cuatro

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─ ¡Es obvio que era ella! ─comentó la Nacha, cuando pasamos al baño del colegio antes de las ocho de la mañana─. Lo más probable es que por despecho haya venido al carrete a comerse al hueón. Confío en tu vista, hueona. Hay que puro crear la cuenta falsa y empezar a amenazarla hasta que suelte la pepa.

El Alonso me había contado ayer, cuando le fui a prestar los cuadernos porque había faltado, el porqué de su pelea con la compás el día del carrete. Resulta que estaban viendo una película romántica en la casa de mi amigo y este estaba a punto de quedarse raja por lo fome que era la peli, entonces le propuso a la compás ir al carrete mencionándole que la Nacha y yo estábamos ahí, cosa que hizo que la compás se enojara porque él prefería salir a carretear con las maracas de nosotras en lugar de regalonear con ella, su polola.

─Pero necesitamos pruebas de su infidelidad po ─le recordé─. No podemos mandarle hueás sin las pruebas.

─Demás confiesa bajo presión. Hay que intentarlo, no perdemos nada ─sacó su celular y abrió la aplicación de Instagram─. ¿Cómo le ponemos a la hueá de cuenta?

─Mmm... manos al fuego ─me reí.

─El Alonso debería mandar a la hueona a Manos Al Fuego mejor, ¡es mucho más simple! ─comentó y me mostró el celu─. Lo puse en spanglish.

─Está piola ─le di mi visto bueno.

─ ¿Cuál es el Insta de la compás?

Me puse a pensar y no me acordaba.

─Busca el del Alonso ─le sugerí.

─ ¡La encontré! ─me avisó victoriosa─. Mandémosle una hueá al tiro no más. ¿Te tinca sé lo que hiciste en el carrete del colegio...?

─Mejor anda directo al grano; sé que cagaste a tu pololo en el carrete del colegio.

Vi cómo se movían sus dedos sobre la pantalla de su celular, a la velocidad de la luz.

─ ¡Lo mandé conchetumare!

Justo tocaron el timbre y tuvimos que subir a la sala.

El Alonso llegó un poquito atrasado y se sentó detrás de nosotras─porque la compás había faltado y estaban peleados─, cosa que complicaba que le respondiéramos luego a la otra hueona, ya que como él estaba detrás podía sapear y pasar a leer alguna hueá.

─ ¿Salgamos un rato de la sala? ─nos propuso el Alonso cuando tocaron para recreo─. Para que tomen aire, hueón, ustedes pasan encerradas en la sala.

El Alonso tenía razón, con la Nacha casi nunca salíamos de la sala. Éramos unas flojas culiás friolentas.

─ ¡Porque está más helao' que un helao' afuera po! ─le respondió la Nacha─. Vayan ustedes no más...

La Nacha me dedicó una mirada secreta de mejoras y caché que quería que yo distrajera al Alonso un rato, mientras ella seguía hueveando a la compás por Insta.

─Ya, dale, yo te acompaño ─le respondí a mi amigo, empujándolo hacia la puerta.

Bajamos al primer piso y nos sentamos en la banca que estaba afuera de la sala de computación, para sapear a todo el colegio.

Mientras el Alonso me hablaba hueás, yo intentaba fijarme en los hueones del colegio, para seleccionar a los posibles amantes de la compás. De repente, mi mirada se fue hacia el grupito del Federico. El apodo «Fede rico» había muerto para mí después de la hueá que me había hecho y le había dado vida a «Fede malo».
Decidí volver a mirar al Alonso que me hablaba de Games of Thrones. No cachaba ni mierda, pero me gustaba que me hablara de esa hueá y que me prometiera que en las vacaciones iba a ver la serie desde el principio para que yo la viera con él y después la comentáramos juntos.

Enamorada de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora