ocho

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«La curiosidad mató al gato», dicen por ahí. Esa fue la frase que me dijo la Nacha cuando llegó a mi casa pasadito las cinco de la tarde.

─ ¡No aguanto la intriga! ─comentó cuando íbamos caminando hacia la casa del Alonso.

─Tengo un mal presentimiento, hueón.

Ella paró en seco, obligándome a parar también.

─Cualquier hueá, negamos todo, ¿estamos?

Asentí en respuesta.

─"Negar todo hasta el final" ─recité nuestro lema.

La Nacha me agarró el brazo y seguimos caminando, mientras nos sumíamos en nuestros pensamientos.

No estaba nerviosa, obvio que no, pero estaba segura de que probablemente tendríamos problemas, y a mí me cargaban los problemas. Aunque los problemas que tenía con la Maracarena y con la compás eran harina de otro costal.

El Alonso nos abrió la reja con una expresión neutra. Nos saludó con un beso en la mejilla sin emitir ninguna palabra. Me olía a algo extraño... y literalmente, porque sentía un leve olor a mierda. Presentía que la Nacha había pisado alguna hueá en el camino, ya que mi mejor amiga era un imán para pisar caca. Siempre le decía que se fijara por dónde caminaba, pero nunca me hacía caso la porfiá.

En el living se encontraba la compás sentada muy de piernas cruzadas.

Ahora cruzai las piernas, compás culiá.

─Ya, apúrate, Alonso, que no tengo todo el día. Si vine fue de puro copuchenta ─comentó la Nacha, tomando asiento en el sillón grande e ignorando completamente la presencia de la compás.

Me senté al lado de mi amiga y el Alonso se sentó en el sillón individual que estaba al frente del de su polola.

Ninguno de los cuatro hablaba y a mí me estaba empezando a dar la impresión de que le estaban dando caleta de color al asunto del que aún no me enteraba. Apostaba que se trataba de una hueá insignificante.

Por otro lado, me quería puro burlar porque ni la Nacha ni yo habíamos saludado a la maraca.

─Ah, hola, Ágata ─la saludé igual─. No te había visto.

─ ¡Oh, yo tampoco te vi! ─comentó la Na-china─. Hola.

─Hola.

La compás no entendía que su trabajo era hacer círculos perfectos y no ser cortante, porque no era una tijera, era un compás.

Ba dum tss.

Lidia pa' Viña.

Gracias, gracias, no se molesten.

─Mi amor, ¿hablai tú o hablo yo? ─le preguntó la compás al Alonso.

─Tú po, es tu problema.

Ella lo fulminó con la mirada, o eso caché yo.

Alonso, ¿quién eres y qué hiciste con el Alonso macabeo y súperman... súpermandoneado?

─Hueón, en serio que no tengo todo el día ─reclamó la Nacha─, así que hablen luego.

La compás suspiró con pesadez y sacó su celular del bolsillo de sus jeans.

─Me llegó este mensaje el otro día ─nos mostró la pantalla de su celular.

Estaba segura que era el mensaje que le habíamos mandando por Insta.

─ ¿Qué dice? ─le preguntó la Nacha, acercándose para sapear su celu, aguantando la risa─. ¿Quién te mandó eso? ¡Hands al fuego po, hueón!

Enamorada de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora