Capítulo 8

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   El rey entró al cuarto, miró a su hijo y fue hacia él, le alisó la camisa y le acomodó la corbata. Estaba tan orgulloso, pero no lo aceptaría, su ego era demasiado grande.

   -Tenemos que bajar ya.

   -Lo sé padre, enseguida bajo.

   -Por favor intenta acercarte a bellas mujeres, es tu segunda fiesta, y sabes que debes encontrar a la mujer ideal para casarte. Como yo, he encontrado a mi mujer perfecta -dijo el rey mirándose al espejo y arreglando su corbata.

   Alexander miró a su padre con cautela, tenía que decirlo, ardían las palabras en su garganta, estaban luchando por salir.

   -Mujer perfecta ¿Eh? -su padre lo miró.

   -¿Qué quieres decir?

   -Tan perfecta como para engañarla, ¿no es así?

   -Como te atreves... -dijo entre dientes- tú... ¿Cómo lo sabes?

   -Eres muy asqueroso ¿sabes? te he visto, varias veces de hecho, y también sé que hay unos cuantos bastardos corriendo por ahí. ¿Qué dirá mamá si se entera?

   -No puede dejarme, es la segunda reina.

   -Eres tú un cerdo, pero no diré nada, porque te tengo lástima.

   -¿Lástima?

   -Si no te hubieras casado con mamá no estarías aquí, no serías rey.

   -Pero me he casado ¿No?

   -Eres todo un cerdo.

   Alexander furioso sale de su cuarto sin antes propinar un portazo en la cara de su padre, quién con rapidez se recupera ante tal falta de respeto, y sale de la habitación.

   -Tal vez sea un cerdo, ¡Pero tú eres un maleducado!

   Alexander se dio la vuelta y caminando de espaldas dijo:

   -¡Pues, eso pasa cuando te educa un cerdo!

   Su padre no permitiría que él le hable así y corrió hacia su hijo que ya se había dado la vuelta, ahora estaba de espaldas a él, y girándolo con la mano en el hombro le propinó una cachetada y luego con su otra mano le atrajo hacia sí desde el cuello de la camisa.

   -Jamás -dijo a su hijo mientras respiraba el aliento agitado del otro- volverás a decir eso, aunque haya engañado a tu madre millones de veces, no tienes derecho a hablarle así al rey.

   -Yo soy el heredero al segundo trono legítimo, tú sólo eres el rey consorte.

   -Al menos yo ya soy rey, tu solo quieres serlo.

   -No quiero, debo.



   Bajando las escaleras Alex se dio cuenta que odiaba más de lo que podía medir, a casi todos, pero más a su padre.

   Se había sobrepasado y lo sabía, pero nada de lo que dijo era mentira, y eso era lo que más le molestaba a su padre. También sabía que detrás de todo ese teatro que su padre había hecho unos minutos antes tenía al rey comiendo de su mano; le parecía divertido, y mucho.

   Se había quedado arriba hasta que el color de su mejilla desapareció. Franntale era un país muy pequeño, con tan solo tres departamentos*, los rumores corren muy rápidos, si él hubiera bajado con la marca de la mano de su padre en su cara la gente hablaría, de conflictos familiares, dirían que él no estaba preparado para el cargo si es que aún se peleaba con su padre como un niño.

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