La venganza

6.5K 482 62
                                    

Estaban rodeados. Poco le importaba. Aunque fueran decenas, docenas, ¿cientos, tal vez?, no dejaban de ser espíritus malignos de poca monta. Podían venir por millares y terminar de oscurecer el cielo nocturno, y aún así no le importaría. Podía con todos a la vez.

Ritsu, unos treinta paso detrás, se notaba un poco preocupado, no habiendo visto nunca nada similar. Un poco más cerca, su maestro aguardaba impaciente terminar con todo aquello, con cara de aburrido. Y flotando a poca distancia del hombro de este último, Hoyuelo tenía su lealtad puesta en Shigeo, como siempre, aunque había una expresión casi de lástima en su rostro al mirar a esos espíritus incautos que no sabían la que se les avecinaba por desafiar al esper.

- ¡Shigeo Kageyama! - chirrió con voz aguda y rasposa un espíritu sin ojos pero con una gran boca. No parecía ser el más fuerte de los espíritus, tampoco tenía pinta de ser su líder. Sin embargo parecía ser el designado a hablar. Todos los demás, no hacían más que gruñir y hacer muecas amenazantes en el fondo.

- Ah… Sabe mi nombre… -comentó el chico con escasa sorpresa y absolutamente nula curiosidad.

- ¡Por supuesto que sabemos tu nombre! ¡Sabemos todo sobre tí! -continuó el espectro. Tomando un impulso dramático desde el hombro, lo señaló con una afilada garra al final de un escuálido brazo. -¡Shigeo Kageyama: el esper que ha exorcizado más espíritus malignos que cualquier otro en la región! ¡Estamos hartos de tí! ¡Podemos ser espíritus malignos, podemos ser malvados, pero nos tomamos muy en serio cuando exorcizan a nuestros compañeros! ¡Eres un problema para nosotros y debes ser eliminado!

El joven esper escuchó impasiblemente su jura de venganza, preguntándose si debía exorcizarlos todos en ese mismo momento, o permitirles que atacaran primero por mera  condecendencia. Aunque no hiciera ninguna diferencia.

- Oigan, oigan…- llamó Hoyuelo, flotando un poco más alto para hacerse escuchar, en un tibio intento por calmar los ánimos antes de que el exterminio se desatara. -Saben que lo que están haciendo es una tontería. No hay forma de que puedan ganarle a Shigeo. Lo mejor que pueden hacer es marcharse mientra pueden.

- ¡ Sabemos que no podemos ganar! - chilló el espíritu vengativo volviéndose al pequeño espectro verde. -¡Pero no estamos aquí para matarlo, sino para MALDECIRLO!

Era difícil describir esa sensación de impaciencia, aunque no era la primera vez que la sentía, pensó el joven esper. Escuchar de la boca de unos espíritus patéticos que iban a maldecirlo, lo estaba molestando un poco. Quizá sí ya era hora de mandarlos todos al Otro Lado. Levantó lentamente una mano en dirección al espíritu que hablaba.

- ¡Shigeo Kageyama! -volvió a chillar el espíritu bocón - ¡Sabemos que no podemos ganarte, ni siquiera superándote en número! ¡Pero tenemos un plan! -rió encorvandose y dejando que la risa golpeara contra sus puntiagudos dientes por un momento.- Te hemos estado observando, Shigeo Kageyama… -tentó con voz ominosa-... Y conocemos tu debilidad….

Shigeo se detuvo por primera vez, alcanzado por una pequeña punzada de curiosidad. ¿Su “debilidad”? ¿Conocían su “debilidad”? ¿A qué se refería?

Repasó rápidamente su lista de complejos; había muchas cosas en las que sentía que debía mejorar. ¿A cuál de ellas se estaría refiriendo?

No era muy hábil corriendo, fue lo primero que pensó. Esa, consideraba, era su mayor debilidad. ¿Pero qué clase de situación podía ponerlo a correr en ese momento? ¿Pensaban asustarlo hasta hacer que saliera despavorido? Eso no iba a pasar. No tenía nada que ver con correr, concluyó. Debía ser otra cosa. ¿Tampoco lo enfrentarían con problemas de matemática, o sí? Su debilidad…

Hizo un esfuerzo para no voltear y delatar con la mirada que sí, efectivamente, allí estaba su debilidad: Ritsu estaba justo detrás de él; a su derecha, estaba su maestro. ¿Pensaban atacarlos a ellos en cambio? Sintió una gota de sudor frío en la nunca ante la idea, y casi inmediatamente el temor se convirtió en rabia contra esos espíritus tan ruines que pensaban que era buena idea atacar a sus amigos. Con la misma prontitud, se calmó casi de inmediato; no tenía por qué dejarse llevar por esas emociones: nada malo pasaría. Pensó que no podía esperar nada mejor de unos espíritus malignos en una situación desesperada, y aunque no dejaba de parecerle malvado y tonto, no pudo evitar sentir un poco de pena por ellos, al tener la necesidad de caer tan bajo. Por lo demás, no había de qué preocuparse: él estaba allí, no dejaría que nada les pase.

Full MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora