teacher | seis

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No me interesó la incomodidad que representaba el llevar un vestido largo y estar en el suelo a horcajadas de un hombre. Tampoco le presté atención a lo desalineados que nos veríamos luego. Y mucho menos tuve cuidado con el hecho de que sólo faltaban minutos para su cumpleaños y se encontraba robándome el aliento en una habitación apartada a escondidas de todos los invitados y sus padres.

JungKook tuvo el descaro de ser el primero en hacerme sentir el deseo de sus manos tocando mi trasero por encima del vestido. Era la primera vez que experimentaba algo así, y volvía a ser un manojo de nervios. ¿Era porque se trataba de JungKook o porque así es como reacciona una mujer a sus primeras veces? No pude evitar percibir una excitación creciente en mí cuando se separó de mí para volver a besar mis labios una y otra vez, pudiéndose oír el ruido mojado de los besos. JungKook dejó de divertirse con mis labios para dejar un hilo de besos húmedos desde la comisura de mi labio, pasando por mi mejilla, la línea de mi mandíbula, hasta llegar a mi cuello. Sufrí un estremecimiento al sentir cómo besaba distintas zonas de mi cuello sin reparar en ningún lugar específico. Pude oler la fragancia de su colonia, él siempre usaba la misma, pero esta vez me pareció diferente, como si me deleitara aún más su aroma masculino.

Cuando él mordió suavemente una zona tan sensible como mi cuello, no pude eludir un pequeño gemido. Mis mejillas se tiñeron de un rojo carmesí y percibí como el último rastro de decencia que tenía se iba con ese gemido. Por Dios, había gemido en el oído de JungKook. Y según yo, no había sido un sonido de lo más grato. El susodicho siguió mordisqueando mi cuello sin piedad, y reforzando el agarre de sus manos en mi trasero luego de advertir mi gemido.

Sin embargo, no estaba preparada para la dura sensación de la que me percaté después. Sabía muy bien de que se trataba, entendía muy bien el concepto de lo que una erección prepotente era aunque nunca hubiese visto o sentido una en persona. Justo donde yo estaba sentada, era donde el miembro de JungKook comenzaba a cobrar vida. Al ser primeriza en todo esto mi primera reacción fue la del pánico. ¿Y ahora qué? Nunca había tenido a un chico excitado enfrente de mí, no tenía mucha idea de lo que debía hacer. ¿Debería dejarlo pasar, tal vez tocarlo, moverme, apurar las cosas? ¿Qué? Fue en ese entonces cuando decidí hacerme hacia atrás, cortando con los cautivantes besos de JungKook.

—¿Pasa algo, YoungSoo? –preguntó con la respiración agitada, a centímetros de mi cara, al ver mi semblante preocupado.

—Yo... es que... –vacilé. ¿Cómo diablos le decía ahora que me había puesto nerviosa, porque me ponía como una adolescente hormonal sin experiencia?

—No quieres, ¿es eso?–anticipó haciendo hacia atrás su cabeza hasta apoyarse en la puerta nuevamente, como resignado. Mierda, estaba dando a entender todo mal. Yo sí quiero JungKook, lo que querido por mucho tiempo, joder.

—¡No! No es que no quiera.

—¿Entonces?

—Es que yo nunca he estado con nadie y... –titubeé en un intento de explicarle. Él me miraba atento, sin inmutarse, esperando que terminara de hablar. Pero que me observara tan fijamente sólo incrementaba mis nervios–, es decir, hace unas horas ni siquiera sabía qué diablos era un beso francés y parece que tú sabes mucho del tema y yo no... Soy una estúpida, una novata. Y ya que estoy siendo sincera, no tengo ni la menor idea de qué hacer–admití ya colmada de bochorno. Creo que hasta soné un poco enfadada, conmigo misma desde luego.

—Ya veo –dijo después de unos segundos, como si lo que hubiese dicho sólo hubiera sido una tontería de niños–. Si ese es el problema... no me queda más remedio que enseñarte.

—¿Perdón?

¿Enseñarme? ¿Enseñarme a qué? ¿Acaso existían libros, manuales de sexo para vírgenes y JungKook tenía uno? ¿En verdad estaba dispuesto a hacer semejante cosa como lo es "insturirme" sólo con el fin de poder tener sexo conmigo?

—Sí, considero que tenemos la confianza suficiente como para que me aceptes para enseñarte –se encogió de hombros como si lo que salía de su boca no fuese la gran cosa en verdad–. Ya que siempre has tenido esa tendencia de creer que todo se aprende con clases, no hagamos de esto la excepción.

Era un hecho, lo había escuchado fuerte y claro. JugKook acababa de proponerme ser mi "instructor sexual" en el despacho de su casa, conmigo aún sentada en la parte baja de su abdomen.

—¿Eso es alguna parafilia tuya? –entrecerré los ojos, aún desconfiada de su propuesta.

—¿La de ser una especie de profesor? No realmente –contestó con una pequeña risa, en sus ojos pude observar cómo se veía ciertamente ilusionado–. Pero no voy a negar que me pone muchísimo el saber que seré yo el que te de lecciones de sexo.

—No hables así, por favor –pedí. Si ya estaba avergonzada con el haberle confesado de que era toda una primeriza en el asunto, no podía con ese habla tan obsceno. Sentía que no era momento de mojar mis bragas ahora, pero era tarde porque él lo había logrado.

—El hablar sucio es algo esencial, YoungSoo –me dijo como si estuviese resultando aburrida. Luego se acercó a mi oído para susurrar–: ¿O acaso no te causa nada el que te diga que me pone duro sólo la idea de pensar en cómo sería si estuvieras montándome ahora mismo, en donde estás sentada?

Demonios, sí. Tenía ganas de moverme adelante y hacia atrás sobre él para poder sentirlo, pero no sé si eso encajaba con el asunto, o si parecería alguna especie de perra en celo. No quería generar ese aspecto, así que opté por quedarme con las ganas, y reprimir todo lo que sentía apretando los puños, arrugando su camisa una vez más.

—No te quedes callada –demandó al ver que yo no decía ni hacía nada más que estrujar su camisa.

—Yo quier hacer algo pero... no sé si estará bien –expresé vacilante, evitando mirar su rostro. Pero vamos, que si seguía así iba a aburrirlo demasiado pronto.

—¿Qué cosa?

—Esto.

Entonces lo tomé de los hombros suavemente y comencé a mover mis caderas hacia adelante y hacia atrás, con el movimiento más parsimonioso del mundo. Dios, eso se sentía tan bien para mí. Al tener un vestido largo, pude sentir como en una parte eran mis bragas las que hacían contacto directo con el pene de JungKook sobre su pantalón. Me mordí el labio y cerré los ojos, para no cohibirme en el mejor momento. Admito que lo hice para no ver su reacción, porque si me pedía que parara sinceramente no sabría donde meterme. Pero me obligué a hacerlo cuando escuché que de su garganta salió un gruñido medio suplicante, para luego percatarme de que sus manos estaban tomando mis caderas en movimiento, pero sin embargo no impedían la fricción.

—Ah, mierda YoungSoo –gimoteó–. Eso está bien, eso está muy bien –murmuró perdiendo el aliento. ¿Entonces le había gustado? ¿Lo disfrutaba tanto como yo lo hacía? Mis dudas se contestaron solas cuando intensificó la fuerza con la que tomaba mis caderas y solicitó–: Sigue por favor.

No supe en qué momento exacto fue que mis movimientos leves y parsimoniosos habían sido reemplazados con la ayuda de JungKook por unos más duros y profundos. Tanto él como yo sentíamos una desesperación por calmar ese urgido deseo que nos estábamos provocando. Al movimiento se sumaron los besos, algunos largos y duraderos y otros fugaces para acallar nuestra irregular y ruidosa respiración. No supe cuánto tiempo había sido el que nos mantuvimos de esa manera, ¡y quién diría que había sido yo la de la primera maniobra esta vez! Pero esa dulce y dolorosa fricción que nos dábamos como dos adolescentes hormonales fue interrumpida por dos sonidos: el del reloj de pared antiguo marcando las doce en punto con un estruendo lo suficientemente alto como para llamar nuestra atención; y el jaleo intensificado que se escuchaba y provenía de abajo, donde se desarrollaba la fiesta. Eso sólo podía significar una sola cosa.

Nos observamos mutuamente. Esbocé una sonrisa de felicidad y acuné su cara entre mis manos. —Feliz cumpleaños, JungKookie –susurré con la respiración agitada. Su respuesta fue sonreír bobamente, pero feliz. Después de todo el inicio de su decimonoveno cumpleaños no había sido tan malo.

—Ven aquí –tomó mi mentón entre sus dedos pulgar e índice, y me acercó a sus labios. Primero los besó superficialmente, en un casto contacto, pero aún así transmitiendo un sentimiento similar al que me daba cuando solíamos besarnos así. Me pregunto si aún así, si esto no hubiese pasado y nuestra amistad seguía de la manera corriente e inhibida, me hubiera besado de esa misma manera, tan inocente. Pero después todo rastro de candidez se borró cuando asaltó mis labios de esa manera tan nueva para mí, pero esta vez ambos sonreímos en el beso–. Ya sé qué quiero de regalo.

teacher | jeon jungkook +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora