2. El Primer Día

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Llegó el día lunes

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Llegó el día lunes.

Tenía los ojos hinchados de tanto leer, y unas enormes bolsas grisáceas en los párpados inferiores. Me la había pasado todo el fin de semana en la biblioteca. Literal estuve tanto tiempo ahí que nunca conocí a mi compañera de habitación. Cada vez que oía que la puerta se abría en la noche yo solo me hundía entre las cobijas con el rostro hacía la pared para que ella pensara que estaba dormida. Tal vez eso era muy grosero de mi parte, pero yo no era muy sociable y además no sabría que decir.

Hoy había sido diferente. Ella todavía estaba en la cama a la hora a la que me levanté. No podía ver su rostro porque sus cobijas estaban en mi camino, pero alcancé a notar su larga cabellera rubia que caía por las orillas de su cama. En ese momento me recordó a Rapunzel.

—Buenos días pérdida —dijo aquella chica asomando la cara por un huequito entre las cobijas.

¿Perdida? ¿A que se refería con... perdida?

Fruncí el ceño.

Aquella chica de cabello rubio y ojos miel, salió de la cama estirándose y sentándose a la orilla. Y me miró fijamente a los ojos durante unos segundos en espera de una respuesta.

—¿Buenos días? —vacilé un poco.

—¿Emocionada por tu primer día de escuela? —arqueó una ceja.

Troné la lengua y aparte la vista.

—No realmente —una sonrisa más falsa que sus uñas postizas se dibujó en mi rostro.

—Normal, a nadie le gusta mucho —sonrió burlona—. ¿En que grado estás?

—En décimo —respondí lo más amable que pude. Que realmente no era mucho.

—¡Uy! Aún te faltan dos años más, pero no te preocupes, pasan rápido. Este es mi último año en esa escuela pero aún así no saldré de aquí hasta los veintiuno. O sea que no seré totalmente libre... aún —río entre dientes—. Bueno, tengo que ir a alistarme. A todo esto ¿cómo te llamas?

—Avril —contesté mientras me sentaba a la orilla de la cama.

—Pues mucho gusto Avril yo soy Amber —dijo tomando un bulto de ropa que tenía sobre uno de los muebles.

Denisse tenía mucha razón, ella era una buena persona, muy amable. Aquí el problema era que yo... no lo era.

Me levanté de la cama y fui al balcón. Noté que el clima estaba un poco frío así que al momento de escoger mi ropa, tomé una sudadera lo suficientemente gruesa para la mantenerme cálida. Cuando ya estaba lista bajé a desayunar como los días anteriores, y fui a la cocina donde estaban las amables señoras que me trataban tan bien.

—Buenos días —saludé.

—Hola cariño —contestaron todas casi al mismo tiempo y después rieron.

Avril - 1998Donde viven las historias. Descúbrelo ahora