Maestro

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Unas pequeñas palabras simplemente para decir: ¡Gracias por haber leído hasta acá!
♥️♥️♥️♥️
MissPlatino.

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Shigeo salió del departamento y se quedó simplemente parado al otro lado de la puerta, mirándose los pies.

Levantó la vista y miró instintivamente hacia la escalera al final del pasillo: no había nadie allí. Había vuelto a casa, tal y como se lo había pedido. Y él había dejado el departamento… tal y como él se lo había pedido.

Puso un pie delante del otro y marchó lentamente hacia la escalera. Se alegró de que no estuviera allí, y al mismo tiempo se moría por verlo. Quería que alguien lo escuchara y le ayudara a descifrar sus emociones, a la vez que deseaba que su maestro nunca se enterara de lo que acababa de pasar.

Sus sentimientos eran confusos; se aglutinaban como un masacote de plastilina donde aún podía distinguir algunos colores pero le era imposible separarlos. Al mismo tiempo, sus emociones parecían tirar de él, todas en direcciones opuestas, propuestas a despedazarlo.

El corazón le daba un tumbo al final de cada tramo de escalera, imaginando que lo vería en el siguiente. Pero no estaba allí.

Siguió bajando.

Acababa de terminar con su novio, justo después de la declaración más bonita que había escuchado. Y lo que quizá más culpa le daba, era que no era en él en quien pensaba en ese momento.

Sin la pantalla de Teru, sus intenciones estaban más claras que nunca. Y con ellas también sus miedos. Fue muy consciente de lo que de verdad quería y de cuánto miedo le daba ir tras ello. Su maestro era quien se había opuesto a la idea desde el primer día; ya conocía su respuesta. Y nadie necesitaba otro terremoto…

Shigeo se detuvo un momento en el último remanso, y bajó lentamente el último tramo de escalera. No había nadie afuera tampoco… Había vuelto a casa como se lo había pedido. Tal vez él debiera hacer lo mismo…

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Reigen volvía a pie por calles desparejas. No había bebido pero zigzagueaba como ebrio tratando de evitar las grietas. Tratar de verlas a la luz de la luna le daba una buena excusa a su mirada cabizbaja. No dejaba de pensar en Shigeo.

Seguía preguntándose si había sido lo correcto, si no debió hacer algo más. ¿Estaba bien aceptar que fuera su decisión? ¿O le correspondía intervenir? No era sus padres, pero podía actuar de oficio.

No podía dejar de pensar que la próxima vez que viera a Mob, sería una persona diferente. Nada referente a la maldición, sino… ya no sería su pequeño y dependiente aprendiz.

Se sentía tan solo… Incluso hubiera apreciado la presencia de Hoyuelo, diciéndole que era todo muy natural y él sólo un acomplejado. Quizá incluso tuviera algo de razón.

Y es que no quería alejar a Mob de la experiencia del sexo egoístamente. Simplemente pensaba que ese día podía esperar aún algunos años. Y que cuando llegara, quería que lo hiciera convencido, y no bajo presión.

Llegó a casa dándole vueltas aún a esos pensamientos. No notó a alguien esperando en las sombras.

Entró a su departamento y no se molestó en encender las luces. Atravesó el espacio bien conocido y abrió una ventana. Buscó en su ropa y sacó un cigarrillo: el último. Arrugó el paquete en una mano y revisó el resto de sus bolsillos por el mechero.

Lo encendió. Una pequeña llamarada iluminó su rostro y un asqueroso gusto plástico le llenó la boca: lo había encendido por el filtro.

Lo tiró al piso, lleno de frustración. ¡Ese era el último y realmente le hacía falta! Lo pisó furioso  y dió un salto al darse cuenta que estaba descalzo. Los ojos se le llenaron de lágrimas. ¿Es que nada iba a salirle bien esa noche?

Full MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora