teacher | dieciocho

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—¿Estás diciendo entonces, que lo que te enseño no sirve?

El cuestionar la metodología de las lecciones de JungKook había sido, posiblemente, el más pésimo error que podría haber cometido.

Manteníamos una charla telefónica debido a que había tenido que acompañar a su padre al trabajo por la mañana; se había disculpado ya unas doscientas veces por aquello, pero su progenitor insistía molesto con que era muy importante que conociera a un tal señor Hamilton antes de que el susodicho regresara a los Estados Unidos.

Manteníamos una charla amena, casual; me llamó para contarme todo, aunque yo ya lo sabía de antemano, también me prometió estar devuelta para la tarde. Pero ya notaba yo que su intención escondía un propósito, cuando me preguntó si había podido dormir bien anoche. Esa era una pregunta que fácilmente podía pasar desapercibida, pero no en el caso de Jeon JungKook, porque ese tono de voz que utilizaba conmigo no es el mismo con el que le harías la misma pregunta a tus padres o tus hijos. Lo cierto era que ni por asomo había dormido más de cuatro horas. El reciente hecho me mantenía dando vueltas en mi cama, porque sí, después de aquello había vuelto a mi cama un poco apenada pero con una sensación de extraña felicidad.

Al haberle contestado en afirmativo su pregunta, por más allá de que haya sido falso, JungKook sólo rió y me dijo que hubiese jurado que la última lección me había mantenido despierta toda la noche, como si supiera la verdad de algún inquietante modo. A lo que yo respondí que de lección eso no había tenido nada, que la palabra lección no definía lo que estaba haciendo conmigo. También me expresé diciendo que no lograba entender muy bien el fin de todo esto; pero al parecer lo que dije pudo sonar como algún método de defensa hacia su intento de avergonzarme, pero lejos de eso, estaba comunicándole lo que en verdad pensaba. Cuando JungKook me habló sobre lecciones, me había sonado tan ridículo como lejano a lo que en verdad estaba experimentando con el nombre de lección o clase.

Fue entonces cuando me hizo aquella desconcertante pregunta, a la que contesté excusándome.

—No estoy diciendo eso JungKook, me refiero a que todo esto es un poco extraño, ¿sabes? –me expresé con el ceño fruncido, tomando el último sorbo de mi jugo de naranja. Había almorzado hacía nada, sola, como no estaba acostumbrada a hacer. Debo admitir que había estado esperando la llamada de JungKook desde que recibí la noticia por la mañana. Y no lo había llamado yo antes porque no sabía si estaba ocupado, aunque por apocamiento también.

—Entiendo, pero me hubiese gustado más que me lo dijeras de frente –murmuró apacible, implantándome enigma. Podía oírse de fondo el bullicio de un lugar un poco concurrido, pero yo solo le prestaba atención a su voz–. Y espero que en verdad hayas descansado, porque te necesito despierta para más tarde, YoungSoo.

Y antes de que pudiera decirle algo yo, dio por finalizada la llamada, consiguiendo que me tragara las miles de dudas que su última frase había originado.

A eso de las siete de la noche, cuando el sol desaparecía tenue de las costas de Busán, entré nuevamente a la casa de los Jeon, en la que no estaba ninguno de ellos. El aburrimiento pesaba muchísimo en un lugar que no conocía, en una casa que no era la mía. Acababa de hablar con mi madre, que me llamaba para una conversación que me sabía más al trabajo que una madre debía cumplir y no uno que quería cumplir. Bufando tedio, me dispuse a subir las escaleras con el fin de buscar algo para hacer en la habitación que por ahora era mía. Se me hacía completamente insólito que no hubiese vuelto aún, con mi teléfono entre mis manos oscilaba entre marcar su número o no. Avanzaba por uno de los pasillos de paredes bordó, mordiéndome el labio indecisa.

—Te ves bien hoy, YoungSoo.

Esa voz, aquella voz que no podría confundir con la de ningún otro sonó detrás de mí, arrojando lejos tanto mi calma como mi angustia. Del sobresalto a la par que volteaba mi cuerpo para verlo, mi teléfono resbaló de mi agarre flojo. Allí JungKook hacía presencia, ahora enfrente de mí, y con sólo dos metros de distancia. ¿Cuándo había llegado? ¿Y por qué no me había llamado antes? Sería una vil mentira si dijese que eso fue lo primero que pensé cuando lo vi, porque realmente fue el hecho de lo bien que le sentaba aquel traje formal, al que le faltaba el saco.

Por más que fuese estúpido decirlo, cada vez que él se hallaba tan lejos pero a la vez tan cerca, parecía como si me invitara a acercarme, aún cuando no fuese así. Como un insecto atraído por la luz que luego muere, así me sentía yo con él. Me atraía, pero cada vez que me acercaba, JungKook lograba aniquilar mi prudencia y sensatez. Fruncía el ceño, sin embargo no parecía enfadado; tampoco sonreía aunque mi semblante lo ameritara. Con una seriedad inofensiva, se acercó hasta donde yo estaba, y tomando el permiso de mi silencio se acuclilló justo enfrente de mí, para tomar en su mano mi descuidado teléfono, pero sus ojos se rehusaron a observar otra cosa que no fueran los míos. Los observaba brillar entre su cabello un poco despeinado, pero dejé de prestarles suma atención en el momento en el que con su otra mano acariciaba mi pierna a medida que volvía a ponerse de pie, siendo esta vez él quien me miraba desde arriba.

Con su candente mano en mi costado bajo, sin mediar palabra y con mi teléfono en su otra mano, en un movimiento brusco que gritaba lo mucho que lo estaba necesitando, unió nuestros labios saltándose cualquier movimiento de protocolo. Demandó toda mi atención con la fiereza de la insistencia de su boca, y con el fuerte agarre de su mano. Ni siquiera me había dejado respirar, y la verdad es que dudaba que él se hubiese preparado para tal beso. Me apegó aún más hacia él en el momento en el que jadeó, y entonces su lengua encontró la mía. Por primera vez sentía que sabía lo que hacía, como si algún profesor me llamara al frente para resolver algún ejercicio sabiendo la respuesta. Una de mis manos subió por su pecho hasta su hombro, apretándolo fuerte. Pareció que JungKook notó mi entusiasmo y mi colaboración, porque despegó repentinamente nuestros mojados labios y me empujó hacia una de las paredes del pasillo.

Allí la mano que tenía en mi costado se escabulló por mi espalda baja, hasta sentir cómo carente de pudor alguno su gran mano apretó mi trasero. Jadeé en sorpresa, y él sonrió ladino en forma de respuesta. Tenía una de sus piernas entre las mías, por lo que su muslo hacía contacto con mi feminidad, la cual ya estaba comenzando a sentir las consecuencias de su tacto después de un día sin él.

—Dime, ¿lo quieres devuelta? –JungKook me preguntó con una voz que dejaba en evidencia su falta de aliento luego de un beso así, sonaba más profundo de lo normal, pero ya lo había oído así varias veces. Alzó la mano que tenía mi teléfono y comprendí, su pregunta tenía una intención detrás, y lo sabía. Yo asentí tragando saliva, antes de sentirlo aún más cerca–. Te lo devolveré si haces algo por mí.

Musitó un JungKook sonriente, pero aquella mueca me sabía a extorsión.

—¿Qué cosa? –inquirí, porque sabía que era completamente capaz de quedarse con mi teléfono celular hasta conseguir lo que quería, ya lo había hecho antes. Además, éramos amigos y toda la cosa, pero las personas generalmente tiene cosas en su teléfono que son privadas y personales, y yo era una de ellas.

—Verás, hoy fue un día difícil para mí, y estoy cansado; demasiado estrés, demasiado trabajo –me contó demorándose en las palabras, conservando el tono insondable. La mano que sostenía mi teléfono estaba apoyada contra la pared, acotando mi espacio.

—¿Y qué quieres? ¿Un masaje? –me encogí de hombros brindando una sugerencia, después de todo no sonaba para nada mal la idea de darle un masaje a JungKook. Como respuesta él únicamente rió, parecía un chiste que sólo él comprendía. Segundos más tarde, después de pasar tentativamente la lengua por sus labios, asintió con la cabeza y me dijo:

—Algo así.

No lo comprendí sino segundos más tarde, cuando me veía siendo llevada de la mano hasta la habitación más cercana, que resultó ser un baño. Cerró la puerta con pestillo, y luego de encender la luz de aquel amplio baño, se aproximó a mí y tomándome por los muslos sin cuidado, me recargó sobre la encimera de mármol. Con tan sólo ver sus ojos teñidos de anhelo, me hacía una idea de lo mal que había estado el sugerir algo como un masaje. Sin dejarme pensar nada en absoluto, JungKook volvió a atacar mis labios de aquella manera tan necesitada e inexplicablemente tentadora. A tientas encontró mis manos que se hallaban sujetas al frío mármol, y las llevó en un camino deleitante desde su pecho hasta el cinturón de su pantalón.

Confirmé mis leves sospechas en el momento en el que dio a conocer lo que quería, alejándose de mis labios y brindándome una mirada que se alimentaba de mi sorpresa y asombro. Luego bajó sus orbes hasta lo que parecía ser una prominente erección, justo debajo de donde yo tenía mis manos por su culpa. Apenas se acercó a mi oído, y sentí una fuerte punzada en mi feminidad ya mojada en el momento en que pidió como suplicando con galantería:

—Ayúdame con esto, cariño.

teacher | jeon jungkook +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora