I [Editado]

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Jane no dejaba de preguntarse qué tan buena idea podría ser dejar a un par de adolescentes con un prisionero de Asgard potencialmente peligroso. Tampoco dejaba de pensar en las incontables opciones que tenían para conseguir una niñera y que cuidaran de las muchachas sin ningún problema. ¿Por qué debía ser él? ¿Qué lo hacía especial?

Pero luego estaba Thor y sus ojitos brillosos, tan emocionado de conocer los condominios del excéntrico Tony Stark en una isla privada e inexistente en el mapa del planeta Tierra. ¿A caso aquello era un asunto tan importante como para dejar su hogar?

No estaba segura cómo afrontar dichos asuntos sin ofender a nadie.

Descuida, mamá. Tara estará conmigo y, siempre puedo contar con el botón de pánico. Sólo es apretarlo y tendremos barbacoa de Loki —Jane le frunció el ceño y se cruzó los brazos con molestia

—Ni se te ocurra, Sally.

—¡Sólo en caso de emergencias, lo juro!

—¿Cómo puedo estar segura de ello? No jures algo de lo que podrías arrepentirte, jovencita —consultó su reloj y suspiró —. Aún tengo tiempo para hacer una llamada antes de que llegue el helicóptero —murmuró distraída.

—¿Y a quién llamarás? —el cabello rubio de la niña se agitó cuando se tiró en el sofá para observar a su madre.

—Le pediré a Darcy que venga de vez en cuando. Sólo para chequear que todo esté en orden y aún sigan con vida.

—O en cuyo caso, rostizadas como las papas de la abuela.

—Eso no ayuda en lo absoluto a tranquilizar mis nervios.

Sally poseía el ensamble perfecto de los genes de sus padres. No había ni un sólo centímetro de lo que era que no fuera similar a ellos; sus ojos eran profundamente intensos como los de su madre y el cabello rubio como el de su padre, con la delicadeza y sabiduría de Jane y  la brutalidad y gallardía de Thor. La travesura, seguramente, era algo propio al igual que la sensibilidad por cualquier cosa. Además de ser una hechicera...

 Aunque ese último detalle sólo ella lo supiera.

Era feliz, aún a pesar de que su vida era de todo menos normal. Pero ¿quién lo sería si tuviera un padre que se enfrentaba a los desafíos del universo todos los días? ¿Quién podría tener una vida normal y común cuando eras las próxima heredera de un reino de otro planeta?

Tara y ella compartían muchas similitudes y preocupaciones al respecto. Tal vez, por ello eran las mejores amigas. Su futuro era tan incierto como el de las personas que cumplían un rol importante en sus vidas. Sin embargo, todo debía continuar y fluir como lo tenía estipulado el destino. No podían cambiar aquello y no es como si lo hubiese planeado. Apenas estaba viviendo la vida, pero no podía dejarse de preguntar cuál era realmente el propósito de su existencia.

Un estruendo la sacó de sus pensamientos, de los más profundos que había llegado a tener. Se colocó de pie tan rápido como pudo y se encaminó al patio trasero de su hogar. Escuchó a su madre hablar por teléfono y luego sus pasos, siguiendo el mismo camino que ella había tomado para espiar lo que estaba sucediendo.

Cuando la estela de humo se disipó, dejó a la vista a un Loki esposado siendo escoltado por el mismísimo Thor, que llevaba una expresión de triunfo como si hubiera ganado la mayor de las batallas. 

—Tío Loki.

—Sally, hija de Thor —ella negó con la cabeza mientras sonreía.

—Supongo que lo de la grabadora funcionó —Thor infló su pecho y soltó el brazo de su hermano para acercarse a su hija.

—Más de lo que habíamos planeado —le desordenó el cabello y le plantó un beso en su mejilla y luego uno en los labios a Jane —. Iré por las maletas.

—Te acompaño —murmuró la última perdiéndose con el rey de Asgard en el interior de la casa.

Sally, sin embargo, se quedó allí para mirar, observar y analizar a su tío con cautela mientras lo rodeaba.

—¿La grabadora estaba vacía? —preguntó él mirando sus uñas como si hubieran sido una de las tantas maravillas que escondía el universo.

—Nadie mencionó que estuviese vacía, en efecto tiene algo que podría comprometerte, tío Loki. Pero no te preocupes, nadie lo sabrá —le dio un suave palmadita en su hombro el cual el Dios del engaño miró con recelo —. Pasa, ponte cómodo. Nos divertiremos este fin de semana como no te imaginas.

—Estoy tan emocionado.

No lo estaba. Era horrible estar ahí, le asqueaba oler la hospitalidad mortal impregnada en cada maldito clavo de la casa, le desagradaba enormemente la amabilidad de la esposa mortal de Thor y por supuesto, odiaba a Thor con todo su ser por condenarlo a ese sufrimiento. Pero había sido chantajeado como nunca lo había sido, ¡y al Dios del engaño! ¿Cómo había llegado a ese punto tan humillante? ¿Estaba perdiendo su toque?

Necesitaba matar a alguien. 

Quizás, de esa manera, volvería a corromperse de la manera en la que estaba acostumbrado. Era inaudito que se sintiese a gusto en un lugar que debía desagradarle. 

INAUDITO.

ººººº

Para cuando fueron eso de las siete, el helicóptero de los Stark llegó por sus padres y unos minutos después de partir, la limusina de Tara Stark estacionó frente a la casa con la extravagancia que caracterizaba a la familia de su mejor amiga. 

—¿Qué demonios trajiste, tú casa? —si no hubiera sido por los dos mayordomos que bajaron las maletas de la adolescente, no hubieran sacado ni la mitad de las cosas que traía.

—Lo necesario, cariño —aseguró mirándola a través de sus gafas de sol que tapaban sus bonitos ojos azules. Su cabello negro se le pegó a su pálido rostro por la traviesa brisa del atardecer, sin embargo, ni siquiera ese detalle opacó su estilo. No era más que unos centímetros más bajita que ella, tan perfeccionista como su madre y tan excéntrica como su padre. Aunque estaba segura que no sabría qué hacer sin ella. Era una hermana que no podía faltar en su vida —. ¡Me lleva el demonio! —Sally parpadeó un par de veces saliendo de su estupor cuando Tara la empujó como un atleta de fútbol americano, para luego acercarse al único presente de la casa que era de todo menos amistoso —. ¡Tú eres Loki!

—¿Y tú eres? —preguntó con monotonía.

—Tara Stark —le guiñó un ojo y Loki tan sólo la analizó con cautela —. Es más guapo de lo que creí —mencionó mirando a su amiga con una sonrisa radiante como si hubiera encontrado el más tierno cachorrito a la vuelta de la esquina. 

Sally caminó hasta su tío y se colocó hombro a hombro con él.

—¿Tengo qué preocuparme? —le preguntó este por lo bajo, mientras Tara daba saltitos, y mencionaba algo sobre un póster en la pared de su habitación.

—No tienes idea.

[Completa] Por El Chantaje De ThorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora