Tenía ya varios días siguiéndole la pista a un pequeño grupo de Jägers, pero por más que quería alcanzarlos rápido, cuando llegaba a donde se suponía que estarían, estos ya se habían ido. Eso era realmente molesto pero no por ahora no podia darme el lujo de hacer uno de mis berrinches y rendirme.
El trayecto había sido cansado, pero por fin ellos estaban frente a mí, en un bar/restaurante cerca de la playa Santa Cruz. Mis objetivos «como les llamaría para deshumanizarlos en mi cabeza» eran cuatro hombres de unos 30 a 35 años y un chico más o menos de mi edad. El mayor de ellos y el que parecía ser el jefe era un hombre de cabello castaño claro, ojos azules y tenía una no muy poblada barba del mismo color, su mirada fría y seca me decía que debía tener más cuidado con él. Me quedé observándolos a todos por un buen rato, escuchando cuidadosamente su conversación en caso de que tuvieran alguna información útil. Unos veinte o treinta minutos después me cansé, me levanté del lugar en el que estaba y caminé a su mesa y me senté en la silla que quedaba vacía.
—¡Hola chicos! —saludé animada y maliciosamente mientras me sentaba de golpe.
Los Jäger me miraron confundidos, y soltaron un bufido de enfado.
—¿Tú qué quieres? —me preguntó uno de los hombres con su muy marcado acento Alemán.
Que te importa...
Evadí darle una respuesta a su pregunta e intente cambiar el tema.
—Se ve que no son de por aquí —dije fingiendo sorpresa—. ¿De dónde vienen?
El chico que lucía más o menos mi edad no me quitaba la vista de encima, su rostro no tenía expresión de enfado como los demás pero eso lo hacia más peligroso, ya que su expresión era más como de sospecha. Jadeé un poco al verlo, por que sus ojos grises me hacían recordar a Ethan.
—¿De dónde crees tú que seamos? —preguntó el que parecía ser el más divertido de todos.
—Si lo supiera no estaría preguntando —esbocé una sonrisa tonta y sarcástica.
—Alemania —dijo el mayor de los hombres.
Ya lo sabía.
—¡Woow! Dicen que Alemania es muy bella —no quité mi boba expresión de sorpresa.
Los Jäger parecían muy seguros de sí mismos, seguían menospreciando todo y a todos a su alrededor, incluso a mí, lo cual me ofendió un bastante. El único que seguía sin bajar la guardia era el chico de ojos grises, por que en los minutos de platica y bromas fingidas, él nunca abrió la boca para decir palabra o al menos para beber algo. Seguía taladrandome fijamente con su pesada mirada. Pasaron al menos veinte minutos de risas y absurdas bromas hasta que el chico de ojos metálicos abrió la boca.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó picaro.
Antes de contestar, pensé si realmente les daría mi verdadero nombre o debía inventar alguno. Opté por decirles la verdad porque de igual manera ellos no vivirían para decírselo a nadie más, y si en todo caso no morían, igual no le tenía miedo ni a ellos ni a Camila.
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Avril - 1998
General Fiction¿Qué pasaría si te dijeran que realmente no estás loca? Que en realidad la voz que has escuchado en tu cabeza todo este tiempo es real, que no eres tan normal como pensabas, y que eres portadora de una habilidad que muchos desearan y te querrán arra...