teacher | veintiuno

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Ciertamente, me era difícil verlo a los ojos luego de lo que había hecho, y eso que visto desde algún modo más profundo, en verdad no había sido nada. Esa misma noche, la personalidad general de JungKook parecía haber sido reemplazada; como una especie de imitación de mala calidad, lucía como él pero en esencia carecía de autenticación. Seguramente no tenía mucho que ver con lo que habíamos —o más bien había— hecho hacía unas horas, era consciente de aquello. Pero de lo que no estaba segura un cien pociento, era de si no me incumbía a mí desde otra óptica.

En la cena casi no había abierto la boca, cosa que era indudablemente extraña sabiendo que el diálogo con sus padres nunca faltaba; con esto no me refería a que fuese siempre ameno. Pero JungKook permaneció mudo, aplicando un peso extra a algo que ya de por sí era incómodo. Era extraño tomar asiento a un lado de la madre de mi mejor amigo, embarazoso como si estuviera al tanto del acto sucio que había estado haciendo con él. Tal vez por eso fue que la cena sólo duró quince míseros minutos, pero que transcurrió en lo que a mi parecer fueron tres horas. Supe que ya no tendría que soportar la insufrible reunión cuando capté la mirada de JungKook, que susurraba un rescate.

Entonces ambos nos disculpamos y nos levantamos primero de la mesa. Caminamos fuera del amplio comedor de paredes amarronadas, y pude notar como quien estaba a mi lado, una vez cruzadas las puertas volvió su cabeza hacia atrás, más allá de mí, para cerciorarse de algo. Pero ni siquiera fue capaz de regalarme el tiempo para observar por mi cuenta yo también, porque su mano tomó la mía, y se esmeró en tironear de ella hasta conseguir arrastrarme por los pasillos hasta llegar a la grande e imponente puerta principal de la residencia de los Jeon.

—¿Qué haces, JungKook? –mascullé por instinto, dándome cuenta de que su intención era no llamar la atención. Comenzaba a pensar que últimamente con él yo seguía órdenes, pero nunca imponía las mías, nunca tenía el valor para hacer que me siguiera; aunque tal vez no existía una necesidad.

—Quiero salir de aquí, ¿vienes?

Por más que me había preguntado, era como una afirmación que partía desde su parte, porque obviamente yo iba a decir que sí, pero en caso de que me opusiera eso sonaría como una afirmación para su persona. Asentí en el momento en el que buscaba con un tintineo leve unas llaves del bolsillo de su chaqueta. ¿Por qué se sentía como si estuviéramos escapando, siendo ambos mayores de edad y dueños de nuestro rumbo?

El clima no tenía una definición más que neutro, que podía calificarse tirando a lo frío, gracias a la brisa costera que acariciaba mis extremidades desnudas como una suerte de sensación placentera. En menos que nada, esa sensación se había acabado cuando me hallé dentro del auto negro cuyo dueño era quien conducía a mi lado. El aroma era a nuevo, sin embargo no me resultaba tan grato como el olor a un buen libro nuevo, y por ahí iba mi problema con la riqueza. No obstante, también olía a JungKook, tal vez era eso lo que me invitaba a inhalar más profundo.

—¿A dónde vamos? –esa pregunta salida de mi boca, no consiguió nada más que haber sonado como una niña pequeña. Con la vista en el oscuro frente, y a una velocidad que poco a poco aumentaba más, él sonrió ladino.

—No lo sé, solamente quería salir y hablar contigo a solas –se encogió de hombros escondiendo la importancia que sus palabras tenían en realidad. Sabía que sólo éramos amigos, pero a mi ilusa y tonta mente le gustaba jugar a que estábamos en una clase de cita surrealista.

—¿Sobre algo en especial? –cuestioné, ni siquiera se había molestado en encender la radio o algo por el estilo. Su sonrisa tomó más lugar en su rostro y suspiró, luego negó.

El tiempo dejó de existir cuando nos sumimos en una conversación sin sentido, y por eso mismo es que no me di cuenta de que nos había dirigido a una bellísima vista del espléndido mar de Busán, en un acantilado. Quise voltear a observarlo con sorpresa, en busca de una explicación, pero ya había bajado del vehículo, por eso mismo no me quedó otra opción que imitarlo. La luz se convertía en destellos que iluminaban la marea inquieta, no había ni una nube en el cielo, así como tampoco habían estrellas.

teacher | jeon jungkook +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora