veinte

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Quedé paralizada procesando lo que había pasado, hasta que una pelota pasó a un par de milímetros de mi cara y me sacó de mi trance. Me hice para atrás terrible después, cuando la pelota ya había caído al suelo. En mi defensa, tenía reflejos tardíos.

Un pendejo de no sé qué curso se acercó a buscarla y me quedó mirando.

¿Y mis disculpas? ¡Pude haber muerto con un pelotazo po, hueón!

─ ¡Ten más cuidao', pendejo culiao! ─le grité─. ¡La pelota casi me llega en la cara!

─ ¡Cállate, hueona! ─me respondió el cauro chico.

¡Qué se creía que me hablaba así!

─ ¡A los choritos me los como con limón!

La frase culiá que le dije era de la prehistoria, pero pico.

El pendejo me hizo un hoyúo y se alejó hacia la cancha.

Ni un respeto los mocosos de hoy en día, hueón. Puteaban cómo querían. Mi máximo insulto a su edad era "tonto/a", y cuando se los decía a mis compañeros, la tía de básica me retaba bélicamente provocándome ganas de llorar.

─ ¿Qué hueá pasó? ─la Nacha me preguntó, llegando a mi lado y aguantando la risa.

─Ese pendejo culiao me puteó ─le respondí, aún con indignación, apuntando hacia la cancha.

─ ¡Tshoa! ¡Vamos a pegarle al toque no más!

El timbre nos obligó a subir de vuelta a la sala. Me sentí como cuando los zombis debían ir a rezar a la iglesia, cuando tocaban la campana en Resident Evil 4.
Leon Scott Kennedy era mi apé.
Puta qué disfrutábamos de ese juego con el Alonso...

Al llegar a la sala caché que la pizarra estaba llena de planificaciones de las completadas. Busqué mi nombre y me tocaba llevar un tomate, una palta, más $1.500, y además, tenía que comprar cinco completos.

¡Era una estafa! Estos culiaos parecían hijos del Chang y del Garay, hueón.

La Maracarena, alias rubia oxigená, pasó entregando unos papelitos que teníamos que pasarles a nuestros papás para que estuvieran al tanto de lo que debían pagar.

─Erí maraca, Lidia ─me insultó en voz baja, cuando me entregó el papel.

Excuse me, bitch culiá?

¿No era la única culiá loca que hablaba en inglés en su mente de vez en cuando?

─ ¡¿Qué hueá con la Lidia?! ─le paró los carros a toda boca la Nacha.

Todo el curso quedó en silencio, observándonos.

─ ¿No se puede defender sola acaso?

Qué era cínica la Macarena. Hacía esa pregunta en voz alta para puro humillarme, como si no se acordara de que la dejé calladita ayer.

Estaba más rabiosa que la Shakira, así que me puse de pie y la enfrenté.

─ ¿Qué problema tení conmigo, hueona? ─le pregunté─. Pensé que lo habíamos aclarado ayer.

─ ¡¿El curso sabe lo maraca que erí?! ─preguntó, y miró a todos los hueones, dándome la espalda─. La Lidia se metió en la relación de la Ágata con el Alonso, chiquillos. Y además, le está calentando la sopa al Federico del cuarto be.

¡Estúpida, mi reputación, idiota!

La palabra "patética" le quedaba chica a la Macarena. Estaba haciendo todo ese show por el Federico, cuando yo no estaba ni ahí con él. Y más encima la compás estaba ahí presente, escuchando toda la pelea. Era como patearle la jaula a un león. O como quitarle un parlante a un flaite.

Enamorada de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora