Chantal soltó un suspiro.
Estaba sentada hace horas en el sofá de la sala de costura, tenía que hacer un vestido para Ania, que estaba descansando plácidamente. Ella odiaba todo este mundo, tenía que hacer el vestido de Ania y el suyo, y tenía que maquillar y peinar a la señorita, y luego tendría que ir con ella a esos cócteles, fiestas y bailes. Todo porque Ania no encontraba un marido, y porque Chantal era su doncella. Y a Chantal no le gustaban en lo absoluto los cócteles, fiestas o bailes, los odiaba, pero no había nada que ella pudiera hacer para no ir, había hombres que se le acercaban y ella con todo su respeto tenía que sacárselos de encima, ella se daba cuenta que solo le miraban el cuerpo, eran todos unos cerdos a los ojos de ella.
La puerta comenzó a abrirse con un sonido chillón, y la ama de llaves se asomó por ella, y buscó a Chantal con la mirada, cuando la encontró sonrió.
-La señorita Ania dice que debe apurarse un poco más porque vais a llegar tarde.
-Ya, dile que ya voy, es que esta niña no entiende que un vestido tarda.
-No te enojes cariño, ya podrás ganar más dinero cuando Ania consiga un marido, y si no terminas ese vestido ella no conseguirá un marido.
-Ni con este vestido, ni con la ayuda de mil dioses conseguirá un marido.
-No seas pesimista, ni tampoco seas bruja.
-¿Acaso no tengo razón?
-No te volveré a hablar si no terminas ese vestido ya.
-Es que lo he terminado hace horas, solo estaba terminando el mío.
-¡Pues que haces mujer! Ve y ayúdale a vestirse -dijo abanicando la mano hacia afuera.
-Si señora.
Empieza a correr por los pasillos de la casa con dos vestidos a su lado, uno está hecho con tela cara y el otro con la tela más barata que había en la zona baja. Pero eso no le importaría a Ania, porque es una completa y total pesada; Ania solo habla del dinero de su padre y del dinero de sus supuestos pretendientes, aunque realmente no le importa a Chantal y no le hace caso, Ania no parece cansarse de repetirlo, parece que el dinero se le sale por las orejas. Chantal llega a la puerta de la habitación de Ania y toca; una, dos, tres, cuatro...
- Abran de una maldita vez, no es que haga cosas inapropiadas en mi cuarto como para que estén tocando así mi puerta, como si fuera que hay alguien aquí dentro y que...
La interrumpió abriendo la puerta.
-Parece que estás de malhumor Ania, te lo repito, té antes de dormir.
-Si claro como si eso me hiciera mejor.
-Pero...
-¿Trajiste el vestido o viniste aquí a echarme bronca Chantal? Porque si no puedes ir sacando ese trasero de aquí.
-Niña malcriada -masculló Chantal entre dientes.
Depositó los vestidos en el borde de la cama y preparo un baño caliente para Ania, luego de que ésta se bañase se vistieron y se maquillaron, Chantal se dejó el pelo suelto, porque no alcanzaría el tiempo, pero a Ania le hizo un recogido a la altura de la nuca.
-He terminado Ania.
-Ya me estaba por dormir.
-Debes ser más paciente.
-O puedo buscar a otra persona que ocupe tu lugar.
-O puedes callarte... -dijo Chantal caminando hacia la salida con paso rápido.
Ania la enfrentó interponiéndose en su camino, con una cara de enfado total.
-¡Cómo te atreves a decirme eso! -sus ojos emanaban rabia.
Y entonces Chantal sintió los dedos de Ania colarse en su piel, impactando fuertemente y dejando una mancha rosada, Chantal bajó la cabeza y respiró hondo, ella sabía que no tenía que molestarle así a Ania cuando ésta estaba de un humor de perros, siempre hacía esas cosas, una vez la había empujado por las escaleras, Chantal obviamente había tenido que ir a trabajar igual, y con el cuerpo lleno de moratones y un dolor terrible, pero nada grave. Y como éste país era injusto, los sirvientes no podían quejarse o renunciar, sólo los jefes de éstos podían despedirlos y quejarse. Idiotas.
Ania bajó la mano, dio media vuelta y caminó a paso apresurado hacia la salida, Chantal esperó un momento y luego la siguió con la mirada gacha. Cuando salieron encontraron al auto esperándolas, luego de un momento ya estaban dentro.
Ania seguía mirando su mano en el regazo, agarrándola por la muñeca con la otra y con la boca levemente abierta.
-Lo siento, me dejé llevar.
-No importa, he sido una maleducada contigo.
-Pero yo te he pegado.
-Siempre te dejas llevar, y siempre me haces algo así, ya me acostumbré.
Ania rió.
-Eres toda una perra Chantal, primero me gritas como si tuvieras mi dinero, pero no lo tienes porque eres una pobre despreciable, pero luego de que te dé una muy bien merecida bofetada me dices que no te importa que te pegue o te trate mal. Tienes dos caras, Chantal
"Imagínate tú" pensó, mirando hacia otro lugar.
Pero siempre, siempre, Ania volvía a ser la amiga de Chantal, la única.
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Un Millón De Estrellas
ContoCuando dos almas rotas están destinadas a encontrarse, dos personas que no quieren ni deben sentir, dos seres que buscan más de lo que tienen, ¿Podrían quererse? ¿Podrían empezar a curarse entre ellos? Y es que muchas veces tenemos toda una vida...