4 [Editado]

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Desconocido: 

                               Tengo tu paquete...

Sally no había dejado de mirar la pantalla. No estaba exactamente segura de qué pensar, pero sabía de quién se trataba. Al menos eso creía, ese era el mensaje que había estado esperando prácticamente todo un mes entero. Tenía que ser la persona correcta.

—¿Estás segura?

—Ese libro es Ancestral. Lo sé por el símbolo en su portada y pertenece a mi familia.

—Escucha mística hija de un tipo de otro mundo. Algo me dice que no es seguro, mi alarma Stark me lo dice.

—¿Qué rayos es "mi alarma Stark"? —sacudió la cabeza y le frunció el ceño —. Ya déjate de estupideces, Tara, iré por el maldito libro. Sólo cúbreme.

—¿Estás hablando en serio? ¿Harás tu primera falta? —Sally rodó los ojos mientras sacaba su patineta de su armario —. Realmente no lo esperaba de ti, si de mí, siempre espero eso de mí.  Pero, en fin, será divertido verte romper las reglas —Tara miraba sus uñas mientras estaba apoyada en el umbral de la puerta.

—Compórtate.

—Olvídalo, eso jamás sucederá.

—Entonces, no quemes mi casa.

Salir de casa no había sido uno de sus más grandes desafíos. No era la primera vez que lo hacía y no con tanto éxito, pero aquello no se comparaba con las grandes aventuras de su padre de niño junto al, hasta entonces, estructurado tío. En las historias de Thor, Loki no era exactamente cruel. 

Se preguntaba en qué momento lo habían autodenominado «Dios del engaño y las travesuras». Pues no siempre demostraba estar exactamente de humor para hacer una broma. Aunque, bueno, entendía que él no estaba en el lugar que deseaba. No era Asgard, ni mucho menos el trono de Odín. Y suponía que cuidar a un par de niñas no era ni por asomo su más grande sueño.

Sin embargo, Sally estaba segura que nadie lo había obligado a ser un idiota y un egoísta patán. Nadie le había apuntando con un arma para hacer los desastres que había provocado. Y era por esa misma razón que no entendía por qué su padre siempre se empeñaba en darle siempre una oportunidad.

Ya estaba lo bastante lejos de su residencia como para suspirar de alivio. Honestamente había sentido una gran presión escapándose de alguna manera como todas esas veces que lo había intentado. Todas esas veces con el fino escutriño de Tara, la incitadora de más de un sin fin de castigos, de los que al menos ella, había salido librada. Su madre la había traumado lo suficiente como para no romper las reglas, pero siempre lograba hacerlo casi sin esfuerzo.

Era su naturaleza, tal vez.

Dobló en una esquina, dándose impulso con su pie izquierdo cada un par de minutos. El centro no estaba muy lejos de su casa, había una variedad de negocios que eran lo suficientemente completos para dar las provisiones necesarias al pequeño barrio en las afueras de la ajetreada vida de New York. Una pequeña parte de la gran ciudad que aún conservaba árboles y un lago limpio.

"Oferta, clásicos de Sherlock Holmes, por un dólar con noventa y nueve centavos".

Había un cartel pegado en el vidrio de la librería, con otras ofertas y facilidades para comprar libros en físico y en papel que, la gente que pasaba por allí a esas horas, no parecían notar. Sally pensaba que ante tanta tecnología, a todos les parecía absurdo comprar algo que ocupara lugar en sus casas repletas de aparatos que reemplazaban perfectamente un simple libro. Pero absurdos eran ellos y su ignorancia. Y extraño que nadie se dignara echarle siquiera una mirada al sitio. Aunque no es como si hubiera dado una buena imagen, seguía tan lúgubre a como la recordaba.

Con su patineta en mano dió un par de pasos, no sin antes haber chequeado su alrededor. Quizás el haber ido sola, no había sido una de sus más grandes ideas. Después de todo, había descubierto que el sitio se movía también de forma oculta y siniestra.

Algo así, como el mercado negro de los libros.

~@~

Pasaban de las doce del mediodía, Darcy había cumplido con su palabra y había vuelto para hacerles algo de comer. Aunque eso era lo que menos le había preocupado a Tara, que no había dejado de mover su pie nerviosamente mientras espiaba por la rendija de las cortinas, con las esperanzas de ver llegar a su mejor amiga en cualquier momento.

—Demonios... —masculló entre dientes. Si tan solo hubiera llevado su teléfono. ¿Quién diablos salía sin su teléfono en esos años? Sintió una mano en su hombro y el alma casi se escapa de su metro cincuenta —. ¡Ah!

—¡Tranquila, soy yo! —gritó Darcy abriendo los ojos con sorpresa  —. ¿Qué rayos les está sucediendo últimamente?

—Oh, disculpa por comportarme tan extraña, es que existen personas que les encanta ¡aparecer de la nada! —Tara temblaba, temblaba del miedo y no, no era exactamente por el susto de muerte por parte de la alocada y simpática Darcy Lewis —. Dios mío.

—Oye —ella negó con la cabeza, sabía que significaba esa expresión, sabía lo que vendría después de ese «oye» y esa mirada de estar buscando a alguien —, ¿dónde está Sally?

—¡Ah! —gritó de horror.

Salió corriendo hacia las escaleras, con las manos en la cabeza y los ojos cerrados, chocando a su vez su hombro con el escuálido cuerpo de Loki, sin darle siquiera un mínimo de importancia el hecho de haberlo prácticamente tirado como un maniquí de cartón.

—¿Y ahora qué? —preguntó con molestia el hijo adoptivo de Odín. Darcy se acercó sigilosamente a él, con su mirada fija en la parte de arriba y un brillo en sus ojos que Loki encontró inusual.

—Eso es su consciencia picando su cabeza con un martillo eléctrico  —ella lo miró con una expresión sabionda —. Significa: problemas.

[Completa] Por El Chantaje De ThorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora