II

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CAMILA C.


Soy una idiota.

Cuando me estaba haciendo preguntas en el auto, realmente pensé que podría ser una de los buenos. A pesar de saber que sus amigos me hicieron todo lo anterior, pensé que por salvarme y sacarme de allí, ella estaba demostrando que realmente le importaba.

Lauren Jauregui no es mejor que los amigos que mintieron para meterme en el estacionamiento. Solo hizo una buena acción del día al llevarme a casa; de cualquier manera, es de la misma manera que siempre ha sido, al menos durante los últimos ocho años. Miré por la ventana un poco y se quedó estacionada allí. Es probable que esté llamando a Dillon y a los otros, pidiendo perdón por lo que les hizo. Haciéndoles saber que la próxima vez que quisieran venir en pos de mí, no se interpondría en su camino.

En el fondo, ella nunca debería de haber intervenido allí. Debería haber seguido caminando cuando Dillon la llamó. Ellos podrían haber hecho lo que quisieran y nadie estaría luchando. Podría haber llegado a casa de alguna otra manera que en su auto, donde estaba caliente, y por un rato, cómoda. No creo que se diese cuenta de lo cerca que llegué a hablar con ella en el camino de entrada. Quería decir cosas porque me estaba sintiendo bastante cómoda, al menos hasta que pidió perdón por las personas que se meten conmigo.

Todo cambió después de eso y ahora no sé si alguna vez seré capaz de hablar delante de ella de nuevo. Es probable que sea mejor así. Cuando sea mañana por la mañana, todo volverá a la normalidad. Pasaremos por los pasillos y nos ignoraremos la una a la otra al igual que hemos hecho siempre. Ha sido así durante años, pero ahora me molesta y no quiero que lo haga. No quiero que Lauren y sus estúpidas palabras me afecten. Sé lo que necesito. La primera vez que vine a casa desde la escuela con lágrimas, hornear había sido la manera de mi madre para hacerme sentir mejor. Ella es bastante pequeña, así que cogió una de las sillas de la cocina, saltó sobre ella y agarró todo lo que íbamos a necesitar para hacer las galletas. Nos sentamos en la cocina, arreglando todo y haciendo algunas de las mejores galletas que he probado en mi vida. Ella repartió consejos mientras esperábamos y al final de la noche, me fui a la cama con una sonrisa en mi cara y la barriga llena. Los niños y sus burlas estaban detrás de mí, al menos por un día más.

Es una de las únicas veces que puedo recordar comerlas. Mamá nunca compró las galletas empaquetadas porque yo tenía problemas con la comida o más concretamente, con el procesamiento de alimentos con texturas más duras. Hasta hace aproximadamente un año, ella trituraba todo lo que comía, porque no podía comer nada grueso. Me siento muy mal por ello. Trabaja muy duro para asegurarse de que Tristán y yo tengamos todo lo que necesitamos, y porque soy como soy, tiene que reventarse el culo mucho más. A veces, cuando pienso en todas las cosas que hace por mí; es fácil ver por qué me puede culpar por la forma en que sucedieron las cosas. No estoy segura de que firmó por esto cuando el doctor le dijo que estaba embarazada.

La puerta principal se abre mientras me deslizo fuera de la encimera, pero antes de que pueda orientarme; siento unos brazos que se envuelven alrededor de mí, haciéndome dar la vuelta, y las risas altas y agudas hace más que claro quien está exactamente detrás de ello. Amo a mi hermano pequeño. Cuando todo esto comienza a llegar a mí, Tristán es el único punto luminoso. No puedo evitar sentirme feliz cuando estoy cerca de él. Si yo no estaba feliz, definitivamente encuentra una manera de arreglarlo. Eso es lo increíble que es. Tristán es un bebé milagroso. Después de tenerme, se les dijo a mis padres que no podían tener más hijos y luego hace seis años, llegó mi hermanito pequeño. Lo amo más que a nada. Con la forma en que me está abrazando ahora, estoy empezando a pensar que no necesito las galletas después de todo.

COUNT ON MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora