teacher | cincuenta y uno

49.7K 4K 2.8K
                                    

JungKook no daba brazo a torcer.

Éste se rehusaba enteramente a dejarme en paz, insistía y proseguía llamándome de vez en cuando, mientras que por mi parte, había tomado la sabia decisión de bloquearlo en mis redes sociales. Sin embargo, existía una buena noticia, y es que los momentos en donde me sentía mal por su culpa se habían reducido a simplemente aquellos donde veía su número en mi pantalla, con una llamada entrante. Ya no ocupaba un gran porcentaje de mis pensamientos, y esto se lo debía absolutamente todo a TaeHyung.

La mayoría de mi tiempo en los últimos dos días los había pasado en su departamento, encerrados en aquél cuadro con un aire tan artístico y estético. El hombre era apasionado, tal vez un poco estricto y más exigente de lo que pensé con su trabajo, o debería decir, mi trabajo. Sus repentinos acercamientos hacían que mi pulso temblara patéticamente y éste pudiese reírse de mí. La manera en que hacía que me enterase de sus divertidas anécdotas en el ámbito artístico, así como también las que no eran muy jocosas, mientras realizaba tareas aleatorias como mezclar colores en una confusa paleta a la que ya no le sobraba un hueco, me alejaban de todo pensamiento secundario. Teniendo a una persona tan interesante a mi lado, era muy difícil pensar en algo más.

Llegada la mañana del tercer día de los siete que teníamos para terminar esa bendita obra dueña de un concepto para nada innovador, me llevé una sorpresa de aquellas. Un ingrato desconcierto. Todo parecía marchar normal, pues me había recibido con esa extraña calidez que siempre parecía insinuar algo más. Como en los días anteriores, le había llevado un café, exactamente el mismo que la primera vez. Y también como en aquella primera experiencia, siempre tomaba el vaso que yo había escogido para mí antes. Era un gesto extraño pero lo dejaba pasar por ser a mis ojos, inofensivo.

La ya nombrada sorpresa radicaba en la habitación donde había gastado mis últimos dos días intentando aprender con pura práctica. Como los demás días, luego de haber tenido una charla casual en la que se interesaba por saber de mi estado de ánimo (ya que decía que éste repercutía a grandes rasgos en la obra), me guió hasta las cuatro paredes donde la magia sucedía. Pero al abrir la puerta, mi ceño se frunció y una cierta suspicacia llenó el ambiente, haciendo que se incrementara la sonrisa de TaeHyung, una sonrisa que asumía sin escrúpulos la culpa de lo que veía allí, o más bien de lo que ya no veía allí.

—TaeHyung... –pronuncié su nombre con cierto recelo, volteando mi cabeza hacia cada esquina de la habitación, con la esperanza de encontrarlo allí. Pero al observar el lugar donde se suponía que debía seguir, en ese atril en el centro de la habitación, y ver que estaba vacío, supe que algo no andaba bien–. ¿Dónde está el cuadro? –señalé el lugar donde el lienzo brillaba por su ausencia, con el ceño fruncido y la suspicacia en la sangre.

—Ah sí, olvidé decírtelo –dijo como si fuese todo un despistado, aunque en la sonrisa tan pícara de su rostro se veía el atisbo de una maldad hecha adrede. Acompañada la frase de un ademán, cerró la puerta de la habitación. Y luego caminó hasta lo que estimaba, era un lienzo, en el suelo y cubierto por una tela blanca. Lo levantó con retazo y todo, para luego decir–: Está justo aquí –y molestándome con esa sonrisa tan clara que hacía sus ojos más pequeños, quitó lo que obstruía la vista de una vez por todas, para revelar el cuadro en el que habíamos gastado nuestros dos últimos días.

Completamente destrozado.

Había sido profanado con viles pinceladas un profundo color negro, con el fin de que no pudiese verse en gran mayoría nuestro trabajo. Además y para rematar, se le había ocurrido hacer un tajo que iba en diagonal, seguramente con algún objeto punzante, rompiendo el lienzo. Al verlo, no sabía qué era peor: si el hecho de que había arruinado a propósito la obra (porque quedaba implícito que no podía tratarse de un accidente), o su semblante tan satisfecho con su destrucción, que parecía alimentarse de mi horror y furia.

teacher | jeon jungkook +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora