teacher | cuarenta y ocho

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Si el hecho de estar nerviosa, ser insegura y pensar constantemente en arruinarlo todo fuesen deportes, nadie en la faz de la tierra podría ganarme.

Luego de con un pulso nervioso contestarle a TaeHyung, y llegar al acuerdo de una programada cena el viernes siguiente (lo cual fue sorpresivamente más lejano de lo que pensaba) saqué una conclusión: no iba a volver a comportarme como lo había hecho con JungKook. Todo eso se lo hice saber a quien se había convertido en mi más cercano amigo ese mismo día, quien se mostró de lo más feliz y orgulloso de mi reciente logro. Entre tantas desgracias, parecía que algo por fin estaba saliéndome bien, fue mi pensamiento más repetido a lo largo de la semana.

El persistir con una actitud optimista era algo que me costaba, pues estaba todavía en un profundo pozo, y sin luz alguna era difícil salir; solamente esperaba que TaeHyung se tratase de esa claridad que me era necesaria. Pero sin embargo, sabía bien que las cosas no se me iban a servir en bandeja de plata como quería, si lo que yo buscaba era captar su interés, debía de ocuparme yo misma de ello.

Por eso mismo fue que cuando llegó el día en que él había hecho la reservación en aquél importante restaurante, yo me había esforzado por darle algo a los ojos de TaeHyung, que jamás le había presentado a los de JungKook: un lindo vestido color vino y determinación. Parecía ser él la clase de hombre que sabía y había aprendido a gozar de los recursos que su trabajo le daba. No esperaba mucho menos de un pintor como él de todos modos, cuando vi el lugar en que me había citado. Era la clase de hombre que se rodeaba de arte y excentricidad, porque llevaba un poco de eso en su esencia.

Era un contraste bastante alto el que tenía con JungKook, alguien que parecía no haber crecido nunca, y aborrecido el hecho de tenerlo todo fácil siendo hijo de alguien rico. Si bien mi cita de hoy y mi ex interés tenían en común una alta sociedad, estaba quien la aborrecía por haber crecido en ella toda la vida, y quien se jactaba de ella por habérsela ganado gracias a su pulso e imaginación. Además, TaeHyung parecía tratarse de un hombre mayor, serio y con más experiencia; quien había tenido mi amor todos estos años a su lado era un niño que jugaba videojuegos, tocaba el piano y se frustraba por no hacer con su vida lo que quería.

El restaurante tenía un aire europeo, eso también lo había previsto sin siquiera pensármelo demasiado. La gente allí dentro era de un entorno que yo ya conocía, me había criado entre ellos y hasta podría decirse que me recordaba a la celebración de cumpleaños de mi ex mejor amigo, aunque la diferencia estaba en que ésta gente hablaba en voz baja y estaba ciertamente seria, no era un entorno muy alegre. Después de decirle al hombre en la entrada el nombre de quién estaba hecha la reserva en cuestión, el trajeado señor sin muchas ganas de vivir pero con bastante cortesía, me guió por entre las blancas mesas de gente que a pesar de todo me hacía sentir un poco incómoda, hasta una de las mesas más en el fondo, donde un larguísimo ventanal de pesadas cortinas abiertas justamente coincidía.

Él estaba allí, mirando a través de ese mismo ventanal, con los codos sobre la mesa y las manos entrelazadas tocando apenas sus labios. Su perfil era ciertamente bello, tanto que coincidía en la escena de una manera tan perfecta que podría ser parte de una valiosa obra de arte. Vestía sobrio y serio, con un jersey de cuello alto de un color negruzco y un blazer de casi el mismo tono, luciendo elegante pero a su vez extrañamente diferente al resto aquella noche. A medida que me acercaba detrás de el hombre trajeado de ancha espalda por lo que podía ver, fue él quien se dio cuenta sin que tuviera que llamar su atención verbalmente. Al voltearse a ver, y presenciar la llegada de mi persona, deshizo el nudo de sus dedos y alzó la cabeza con labios separados. Al levantarse sin dudarlo, esbozó una sonrisa limpia y estilosa.

Al ver aquello, el hombre que me había llevado hasta allí se despidió con un gesto al que no le presté demasiada atención, pues quien tenía enfrente se la había robado toda. Era estético, de una manera que no había visto antes en nadie. Con JungKook, podía asumir que cosas en su persona no eran caracterizadas como perfectas pero aún así, en aquellos desperfectos yo solía hallar la más bella distinción, como por ejemplo, su cicatriz en la mejilla o sus dientes que tanto me recordaban a un conejito. Con TaeHyung simplemente no podía, mi mirada se fijaba en su enterizo cuerpo y rostro, y no lograba hallar un simple desperfecto. Era arte creando arte.

teacher | jeon jungkook +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora