Lauren Jauregui deja Miami después de una horrible experiencia, que la deja con el corazón roto y una pequeña en su vientre.
Ambas, Lauren y su hija Karla, viven en Brooklyn. Lauren ha conseguido ganarse un lugar en el mundo de la moda infantil y v...
El día pasó rápido, y tan pronto como estábamos esta mañana diciendo que hoy saldríamos estábamos ya terminando de alistarnos para salir. Una parte de mi no tenía ganas de salir, pero otra realmente quería recuperar el tiempo perdido por ser una tonta e insolente incrédula que pensaba que podría volver al lado de Lauren.
Me puse un corto vestido negro nada del otro mundo, una chaqueta de cuero negra que era casi tan larga como el vestido, porque este era realmente corto, y unos tacones no muy altos rosados. Pelo suelto y con un ligero planchado, pero nada muy esmerado, ojos delineados de negro y un poco de rosa en los labios. Para las ganas que tenía de salir, y lo que iba a buscar hoy me sobraba con esto.
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- Wow Camila! Te ves sexymente desaliñada jajajaja. - Dijo dándome una vuelta sobre mi misma. - Vuelve esa joven mexicana de barrio bajo que sabe que solo necesita respirar y soltar alguna palabra en castellano y ya tiene a alguna jovencita a su merced, como un conejito deslumbrado por los faros de un coche. - Dijo finalmente levantando las cejas.
- Dinah... Por mucho que me piropees no pienso acostarme contigo... - Le dije para que parase ya. - Y venga, vámonos antes de que me arrepienta...
Salimos y fuimos a los pubs donde habíamos salido las pocas veces que habíamos salido desde que estábamos aquí en Nueva York. Eran pubs normales, con gente de toda clase. Emepzamos a tomar con moderación, nada del otro mundo, y al rato ya estábamos declinando invitaciones de desconocidos babosos que pensaban que teníamos el mínimo interés en ellos.
- Dinah... - Le dije después de ahuyentar al tercer baboso de la noche. - Esto es un maldito muermo... Oh vamos a un maldito antro GAY. - Dijo lo último señalándome y mirando a todos los lugares como para que todos los hombres del lugar entendieran que no me gustaban los hombres. - O nos vamos a casa...
- Oh vale... Está bien. - Dijo Dinah. - Yo también estoy cansada de todo esto.
Salimos de aquel bar y pillamos el primer taxi que pasó por allí.
- Dónde las llevo señoritas?! - Preguntó el taxista.
- Al antro más gay que haya en Nueva York por favor... - Respondí.
- De acuerdo. - Dijo el taxista.
- Pero señor... - Añadió Dinah. - Que tampoco sea un antro... mi amiga está un poco enfadada... Llevenos a una discoteca normal, sabe de esas que en el baño no es necesario que pilles alguna enfermedad...
El taxista sonrió a través del retrovisor y nos llevó hasta allí. Al salir le pagamos y el hombro nos dijo "buena suerte, aunque no la necesitaran" mirándonos a ambas los traseros y solo pudimos que reírnos porque ya íbamos bastante bebidas.
Entramos y el ambiente se respiraba diferente. Esto era lo que me gustaba, al menos ya que salíamos hacerlo como nos gustaba. A Dinah y a mi nos encantaban los chicos gays, como amigos obvio, y bailar con estos chicos era diversión asegurada.