Capítulo 11

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   Sábado. Ya es sábado.

   Eso es lo que todo el día piensa Chantal. Y que sea sábado significa que es el día de la reunión con Alexander. Lleva todo el día pensando que se va a poner para pasar desapercibida, y en lo único que puede pensar es ropa de hombre, nada más.

   -No puedo creerlo Chantal.

   -Yo tampoco.

   -Pero es Alexander, el príncipe, ¿Cómo es que se fijó en ti y no en mí?

   -No lo sé Ania.

   Y ambas ríen, es que Ania está en sus días buenos, esos días en los que hace que el mundo brille, en los que parece que ama.

   -Ve, pero ten cuidado.

   -No te preocupes.



   Las calles están vacías y oscuras, hay un aroma a vainilla y esperanza, y es que Chantal tiene miedo de que la atrapen.

   Pero aún con miedo avanza escondida con la ayuda de la sombra de los edificios y algunos árboles.

   Ella llega al lugar acordado, él no está aún, no importa, ella espera.

   Y espera.

   Y espera.

   Y espera.

   Y es que el tiempo pasa volando, tanto que ya está amaneciendo, y ella medio escondida se sobresalta, pero lo entiende, él no vino, él se arrepintió. Y la esperanza que ella creyó que era esperanza de que no la atrapen, era en realidad, esperanza de que él no se arrepienta. Pero es que la esperanza es lo último que se pierde, pues ella no la pierde, y decide esperar a que amanezca completamente, algunos la clasificarían de idiota, y tal vez lo es, pero es que la ilusión era de hecho demasiado grande para una joven como ella.

   Sus ojos se convierten en lagunas de las que salen gotas de desamor, ella se agarra el cabello, y por fin, deja de hacerse la chica del corazón de piedra, y llora. Llora porque no sabe dónde están sus padres, llora que no tendrá un buen futuro, llora por Ania, llora por todos, llora por Alexander, si, por él.



   Alexander acaricia a la chica a su lado, su espalda es suave pues su piel es de durazno, y la mira, es linda y todo, pero no tanto como aquella chica de la cuál su nombre no se acuerda, la chica a la que le juró amor eterno y esas mentiras, ella lo creyó, él lo sabía, pero era demasiado pronto, ¡Qué idiota! ¿Cómo enamorarte de alguien en tan pocas veces? imposible, pero es que Alex sabía engañar, el amor no es fácil, él decía que no existía.

   Se levanta y se da una ducha, y que fresca es, mientras lo hace, escucha como la chica sale de su cuarto, mejor, no se acordaba de su nombre tampoco.

    Y es que su vida es así, un hacer y deshacer, un amar y olvidar, es un día tras día, sin nada que contar.

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