Reparación

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Reigen pasó la noche buscando una cura, llenando su cenicero, y chequeando cada pocos minutos el GPS en su teléfono para ver que Mob estuviera en lugares públicos y bien concurridos hasta que llegara a su casa.

Había investigado tanto, que se estaba convirtiendo en un experto en maldiciones. Si seguía así, pronto podría montar una oficina de consultoría sobre espíritus y demás (No, esperen…).

Espió a su discípulo por encima de su portátil. Se lo veía feliz mientras enviaba y recibía mensajes. Hoyuelo flotaba cerca de su hombro intentando leer disimuladamente, pero al chico no parecía importarle. O bien no lo notaba, inmerso en su intercambio.

-¡Mob! No puedes jugar con el teléfono en horas de trabajo.

El chico lo miró resentido por un momento. Aunque lo llamaba “horas de trabajo”, no estaban haciendo mucho. No habían tenido clientes ese día tampoco. Pero ese era un pedido razonable de su jefe así que dejó el teléfono de todos modos.

El mayor volvió a concentrarse en la página sobre maldiciones que estaba leyendo.

-Te veo de buen humor, ¿qué tal estuvo la cita de ayer? -Reigen oyó decir al fantasma, y realmente quería ignorarlos, pero no pudo evitar escuchar lo que hablaban.

-Muy bien -respondió el chico, contento. -Al final vimos la película que nos recomendó el Maestro Reigen.

- ¿Y qué tal estuvo la película?

- Muy buena.

- Entonces la cita no lo fue -se desanimó el espectro.

- ¿Por qué lo dices?

- Si la cita hubiese sido interesante no hubieras estado viendo la película -explicó con un gesto amargo.

- No, sí fue muy buena. Después de la película tomamos un helado y me acompañó caminando hasta mi casa.

- ¿Hubo beso en el pórtico? -quiso saber.

- ¿Eh? ¿Eso tenía que hacer?

- Pues sí, si quieres una segunda cita…

- Oh… -pareció desanimarse un poquito por su ignorancia en cuanto a la etiqueta de las citas. - Se lo dije en un mensaje -señaló su teléfono, esperando que eso lo compensara.

- ¡Reigen, los niños modernos no saben nada del arte de la seducción! - lo acusó Hoyuelo con un dedo, volviéndose hacia el castaño.

El maestro tembló de rabia en su silla. No iba a poder avanzar mucho si seguían distrayéndolo.

-¡Ah! Teru dice que tiene una sorpresa para mí, pero que tengo que ir a su departamento -leyó contento el chico, pues su teléfono había vuelto a vibrar en su mano. Eso colmó el vaso.

- ¡Suficiente! Mob, ven aquí.

Al estudiante no le gustó nada el tono en que se lo dijo, pero fue a sentarse frente a él, obedientemente.

El maestro entrelazó los dedos frente a su barbilla y respiró hondo. Decidió que era momento de tener una honesta charla de hombre a h… mujer.

-Mob, no quiero entrometerme en tu vida personal… -comenzó.

- Maestro, usted siempre se mete en mi vida personal -lo interrumpió.

¿En serio, cuándo se había vuelto tan insolente? ¿Qué pasó con el respeto que le tenía?, pensó Reigen.

-Bueno, entonces voy a “meterme” una vez más y preguntarte esto: ¿cuáles son tus intenciones con Hanazawa?

- ¿Mis… intenciones ?

Full MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora