Chantal no paró de llorar. Sus lágrimas saladas estaban a todas horas, y la botella de alcohol siempre estaba cerca. El dolor que le causó Alex al no ir a su cita fue inmenso, y más al darse cuenta la locura que había hecho, si le hubieran descubierto estaría siendo ejecutada.
-¡Chantal!
-¿Ania?
-¿Te crees que te buscará si estás así?
-Pues...
Ania le arrancó la botella y la escondió, luego la tomaría ella.
-Hoy hay una fiesta en la casa de los Benavent, te arreglarás e irás conmigo. Sin excusas.
Había sido buena con Chantal, toda la semana, desde el día en que Chantal le trajo su café con sal, Ania entonces lo supo, y ella sí que sabía de corazones rotos. La cuidó como siempre Chantal hacía, porque la quería en el fondo, solo que a veces ella salía de sí misma, esa semana se mantuvo cuerda.
Luego de todo un alboroto y mucho maquillaje llegaron a la fiesta. Todos se giraban al tiempo en el que ellas pasaban, parecía irreal. Y es que parecían de otro mundo, demasiado bonitas, largaban una luz que nadie podía apartar la vista del todo.
Charlaban y bebían, bailaban y disfrutaban, se divertían sin barreras.
Alexander llegó y casi nadie le atendió, fue muy extraño para él, ya que siempre es el centro de atención, entonces fue a ver que estaban viendo todos, y la vio, su nombre se le vino de repente, Chantal, y ella estaba bailando con Harry. Parecía que estaban en su propio mundo.
Chantal fue a tomar una bebida cuando de repente sintió que alguien la tomaba del antebrazo, Alexander la tomó y la llevó a un cuarto vacío, nadie los vio.
-¡Suélteme!
-Explícame que hacías con él.
-No tengo nada que explicar.
-¡¿Por qué?!
-Deja de gritarme -levanto la mirada que lo corto en pedacitos, el la soltó- No puedo salir con él, es un A, y tú eres el que me dejó plantada.
Alexander maldijo, esa noche había estado con otra mujer, no se arrepentía.
-¿Puedo irme?
-Claro.
Chantal se sintió poderosa, y arrastró su vestido plateado, que tenía la espalda completamente descubierta, por el salón hasta encontrar a Harry. Le tocó el hombro y le susurró al oído.
-Hoy, once treinta, llévame a tu casa.
Él no respondió, y miró su reloj mientras ella se iba con Ania, eran las once en punto, aún faltaba, estaba oficialmente ansioso.
Ania estaba más que coqueta con Mark, y tal vez estaba un poco borracha.
Mientras, Alex volvía con Bianca a charlar, con la mirada fija en Chantal.
-¿Sientes algo por ella Alex?
-No Bianca.
A lo largo de la noche las miradas de Chantal hacia Alexander eran seductoras, él le siguió el juego, aunque de su brazo estaba la anfitriona.
Llegaron las once y treinta, y Harry agarró a Chantal del brazo y la subió a su automóvil.
No intentó sobrepasarse, se conocían, pero nadie lo sabía.
Llegaron, y subieron a la habitación.
-¿Estás bien? -dijo abriendo una botella de champagne rosado.
-Como siempre.
-No te ves bien.
-Pues si lo estoy.
-No te creo, Ania me dijo que estás mal.
-¿Y tú cómo estás? -dijo tomando un trago de la botella que Harry le pasó- Te ves...
-Enamorado, lo estoy -la miró fijamente- ¿Quieres saber de quién?
-No.
Chantal le agarró del cuello de la camisa, ya se habían hecho esto antes, complementarse era normal, y tocarse era su cielo.
Él le quito el revelador vestido y ella lo tiró a él en la cama, sus prendas fueron desapareciendo, y con cada caricia se perdían, parecían dos locos y es que lo estaban de tanta lujuria. Esa noche no solo se curaron, sino que también volaron fuera de esa habitación hasta que el sol apareció.
Chantal se vistió y salió dejándolo a él ducharse, le pidió al chofer que le lleve a la casa de Ania, la resaca era increíble.
Bajó y agradeció. Entró por detrás, se puso su ropa de trabajo y fue directo al salón.
-Hola, Chantal, me parece que ahora has llegado.
-Hola, Alex.
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Un Millón De Estrellas
Short StoryCuando dos almas rotas están destinadas a encontrarse, dos personas que no quieren ni deben sentir, dos seres que buscan más de lo que tienen, ¿Podrían quererse? ¿Podrían empezar a curarse entre ellos? Y es que muchas veces tenemos toda una vida...