11.1 Sus ojos.

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Narra Devian.

No sé por qué había intentado besarla. No sé en qué momento había decidido hacerlo. Quizás habían sido sus ojos brillantes color esmeralda mirándome con timidez o el tenerla tan cerca de mí. No lo sé.

A pesar de que no se acordaba de muchas cosas, seguía siendo exactamente igual a como era antes de que los ángeles de fuego, o como a mí me gustaba llamarlos, los escupe fuego, se la llevaran: testaruda hasta la saciedad, protestona en demasía, la mayoría de sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, arrogante en ocasiones, era incapaz de callarse lo que pensaba durante demasiado tiempo, seguía comiéndose las uñas hasta la raíz. Seguía cantando siempre que pensaba que no la observaban, sobre todo cuando estaba frustrada o muy confusa.

Por eso, cuando la había escuchado en el despacho del director casi me había dado un paro cardíaco. Yo estaba encerrado en uno de los armarios, esperando a que director se marchase para poder salir. Pero parecía que no tenía pensado hacerlo por un buen rato. ¿Que qué hacía en el armario? Era una larga historia, pero se resumía en que había perdido una apuesta que había hecho con el capitán del equipo de fútbol. Aceptar la apuesta había sido una estupidez por mi parte. Comencé a oír una voz de chica, visiblemente nerviosa. Poco después el director salió de su despacho con su particular paso. La chica, que hasta aquel momento carecía de mi atención, tarareó una canción que tiempo atrás, Roxy había cantado todos los días sin excepción. Esa maldita canción me había perseguido desde que había desaparecido. Del asombro, me di un buen golpe contra la madera del armario, lo que hizo que la chica se sobresaltara, pero por suerte, el director no tardó en regresar por lo que no pudo comprobar si había algo o alguien en el armario. Fui tan tonto que sólo me había sorprendido por haber escuchado la canción; no había tanteado la opción de que la persona que la estaba tarareando pudiese ser ella.

Al día siguiente, descubrí que si era ella.

Llegué, como no, tarde a clase y el director estaba hablando con alguien, la chica con la que estaba hablando el día anterior, me imaginé. Mi reducido campo de visión, debido al montón de libros que llevaba, me ocultaba su cuerpo. Tras que el hombre se fuese y me hubiese reñido como lo solía hacer conmigo, descubrí la pluma plateada colgando de la pulsera de la mano de la chica. La pulsera que Roxy siempre había llevado y que nadie sabía de donde la había sacado, ni siquiera ella misma. Sentí vibrar cada partícula de mi cuerpo como si hubiese despertado repentinamente. Estaba demasiado sobresaltado. No estaba muerta, ya no estaba desaparecida. Estaba a tan solo unos metros de mí.

Lo que pasó después, demostró que todavía no me controlaba tanto como yo creía. Mis manos se enfriaron. Eso no era buena señal. Siguieron enfriando hasta que ya casi no las sentía. Procuré evitar lo que sabía que iba a pasar hasta que la clase estuvo vacía. Justo cuando las últimas personas salieron, lo inevitable sucedió: la perfecta letra G (que era la primera letra de la palabra gelu, hielo en latín) tallada en mi mano con suma delicadeza, emitió un débil fulgor azul. Cerré los puños a la vez que apretaba los ojos con fuerza. Cuando los abrí de nuevo, la clase estaba llena de una pequeña capa de escarcha. Aquello era nuevo para mí, congelar agua o mover hielo que anteriormente había sido agua, había sido lo máximo que había logrado hacer; pero nunca había logrado que apareciera nieve de la nada. Poco después apareció. Me observaba con curiosidad a la vez que asombro. Se estaba esforzando mucho para ser agradable conmigo, pero yo tenía los nervios a flor de piel por lo que fui bastante grosero con ella. El conserje se acercaba a la clase por lo que ella tuvo la brillante idea de esconderse en el armario de la limpieza. Yo la seguí, aunque suponía que no le gustaría la idea: siempre había odiado tener a gente muy cerca de ella, sobre todo, cerca de su cara. Después, la amenacé con que se quedaría sola si no saltaba por la ventana. En aquel instante debía odiarme mucho. Probablemente continuaba haciéndolo.

Ángeles de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora