quince

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─Tía, ¿cuántas veces se le cayó la Lidia cuando chica? ─le preguntó la Nacha a mi mamá, sujetando su cabeza con cansancio.

─Caleta de veces, Nachita...

─ ¡Mamá! ─la reté─. ¡Defiéndeme!

Sorry, hija, pero esta vez la Nachita tiene razón... ¡No llevai ni un mes con el balayage y ahora querí teñirte castaño oscuro!

Me crucé de brazos.

─ ¿Qué tiene de raro? A Selena Gomez se le ve bacán ese color. ¡Yo también lo quiero!

─ ¿Tú cachai lo que te va a costar volver a tu color natural después? ─se metió la Nacha.

Lo analicé y me dio lo mismo.

─Cuando quiera volver a mi color me lo tiño castaño claro no más po ─le respondí encogiéndome de hombros.

─ ¡Tu pelo es rubio!

Puse los ojos en blanco.

Mi mejor amiga no quería aceptar la realidad. Seguía insistiendo en que mi pelo era rubio oscuro cuando el mismo peluquero le había dicho que era castaño claro. Tenía mechitas rubias no más.

─La decisión ya la tomé ─me hice la firme─. ¿Me daríai plata, mamá? Demás que en el negocio tienen tintura...

─Lo siento, hija, pero esta vez no te voy a dar en el gusto con tu capricho ─Mi mamá se metió su celular para ignorarme a propósito.

─ ¡Esa es mi tía!

Miré feo a la Nacha. Era una traidora.

─ ¿Por qué capricho, mamá?

Ella suspiró y posó sus ojos en mí.

─Te conozco, Lidia, yo te parí... Sé que hay otra razón por la que te querí teñir el pelo y no es porque a la Selena se le ve bonito no más. Y hasta que no me la digai, no te voy a dar plata ni mucho menos te voy a teñir yo.

─Tía, usted es mi ídola ─la Nacha aplaudió─. ¿Me puede adoptar?

Mi mamá se cagó de la risa.

─Pero si tú erí mi hija postiza po, Nachita.

Olía a traición en el aire...

─Bueno ─las interrumpí─, si ustedes no me quieren ayudar, le pediré ayuda a mi lela. La única en mi corazón.

Me paré del sillón y caminé hacia el refri para comerme una fruta. Habían naranjas y manzanas. Las primeras me traían malos recuerdos y las segundas no me gustaban mucho, así que al final cerré el refri y subí a mi pieza.

Estaba de lo más relajada en el celular, cuando de repente la puerta de mi pieza se abrió de golpe junto con un grito del terror de la Nacha.

─ ¡Tonta hueona! ─le grité después de dar un salto a causa del susto y tirarle un cojín que cayó directo al pasillo.

¿Por qué tenía tanta mala puntería?

Menos mal que no era hombre, porque con esa puntería...

─ ¡Lidia, te escuché! ─me gritó mi mamá desde abajo.

Mi mejor amiga se dejó caer a mi lado en mi cama, mientras se ponía roja de lo cagá de la risa que estaba.

─ ¡Ay, tu cara! ─se burló agarrándose la panza.

Después de unos minutos la culiá por fin se calmó.

─Suelta la pepa ─me mandó.

─No estoy comiendo sandía.

Enamorada de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora