La cura

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SEIS DÍAS DESPUÉS DEL ENCUENTRO CON LOS ESPÍRITUS

Esa mañana toda la familia Kageyama estaba reunida a la mesa para el desayuno. No era sin precedentes, pero usualmente las obligaciones diferentes de sus miembros resultaban en que a veces desayunaran por separado. Esta vez sin embargo, se habían esforzado por coincidir. Los niños no sospecharon que mamá y papá tenían algo que decir.

La mayor parte del desayuno transcurrió en silencio, hasta que mamá, luego de darle una última mirada a papá (que asintió brevemente) abrió el tema.

-Encontré unas braguitas muy coloridas en la secadora, y estoy bastante segura que no son mías. ¿Alguno de ustedes, niños, tiene una novia y está trayéndola a casa?

Ritsu se quedó de piedra. Sintió que sudaba de colores. ¿Qué podían decir? ¿Cómo iban a salir de esa? ¿Debería inculparse? Estaba a punto de hacerlo cuando…

-Son mías -dijo Shigeo sin inmutarse, sin siquiera levantar la vista de su desayuno, antes de que el menor pudiera pensar en una excusa mínimamente convincente. -Tienen una hija ahora.

Ritsu quedó ligeramente boquiabierto por la soltura con la que lo dijo. Miró entonces a sus padres, que se habían quedado helados de sorpresa sin saber qué decir. Uno de los palillos de mamá se aflojó lentamente de su mano y cayó al bowl de arroz que tenía debajo.

-Tendré más cuidado dónde dejo mi ropa -prometió Shigeo mientras se levantaba y llevaba su plato a la cocina. -Ya me voy -anunció poco después, tomó su bolso y salió.

Mamá y papá voltearon lentamente a verse, boquiabiertos, con la misma cara de sorpresa reflejada en el otro.

-E-está en época de exámenes, ni siquiera sabe lo que dice -trató de excusarlo Ritsu, con una risa un poco nerviosa.

 
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SEIS DÍAS DESPUÉS DEL ENCUENTRO CON LOS ESPÍRITUS (por la tarde)

Todo parecía tranquilo esa tarde en “Espíritus y demás…”. Shigeo leía un manga por debajo de su escritorio; Reigen, en el suyo, leía el periódico vespertino; y Hoyuelo, flotaba en silencio por la habitación mirando atentamente a Shigeo.

-Reigen… -llamó quedamente flotando detrás de su silla.

- ¿Nh? -un sonido nasal que significaba apenas que lo estaba escuchando.

- Desde hace un rato la energía de Shigeo ha estado acumulándose. Creo que algo le pasa.

- Lo sé -respondió el hombre, mirando al chico por encima de su periódico, y dando vuelta una página para ocultar su voz con el sonido del papel- Incluso yo puedo sentirlo…

Era difícil de describir, pero el ambiente se sentía tenso. Y “tenso” era poco decir.

-Ey, Mob… -alzó la voz.

El estudiante viró hacia él sus ojos, casi sin mover la cabeza, sin emitir ni una palabra. Un gesto simple, pero que por alguna razón se insinuaba peligroso.

-¿Cómo te sientes?

El chico lo miró fijamente por un par de segundos sin entender el porqué de la pregunta.

-Bien -dijo al fin.

- Ah, está bien, está bien. Pensé que tal vez te aburrías -mintió el mayor.

- No. -Volvió a la lectura de su manga.

No se veía bien para Reigen.

-Mob…

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