¿Qué hacer?

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Era la una de la madrugada y Regina acababa de acompañar a Emma hasta el motel. Aún imbuidas por la conversación que habían mantenido en el restaurante unos minutos antes, no lograban decirse adiós. Emma hubiera querido decirle tantas cosas, pero las palabras eran insignificantes frente a lo que había vivido Regina. Así que, en un impulso de coraje, le tomó las manos y le sonrió. Regina bajó la mirada, y observó sus manos unidas como si fuera lo más natural del mundo. Cuando elevó los ojos, su corazón dio un salto al percibir, a pesar de la oscuridad, el oscuro resplandor en la mirada de la rubia.

Hundidas en la oscuridad de la noche, estaban bien. Se sentían protegidas como en una burbuja donde ningún mal podría alcanzarlas. Tranquilas por el confortable silencio que se había instalado entre ellas, acunadas por el dulce frescor de esa noche de verano, Emma tomó valor y avanzó despacio hacia los labios tan provocativos de Regina. Pero la morena frunció el ceño y retrocedió instintivamente. Emma comprendió inmediatamente su rechazo y se detuvo en seco, roja de vergüenza.

«Buenas noches, miss Swan...» le dijo, sin atreverse a mirarla a los ojos. Y con la cabeza baja, retiró sus manos de las de la rubia y subió a su coche.

«Buenas noches, Regina...»

Mientras ascendía las escaleras que la llevaba a su habitación, Emma se maldecía por ese gesto fuera de lugar. Ahora estaba segura, ella no querría volver a verla nunca. Pero, ¿qué se le había pasado por la cabeza? ¿Por qué tenía tendencia a estropearlo todo?

Aún estaba carcomiéndose por dentro cuando abrió la puerta de su habitación, intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a Matthew. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, su respiración repentinamente comenzó a hacerse irregular y el ritmo de su corazón se aceleró. La cama de su hijo estaba vacía. Se precipitó al cuarto de baño, nadie. Movida por un instinto animal de protección, comenzó a rebuscar por los rincones de la pequeña habitación. Bajo la cama, nadie; tras la puerta, nadie...

Corrió escaleras abajo, hasta la recepción, esperando encontrar a alguien, Granny o cualquier otro cliente....¿Pero quién iba a estar levantado a esas horas de la madrugada? En pánico, cogió su teléfono y marcó el primer número que le vino a la mente. Le importaba un comino si estaba rencorosa por su intento de besarla de hacía un momento. La situación era demasiado grave como para dejarse llevar por el remordimiento.

«¿Miss Swan? Estoy en el coche, de verdad no puedo...»

«¡Regina! ¡Matthew ha desaparecido! ¡No está en su cama!»

Era la primera vez que Regina veía a Emma en ese estado y su angustia la inquietó.

«Escuche, aún no he llegado a casa. No se mueva, doy la vuelta y lo buscamos juntas»

Colgó y dio media vuelta en plena calle. ¿Le habría pasado algo? ¿Y si se hubiera sentido mal y había tenido que llamar a la ambulancia? No, imposible...Emma habría sido avisada. ¿Habría huido? ¿Dónde podría estar? Mientras conducía hacia el hotel, los pensamientos de Regina estaban en ebullición. Casi tan angustiada como Emma, no se dio cuenta de que, por primera vez en su vida, se inquietaba, se inquietaba de verdad por un niño que no era Henry.


«He mirado por todos lados, incluso he ido a la recepción, al comedor y a la cocina. ¡No está!»

«Cálmese, miss Swan. Su hijo es espabilado e inteligente. Seguramente no le ha pasado nada. Subamos a mirar en la habitación»

Ella no sabía si era gracias a la presencia de Regina, pero Emma se sintió un poco más calmada. Las dos lo iban a encontrar, Regina se lo había asegurado. La rubia estaba mirando otra vez debajo de la cama, cuando Regina la llamó

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