Capítulo 13

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   Pasó una semana desde que Alexander fue a visitar a Ania por motivos económicos, una semana de esa gran confusión, de como ella podía tratarla mal y de como él sabía manipularla.

   Chantal caminaba por la plaza, su falda se movía con el viento, y ella solo miraba, miraba a esas personas que parecían vacías, aunque imaginaba mil historias de amor, imaginaba cómo el chico rubio quería que la hija del zapatero se casase con él, o como ese amor prohibido de la señora del banco le dolía, tal vez ella se acordaba de su propia historia, aunque no tenga definición, de como ella ama, y luego odia, y luego llora y luego ríe, pero no sabe qué hacer. Pero para que pensar, si ve a Alexander sentado también, hace como que no lo ve, pero es demasiado tarde.

   -Chantal.

   Ella mira y se hace de la sorprendida, aunque le pese.

   -Alex.

   -Ven, siéntate.

   -Tengo prisa –Pero de igual manera se sienta, en la otra esquina.

   -Oye, perdón por hacerte sentir mal.

   -Ya no lo haces.

   -Perdón por la indiscreción, ¿Qué hiciste con Harry la otra noche?

   -¿La otra noche? –Chantal ríe- ¿No quieres decir las otras noches?

   -¿Qué quieres decir? –Alex está enojado, se nota demasiado, sus orejas quedan rosadas.

   -Que no he estado con él una sola noche.

   -¿Me estás diciendo que soy un estúpido?

   -No.

   -¿Eres una prostituta?

   -¿Buscas ofenderme?

   -Te lo estoy preguntando en serio.

   -No.

   -¿Por qué no vienes a casa hoy?

   -Te he dicho que no soy una prostituta.

   -Lo sé.

   Chantal se levanta enojada, mira a Alex con una intensidad que lo corta en miles de pedacitos, no puede creer que le falte el respeto así. Y sale caminando otra vez, hasta que siente un brazo sujetándola.

   -No quise ofenderte.

   -No parecía eso.

   -Solo quiero saber –Se detiene un momento, piensa dos veces- ¿Por qué no quieres enamorarte de mí?

   -Solo quiero saber –Y lo mira fijamente -¿Por qué quieres lastimarme?

   -No quiero hacerlo.

   -Entonces no me seduzcas para que me vuelva una cualquiera vulnerable y desnuda, porque sabes tan bien como yo que no quieres compartir tu amor.

   -¿Por qué piensas qué haré todo eso?

   -Porque cómo haces sentir a todos, los minimizas, eso dice mucho de ti.

   -Yo...

   -Suéltame.   

   Alexander anonado lo hace, y se aleja caminando, es increíble que cuando se pone un sombrero nadie lo reconoce.

   Él da vueltas por esas calles, su padre se moriría si se enterara que él sale así a la calle, indefenso, pero piensa, y manda a la mierda todo, ya no quiere saber nada, solo quiere disfrutar, ser feliz de a momentos, aunque le cueste media vida.

   Y comienza a correr, y llega a la plaza otra vez, busca dentro de la multitud a Chantal, y al encontrarla la besa con tal pasión que la gente se gira a verlos y al soltarse ríen y todos aplauden, aunque parezca fantasía, es cierto, el amor tocó la puerta, ¿Le dejarán pasar?

   Y caminan juntos, hablan del sol, de la tierra y de las estrellas, y llegan a la casa de ella y él se despide con un beso, sintiéndose más satisfecho que cualquier hombre del mundo, pero más vacío que todos.

   Sabe bien que ilusionarla es un error, pero los errores siempre son tentadores, sabe que le dolerá, sabe que aunque le dé todo, aunque le dé mil razones, llegará el día en el que ella quiera más, y a él le asusta.

   Mientras, Chantal llora por su desgracia. ¿Cuál será?, pues claro, su corazón se ha abierto nuevamente.


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