treinta y ocho

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El Alonso quedó más que impaktado con mi pregunta. Me miró y pestañeó un par de veces, haciéndome sentir insegura, ridícula y patética. No debí preguntarle. Quería que me tragara la tierra. El corazón me latía más rápido que la perra, y estaba empezando a transpirar más de lo que ya estaba por haber bailado. Lo único que pedía era no estar hedionda a ala. Nada más que esa hueá.

─ ¿Podemos hablar esto en otro lado? ─me preguntó el Alonso, después de un largo silencio, sin mirarme a los ojos.

Tragué saliva y hablé.

─Dale.

Me temblaba todo; la voz, las piernas, las manos, el cora, todo.
Empezamos a caminar hacia la salida de la disco, y yo iba con el poto en la mano, un poco más adelante del Alonso. Me quería puro matar. ¡Impulsos culiaos!
Comencé a desacelerar un poco hasta que caminamos juntos, en silencio. Salimos de la disco y cruzamos pa'l frente donde habían caleta de autos estacionados. Los esquivé y me senté como en una rejita que me separaba de una bajá hacia un río o no sé qué chucha. Estaba oscuro igual, y con toda la adrenalina que tenía ni me fijé bien.

─ ¿Por qué me preguntai esto ahora, Lidia? ─soltó él mientras se pasaba la mano por la cara.

La voz del Alonso sonaba complicada. Era obvio que le estaba incomodando hablar del tema, pero me importó un pico. Ya lo había dicho y no había vuelta atrás.

─Más vale tarde que nunca ─le respondí, mirando mis zapatillas para evitar hacer contacto visual con él─. ¿O no?

─Pero... ¿pa' qué? Eso pasó hace caleta...

Me sentí feliz y enojada. La primera hueá porque se acordaba del beso, y la segunda hueá poque le estaba restando importancia al beso que para mí significó todo.

─Con eso me dijiste todo. No significó nada pa' ti ─le dije con enojo, cruzándome de brazos.

─ ¿Pero por qué te poní así? ─me preguntó con sorpresa y más me indigné. ¡Cómo era tan ahueonao como para no cachar que me estaba confesando!─. Sí. Sí significó algo pa' mí...

Esa confesión me pilló por sopresa y lo miré con el ceño fruncido.

─ ¿Qué cosa? ─me atreví a preguntarle en un susurro.

Me daba miedo la respuesta, pero a la vez quería puro saberla.

El Alonso suspiró y me miró durante varios segundos.

─Lidia... ─dijo inseguro─, tú... en octavo... me gustabai.

Mi corazón se detuvo en ese momento. Acababa de escuchar la hueá que siempre había querido escuchar, del hueón que me había gustado durante años y se sentía demasiado la raja... Pero el que él haya usado el verbo en pasado me provocó mil dudas e inseguridades más.

─ ¿Y por qué no me dijiste? ─le pregunté con un hilo de voz.

El Alonso volvió a suspirar y miró hacia el río.

─Porque pensé que yo no te gustaba... ─confesó y luego subió la vista a mis ojos nuevamente─. Aparte no quería cagar nuestra amistad, ¿cachai? Así que preferí hacerme el hueón... Y tú nunca me hablaste del beso tampoco...

Miré al suelo nuevamente y analicé sus palabras. No sabía qué decir.

─ ¿Y para ti qué significó, Lidia?

Mi corazón dio otro salto con su pregunta, y mantuvo los latidos acelerados porque yo estaba preparando mi confesión.

─Alonso... ─empecé, pero las palabras no me salían.

Enamorada de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora