8. Corazón de Lobo

2.5K 245 30
                                    

***

Desperté a mitad del bosque

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Desperté a mitad del bosque. Llevaba puesto un largo vestido negro y tenía hojas atoradas en el cabello. Mismo que llevaba todo enmarañado, como si no lo hubiera cepillado en días. Lo sabía porque había veces que sí pasaba días sin cepillarlo.

¿Cómo llegué aquí?

Pensé.

Me puse de pie y comencé a caminar hacia dónde yo suponía estaba la academia, pero no podía encontrar nada. O la academia había desaparecido o yo estaba perdida. Tenía más sentido mi segunda idea. La cabeza me dolía y no podía recordar como había llegado ahí. ¿Qué era lo que sucedía? La tierra estaba seca, como si no hubiese llovido en semanas, la academia no estaba y yo había despertado misteriosamente en este lugar.

Me tiré de rodillas, cerré los ojos y me puse las manos sobre la cara. Estaba muy confundida. Normalmente en el día el canto de los pájaros era predominate en aquel bosque, tanto como el aullar de los lobos por la noche. Pero estaba vez todo estaba en silencio.

De repente, escuché la voz de alguien a lo lejos. Me levanté rápidamente y fui en su búsqueda. Corrí entre los arbustos sin importar si estos me arañaban la piel, y cuando llegué a mi destino encontré a una niña de muy larga cabellera rubia. Tarareaba una canción acerca del corazón de un lobo, y se veía de unos 8 o 9 años aproximadamente. Llevaba también puesto un vestido negro idéntico al mío, y en sus brazos cargaba algo. Aquella niña se giró un poco más hacia mí y pude ver que lo que sostenía sobre su pecho, era un cachorro de lobo. La pequeña clavó su mirada en la mía y sonrío tiernamente.

Eso me dió escalofríos y me hizo quedarme un momento sin palabras. A pesar de todo, seguía perdida en la mirada de aquella niña, esa mirada castaña que me parecía tan familiar.

¿La conozco?

Árboles y arbustos nos rodeaban, las hojas caídas cubrían el suelo pintándolo de naranja, y las ardillas correteaban alrededor. Era extraño, a pesar de que estas últimas brincoteaban encima de las hojas secas yo no podía oírlas.

Fruncí el ceño.

Un ligero viento se desató, mismo que comenzó a golpear mi rostro, haciendo que mis cabellos y los de aquella niña se menearan de un lado a otro. La chiquilla comenzó nuevamente a tararear su extraña melodía de tonada sombría, y apartó la vista de mí. Como si no estuviese preocupada por mi presencia. Decidí acercarme a ella con la cautela necesaria, pues no quería asustarla más en caso de que sí estuviera perdida.

—¿Necesitas ayu... —intenté decir.

No pude terminar la oración. Un gran lobo salto sobre mí, tirándome de espaldas al suelo. Me quedé inmóvil, el animal tenía sus patas sobre mi pecho, cortándome un poco la respiración gracias a su peso.  Había salido de los arbustos que estaban detrás de la pequeña. ¿Cómo no me di cuenta de que estaba ahí? El canino acercaba cada vez más su rostro al mío mientras me gruñía amenazante. Apreté los ojos sin saber que hacer. Sentía su respiración caliente sobre mi rostro, y tenía que admitirlo, tenía miedo, tanto... que pensaba que en cualquier momento rompería en llanto.

Avril - 1998Donde viven las historias. Descúbrelo ahora