2 [Editado]

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—Sólo digo que es estúpido.

Sally bufó. Muy pocas veces festejaba los comentarios despectivos de Tara hacia James Rogers. Tenía que admitirlo, eran creativos y muy divertidos la mayor parte del tiempo, pero estaba perdiendo el toque. Se estaba volviendo loca, loca de amor por el hijo correcto de un correcto Capitán América y estaba negada a admitirlo.

—Me encantaría escuchar las razones, las miles de razones que sé que tienes. Pero por favor, ya basta ¿quieres?

—Ok, tranquila. Sólo decía.

—¿Por qué no le dices que te gusta y ya? Nos harías un gran favor.

—¡Que no me gusta, demonios! —ambas se detuvieron al final de las escaleras, Tara olvidó por un instante su perorata y comenzó a olfatear como un perro sabueso —. Es...

—El aroma de un delicioso desayuno —terminó Sally frunciendo sus cejas.

—¿Crees que Loki lo haya hecho? Que buen servicio.

—¿Qué yo qué? —giraron sobre sus pies para mirarlo, estaba a mitad de las escaleras con un rostro claro de no haber dormido en toda la noche. Llevaba un atuendo casual, tal vez un pijama, que Sally principalmente no había imaginado que alguien como él pudiera lucir. Un par de pantalones de algodón grises y una remera negra con un extraño símbolo en el centro. Además, estaba descalzo, descalzo como una persona normal —. ¿Qué estás mirando?

—Si él está aquí, ¿quién está en la cocina? —interrumpió Tara con curiosidad.

Era absurdo, Loki no dejaba de pensar en esa palabra mientras sus manos estaban pálidas de apretar con fuerzas el palo de golf a la altura de su cabeza. Y no era de miedo, era de coraje. Pero,  ¿qué otra opción tenía?

Estaba condenado a ser la niñera de las hijas de sus enemigos, sin poder hacer una pizca de magia, completamente bañado en humillación y con un estrés que le provocaba un terrible dolor de espaldas que le había quitado el sueño. Completamente condenado a defender a ese par de mocosas del intruso favorablemente amable que estaba haciendo el desayuno; que en cierta forma, al parecer también, tenía que ser una de sus obligaciones.

—¿Qué hay?

—¡Ah! —el grito unísono de los tres pudo haberlo escuchado hasta el mismísimo Thanos. Sally tenía una de sus manos en el pecho y la otra tapándose la cara, mientras Tara había aprovechado a abrazarse al Dios de las travesuras que intentaba sacársela de encima.

—¡Por el amor a Odín! —exclamó la rubia cuando escuchó la estridente risa de la chica de cabello negro —. ¡Casi nos matas de un susto!

—Ay, por favor —agitó una de sus manos en el aire —. Ni que fuera un monstruo, me lavé la cara antes de venir.

—¡Darcy! —Loki suspiró con alivio cuando la niña de Stark se soltó finalmente de él. La muchacha recibió el efusivo abrazo de Tara y le revolvió el cabello con afecto —. ¿Dónde estuviste toda mi vida?

Era muy buena con los mocosos, ¿quién lo iba a decir?

—Jane me llamó ayer —comentó Darcy minutos después de que las cosas se calmaran. Le sirvió chocolate caliente a las niñas y una taza de café sin azúcar para Loki, que no había dicho ni una sola palabra desde el incidente, pero que supo que no era precisamente alguien que tolerara lo dulce —, para que viniera a ver si seguían con vida y todo eso. Sin ofender, hermano guapo de Thor —recibió un gruñido como respuesta.

—No puedo recordar todo lo que dice Jane "controladora compulsiva de cada minúsculo detalle de la vida" Foster. Pero al menos podrías haber tocado el timbre, ¿no crees?  —Darcy se encogió de hombros

—Soy de la familia, no necesito tocar el timbre como una extraña —tomó un sorbo de su café —. Soy la tía Darcy, sí señor. Por cierto, mi celular fue hackeado para que mi reloj sonara precisamente más temprano de lo normal. Algo me dice que fue más bien obra de tu padre —apuntó a Tara.

—Tal vez fue papá, ¿quién sabe?

Loki rodó los ojos con hastío.

Estaba harto de escucharlas hablar, ¿qué tanto podían conversar cuando apenas comenzaba el día? Con algo de molestia notó su taza vacía y las migas en su plato como los últimos vestigios de los wafles deliciosos -aunque no le gustara admitirlo- como complementos perfectos de un desayuno decente; wafles... no podía creer que el desparpajo de mujer que demostraba ser "Darcy", pudiera tener tales dones culinarios. De hecho, no podía concebir una imagen clara de ella en la cocina -y no quería hacerlo-. Pero los wafles, diablos, era lo primero de Midgar que encontraba salvable.

Rascó su mejilla con incomodidad. Necesitaba marcharse, desaparecer a la prisión para invitados y no salir de allí hasta que el maldito de Thor se dignase a aparecer. Pero seguía sin saber qué excusa poner. Ya no había una pizca del desayuno a la vista y era sin duda el momento propicio para largarse. Sin embargo, no le parecía suficiente. 

¿A qué se debía ese repentino brote de modales? Se preguntó con molestia.

—Oye, te estoy hablando —levantó su mirada, Darcy chasqueaba sus dedos pálidos y largos frente a él con una sonrisa —. Sin esos cuernitos parece que te distraes fácilmente, ¿eh? En fin, hay una fiesta este sábado  y es en la casa de los Barton, puedes venir si quieres. Las chicas pueden guiarte.

—No creo que estemos autorizados a dejar la casa —respondió con monotonía. Dudaba que Heimdall no estuviera echándole un ojo en todo momento. Thor podía ser un idiota, pero no era estúpido.

—Oh, vamos, eres Loki. Tú no sigues reglas, eres el chico malo, ya sabes —las adolescente rieron por lo bajo ante la expresión del hombre —. ¿A qué le temes, por cierto?

—Tiene un brazalete en su muñeca. Pero no estoy segura como funciona —acotó Sally encogiéndose de hombros.

—Drena la magia —escupió con asco —. Fue un invento de Frigga, hace muchos años...

—Vaya, tal vez sabía que ibas a arruinarlo —dijo con gracia —. Entonces, ¿qué dices?

[Completa] Por El Chantaje De ThorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora