teacher | catorce

98.1K 6.7K 2.6K
                                    

Él me confundía muchísimo, quizás demasiado; me ponía los nervios de punta, me hacía sentir que estaba cayendo por un pecaminoso mal camino poco a poco. JungKook se burlaba de mí, pero yo le seguía el juego, ergo, la culpa era mía. Ya era de día en la mansión de los Jeon, y yo había dormido en mi cama, con un dolor y frustración en mi feminidad impresionante.

"No haremos nada hoy"; fueron sus palabras, idiota. Se hacía desear, me conducía a un alto punto de fruición para luego dejarme caer. La verdad es que no sé cuánto tiempo habíamos estado así, entre besos y algo más, incitándome y haciéndome sufrir, pero sólo había sido eso. Declaró que había sido suficiente rato después, y se separó de mí, tirándome toda mi dignidad como un baldazo de agua helada.

"No puedo follarte ahora, YoungSoo. Será mejor que te vayas, a menos que decidas dormir conmigo."

Si no sentía odio por JungKook ahora, ¿qué era entonces? Fue mi mismo orgullo el que me condujo fuera de su habitación, con mis prendas colocadas, y mi entrepierna palpitante y dolida. Para mí, las intenciones que tenía él oscilaban entre lo burlón y lo caritativo, por así decirlo. Se notaba que si me ayudaba, ciertamente era para beneficio propio, pero bueno, yo tampoco me hallaba muy disconforme, y estaba odiándome por eso. Prácticamente se ríe de mí en mi cara y yo estoy saltando de la alegría. No obstante, eso se atribuía también a que Jeon JungKook me encantaba.

Cuando bajé las largas escaleras para desayunar, una de las empleadas de la casa me comunicó que "el señor JungKook" me esperaba en el jardín trasero, se me hacía gracioso como se podía vincular a pesar de todo la palabra "señor" con su nombre.

Caí en la cuenta de que íbamos a estar solos, sabía bien que sus padres trabajaban de mañana y tarde, bueno, su padre sí; pero no sabía muy bien lo que su madre hacía toda la mañana fuera de casa aún. Salí de la mansión y a lo lejos pude avistar su figura, sentada en una de las sillas que rodeaba una mesita llena de comida. Una gran sombrilla lo resguardaba del sol que la verdad era poco usual últimamente, ese sol estaba allí pero parecía no querer cooperar subiendo un poco la temperatura. Solo como uno, comprendí que así era siempre, para él.

Aislado involuntariamente, me preguntaba si JungKook estaba verdaderamente entreverado con el mar, porque la forma en la que lo observaba me decía que era cercano a éste. Mi corazón se encogió de pensar que mi amigo ciertamente estaba solo la mayoría del tiempo. JungKook no se veía feliz, como una persona que le gustara la soledad en realidad. Lucía sometido y sombrío, el mar no había elegido ser mar y JungKook no había elegido estar solo.

Me acerqué lo suficiente, y sin decir nada me observó, se esfumó su desamparo. Esbozó una brillante sonrisa de buenos días, a la que correspondí de la misma manera, pero una presión en la garganta me invadió sin saber el motivo, impidiéndome hablarle. Hacía que me viera estúpida, pero la mayoría del tiempo no tenía la culpa. Vestía jeans y una camiseta de mangas cortas, que no podía ser de otro color que no fuese blanco. Creí que ya había dejado de lado ese monótono gusto de las camisetas blancas y los jeans. Ciertamente, se veía más juvenil que con sus pantalones negros y su camisa, o su traje de gala. JungKook lucía perfecto con lo que quisiera, pero al pensar esto una parte de mí que quería salir a la luz me dijo muy a mi pesar, que lucía muchísimo mejor sin nada.

Jaló mi brazo con la poca gentileza propia de su persona, y me hizo tomar asiento a su lado. Sus ojos me examinaban en silencio. Parecía extraño que nadie dijese nada. La viva luz del sol aclaraba los ojos de JungKook, ahora una tonalidad de marrón más claro era el que portaban. Sin embargo, la plateada luz de la luna los hacía ver más bellos, negruzcos y más expresivos. No me reflejaba en sus ojos esta vez, y los suyos no buscaron los míos sino hasta cuando comenzó a hablar.

—Te has tapado lo que te he hecho –rió y su mano alcanzó mi cuello, lo acarició, yo tragué duro. ¿Era bueno o malo?

Cuando desperté, me llevé la horrible sorpresa de poseer unas para nada estéticas marcas moradas en mi cuello y clavículas. En su momento me escandalicé demasiado, quise asesinarlo. Recurrí al maquillaje para atenuar un poco el color intenso, mientras me preguntaba si había sido necesario, si lo había hecho a propósito. Sabía que varias de mis amigas disfrutaban de lucir las marcas que sus novios o parejas sexuales dejaban en ellas, y no las comprendía del todo. Era grotesco, horroroso, un sin sentido que lo único que hacía era aclarar que habían follado.

—Lo hiciste a propósito, ¿verdad?

No me contestó. En lugar de aquello, se acercó sugestivamente a mi perfil izquierdo y respirando contra mi mejilla habló.

—No me gusta que hagas eso –declaró y con el dedo pulgar e índice tomó mi mentón–. Si sigues haciéndolo no te alcanzará el maquillaje para cubrirte todas las marcas que te haré, ¿entendido?

No asentí, pero para JungKook mi silencio lo significó todo. No me obligó a contestar, pero tampoco pareció del todo conforme. Una parte de mí tenía ganas de decirle que dejara de ser tan demandante como si en verdad estuviera por encima de mí, pero la otra parte era la que tenía ganas de practicar la docilidad y decirle que sí. Mientras desayunábamos, nos enfrascamos en una conversación irrelevante, de esas que solíamos tener antes de todo esto, era fácil cambiar de tema con él. Pero retomamos la temática turbia cuando realizó una pregunta que no tenía atisbo de maldad originalmente.

—¿Cómo dormiste anoche? –tomó un sorbo de su café con el ceño fruncido, no sé si era por la cuestión o porque el líquido estaba más caliente de lo que esperaba.

—¿Tú qué crees? –le contesté obvia, sin una pizca de gracia al ver las comisuras de sus labios elevarse con orgullo, me daba vergüenza contarle cómo me sentí, porque eso sonaba licencioso y pudoroso hasta en mi mente–. Sabías cómo estaba y prácticamente me echaste de tu habitación.

Como lo esperaba, rió. Las comisuras de sus ojos se arrugaron, parecía un niño, salvo por el hecho de que el motivo de su carcajada no era precisamente por lo que un niño reiría.

—¿No pensaste en masturbarte? –me preguntó como una sugerencia futura, o como una solución obvia. Junto con mi inquietud repentina llegó un calor abrasador en mis mejillas y orejas, que estoy segura de que se notaron muchísimo de día. Al ver mi semblante reprobatorio y apenado, descansó su cabeza en uno de sus brazos y viró los ojos aún aferrado a esa sonrisa–. Claro, es inmoral... –dedujo mi pensamiento aburrido, luego se irguió en su asiento y me observó juntando sus manos.

Seguido de esto, Jungkook propuso–: Hoy jugaremos un juego para hacerte entrar en razón un poco, y si te mojas pierdes.

—¿Jugaremos con agua? –sonreí por no reír ante la idea. ¿Cómo jugar con agua podría hacerme entrar en razón, como él dice? Aquello me sonaba a un juego de niños, hasta que esta vez volvió a soltar otra risa, pero con más ganas. Me observó divertido, mordiéndose el labio.

—No necesariamente, YoungSoo –negó con la cabeza, y posó su caliente mano en mi muslo.

Su otra mano fue directamente hacia la mía, que estaba extendida a punto de tomar un bocadillo de un plato, impidiéndome el lograr mi objetivo. Dirigió mi mano hacia sus labios, y besó el dorso, tal como un caballero. No hacía calor, y estaba derritiéndome con un gesto que no lucía como algo que él haría.

Pero comprendí que no podía esperar algo muy romántico de Jeon Jungkook, cuando al despegar sus rosados labios del dorso de mi mano, pude ver como su lengua salió al encuentro de mi piel, dejándose mostrar, humedeciendo ese pequeño trozo de mi mano. Mis ojos se agrandaron más de lo normal, por la sorpresa de tal acto de manera repentina. Suspiró risueño contra mi mojada piel y me dejó tranquila. Se suponía que debía de ser algo dulce, pero JungKook se parecía más a un chocolate amargo.

El no entender estaca convirtiéndose poco a poco en algo usual. Qué ironía, las clases habían sido principalmente para aprender, ¿no?

teacher | jeon jungkook +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora