Finalmente, tras unos minutos de reflexión, inspiró profundamente y empujo la puerta acristalada.

La campanilla sonó, y rápidamente la joven compañera del anticuario apareció tras el mostrador. Sonrió amablemente a Regina, que ni se tomó la molestia de obligarse a devolverle la sonrisa. Es más, no estaba haciendo ningún esfuerzo por parecer contenta. Estaba asolada y no buscaba ocultarlo. Belle se dio cuenta enseguida.

«Buenos días, Regina. ¿No está usted bien?»

«Estoy bien» respondió sin ninguna convicción, con voz grave «¿Puedo hablar con Gold?»

«Euh, sí, por supuesto, voy a decirle que está usted aquí...» respondió ella, algo atónita por el malestar aparente de la que siempre parecía ser dueña de sí misma.

Tras un breve instante, el propietario del lugar apareció tras el mostrador y le sonrió falsamente a Regina. Después, se giró hacia Belle, y le dijo de forma, más o menos disimulada, que los dejara solos.

«Señora alcaldesa...Imagino que tu presencia en mi modesta tienda no es una simple visita de cortesía. ¿Acaso se debe a una gran decisión?» el viejo saltaba feliz en su interior.

«En efecto...»

«Bien, eso está bien...¿Entonces le has hablado de Daniel? ¿Sabe finalmente cómo murió? ¿Sabe...los riesgos que ella corre?»

Parecía una fiera deleitándose con su presa, divirtiéndose jugando con ella antes de devorarla. Ese mismo cruel instinto depredador se leía en sus ojos, pero Regina ya no tenía más fuerzas para luchar. Ella respondió lo más sencillamente posible.

«No. Pero no tiene nada de qué preocuparse. No la volveré a ver más, he puesto fin a lo que ella intentaba comenzar conmigo»

Regina no deseaba realmente dar la satisfacción a Gold de ver que sus amenazas habían sido escuchadas. Pretendió dar la apariencia de que su decisión venía solo de ella. Pero el anticuario no era ingenuo y se llevó a un aparte a Regina

«Ha hecho bien. No te habría gustado que ella sufriese el mismo destino que tu querido y tierno Da...»

«Está bien, ya se lo he dicho» lo cortó ella bruscamente

No soportaba el irónico desprecio empleado por Gold cuando hablaba de Daniel. Y aún menos, las amenazas cada vez menos disimuladas contra Emma.

«Entonces le informaré de tu decisión. Creo que ella estará satisfecha...» continuó él misteriosamente

«Pero, ¿por qué después de todo?» preguntó Regina tras un breve instante, con un tono vacilante entre la cólera y la tristeza

«¿Por qué qué, querida?»

¡Oh, cómo amaba él ese juego del gato y el ratón! Ver a Regina debatirse e intentar vivir a pesar de todo lo habría enternecido si tuviera un mínimo de compasión. Pero parecía vacío de esta como de corazón.

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